|
Quintos del 83 en Montehermoso |
Lo primero que quiero decir es que estas
historias no tratan de faltar el respeto a nadie, tan solo son el reflejo de
una época que nos tocó vivir y donde no teníamos tantos avances e información,
éramos más inocentes, pero también más sanos. En estos relatos trato reírme de
mi en un ejercicio de sinceridad, y es que reírse de uno mismo es un ejercicio
de autoconciencia y humildad. Es una forma de reconocer que no somos perfectos.
Además, puede hacer que la vida sea más divertida, ya que estás creando un
ambiente positivo y alegre. Esto puede ayudarte a disfrutar más de la vida.
Muchas de las expresiones que aparecen son
del habla popular montehermoseña. Ahora y después de tanto pajoseo,
comenzamos los relatos.
Empezamos la historia en
la finca de Sartalejo, allí cuando éramos unos críos nos juntábamos por la
noche en las escaleras de un almacén. Los más grandes (mozacones ya),
se sentaban arriba, luego de mayor a menor ocupábamos nuestro sitio en aquellos
peldaños que tantas historias escucharon.
De aquellas tertulias
apunté en mi libreta unos consejos de uno de esos mozacones cuando
nosotros ignorantinos le preguntábamos cosas sobre como ligar
con las chicas. Aquello era una masterclass de ligoteo, de cómo conquistar a
una moza, de cómo sacarla a bailar, de cómo arrimarse, de cómo besar, de
cómo…Bueno, en general escuchábamos lo que creíamos era la voz de un auténtico
experto que con sus sermones pavoneaba de lo mucho que ligaba y de los conocimientos
que tenía en las dotes de conquistar a una moza. O eso al menos era lo que él
nos hacía creer, nosotros mientras tanto con la boquina abierta
escuchando.
Chencho (vamos a ponerle
nombre ficticio) nos decía por ejemplo la técnica para besar a una chica “Coger
bien de aire como cuando vais a bucear para no asfixiaros cuando estéis con los
morros pegados”. ¡Madre mía que agino! pensaba yo, si
luego (como él decía) las bocas no se despegaban. Eso lo decía porque según él,
en las películas se tiraban así mucho rato y ya alguno se había mareao.
Para ligar decía lo
siguiente “Cuando salgáis a cortar (sacar a bailar) a
una chica, quedaros con que en el primer baile apenas se arriman, eso es a
partir del segundo, o el tercero”. Hasta ahí todo bien, vamos que
había que esperar un rato. Entonces prosiguió con el consejo “Ya cuando
echéis unos bailes se empieza a arrimar un poco más”. Nos decía que lo
primero que hacían era ponerte las manos agarrándote los hombros y manteniendo
la distancia. Nosotros, decía que a la cintura y nos enseñaba los pasos, “pacá,
pallá, pacá, pallá y media vuelta va”. Mucho garbo no es que tuviera, pero
nosotros ignorantones pues creíamos que era un bailarín experimentao.
Luego ya empezó que nos
fuéramos arrimando más y más, que luego ella si le gustábamos no extendía
tantos las manos y las encogía. Y aquí viene lo bueno. Dijo tan serio “Sabréis
cuando la tenéis en el bote cuando se aparte el pelo para que os arriméis a la oreja”. Esa
fue la primera lección de la que yo tomé buena nota cuando llegué a casa.
Otra noche nos dijo como
había que pedir la mano, que eso era requisito indispensable para casarse con
una chica, claro que entes había que dar el proceso de ligar, arrimarse,
apartarse el pelo, y tal y tal. Pero vamos al grano. ¿Que decía Chencho? Pues
decía que “Cuando ya llevéis un tiempino de ligue y eso, luego pasáis a
ser novios, más o menos en un mes. Y eso ya es más serio, ahí ya no hay marcha
atrás o estás perdio.” Aquello ya nos amedrantó un poco.
Tanto requisito pensaba
yo para ligar y echarse novia por dios. Y es que había que hablar con los
padres de la chica y pedirles la mano. Según el mozacón, si el
padre estaba de acuerdo te daba un apretón de manos y ya está, ya podías estar
con la chica sin problema porque el casorio te esperaba.
Y ya otra noche empezó a
saltar con el casorio y el matrimonio “Y espérate, que cuando os caséis no
sois nadie. Ahí mandan las mujeres y las suegras". Yo aquello lo
apunté en la libreta de la siguiente manera: El experto dice que cuando
nos casemos no vamos a pintar nada, que las mujeres mandaran sobre nosotros, yo
el problema lo veo en las suegras, según me dicen los más grandes. También
decía y lo tenía bien subrayado en la libreta “Mirar bien con quien os
enrolláis y fijaros bien en las madres, porque así serán ellas cuando cumplan
años”. Aquello tengo que decir que me dejó algo desconcertado, ya que
decía “Mirar bien muchachos, que si ahora era chatina, cuando sea vieja
va a ser más chata, y si tiene la nariz respingona ahora, ya verás…” Y
bueno, adonis precisamente él no es que fuera.
Estamos hablando del año
1976, era otoño y del almacén emanaba el olor de las bolas (pimientos redondos)
que allí se almacenaban en sus sacos. Los más chicos se iban los primeros a
casa, no sin antes escuchar las voces de las madres “Jose
Maríííííííííííííí, venga pa casa”. Nosotros en el nivel intermedio
aguantamos un rato más, hasta que nos tocaba el turno y solo quedaban allí
los grandones fumándose sus cigarros sombras y ducados. Era
llegar a casa y cenar, luego empezaba El Parte, que luego con los
años empezaron a llamar Telediario, y ahora ya ni eso, Noticias y ya está.
Y he aquí que pasó el
tiempo, y aquellos niños ya eran mozinos y empezaban a salir
de fiesta. Y claro está, había que tener en cuenta aquellos sabios consejos de
como ligar, de cómo arrimarse, apartarse el pelo y lo que antes he comentado.
Ahora tres historias
(muy reales por cierto) que a mí me ocurrieron y que me hicieron pensar en
todos estos consejos. Vuelvo a indicar que para nada quiero ofender, ni
burlarme de nadie, al contrario, si de alguien me río es de mí mismo y de
aquella época en la que no estábamos tan picardeaos como
ahora, pero aunque no sabíamos tanto, éramos muy felices y sanos, que era lo
más importante.
A lo que te voy,
empezamos con las historias.
Verano tardío de 1980,
un grupo, numeroso (creo que 9 en total), cogimos el taxi de Paquete y nos
fuimos de fiesta a un pueblo cercano. Antes no había eso de las plazas, y allí
íbamos todos apretujaos. Al llegar bebimos unos sol y sombras en un
bar oteando el percal hasta que la discoteca empezara. Las mozinas empezaban
a llegar, al ver a los mozinos forasteros se arremangaban y no
dejaban de pasar para que las viéramos. Comienza el baile y emparejé con
una mozita que me había echado el ojo previamente, y surgió el
roce, y con ello el cariño. Y después de tres domingos bailando (no se espero
al cuarto, por lo menos para hacer el mes) me dice que me va a presentar a los
padres.
Esto empecé a pensar era
la pedida de mano (estaba perdido). Fuimos una calle arriba y allí venia un
hombre montado en un mulo, joci (hoz) en mano y un buen jaci (haz)
de hierba a lomos del cuadrúpedo. El hombre cigarro en la boca me miraba con la
frente fruncida y cara de pocos amigos, la mozina estaba colorá como
un tomate y nerviosa le dijo “Padre, le presento a mi novio”.
¡Ostras! Os lo juro que no sabía dónde meterme, que me entraron unos calores y
unos suores por to el cuerpo que pa qué. Que agino,
si es que aquello fue de sopetón, y ahora me esperaba la madre. ¡Ay
señor!
Mientras el hombre metía
el mulo en un corral, fuimos a la casa, allí la madre se afanaba en embotellar
tomates, al presentarme se ve que le causé buena impresión y me dio un abrazo
grande…y me llamaba señor, si yo solo era un mozaco o mozino.
Cuando vino el padre me
sacó un buen vaso de aguardiente y me preguntó de donde era “de
Montehermoso” (contesté con voz entrecortada). Se enjiló de
un trago el vaso de aguardiente, y yo de los nervios también me lo bebí sin
rechistar, a lo que el hombre procedió a llenar de nuevo el vaso con una
sonrisa y el medio cigarro en la boca, y yo sin rechistar lo
escurrí para quedar bien, o para matar los nervios que tenía.
Me fijé en la madre, era
como la mozina con la que bailaba (que yo no daba por hecho
todavía semejante repertorio, y más si no llevábamos ni un mes, tres semanas, o
tres domingos para ser exacto). Y entonces recordé las palabras del experto. “Mirar
bien muchachos, que si ahora era chatina, cuando sea vieja va a ser más chata”.
¡Uy madre!, ya no sabía como salir de allí, y encima el padre me volvió a
llenar el vaso de aguardiente, la madre me ofrecía tomate que había envasado.
Yo pensaba para mí “Estos me quieren enganchar, tengo que salir
zapeando”.
Dije como que tenía
calor, lógico ya tres vasos de aguardiente me había jincao de
un trago en menos de 10 minutos. Y esto lo sé porque no dejaba de mirar el
reloj, un Korytron que me había regalado mi entrañable tía Chon un 28 de abril
de 1980 y que miraba y miraba sin cesar porque no sabía cómo salir del atollaero.
Y por cierto, el reloj se lo había comprado a tía Conrada de Torrejoncillo.
Ya le dije al padre que
quería tomar el aire y él sonrió con el cigarro en la boca que ya estaba a casi
un centímetro de abrasarle los labios. Al salir me señaló una era y me dijo
“Esa era es mía, detrás están los olivos más viejos y al lao de la carretera
las parras. Cuando pases las ves, verás que muestra tienen. Este año vamos a
tener aguardiente a tupa”. Tengo otro corral más grande, y otra suerte de
tierra de buena siembra. El olivar más grande esta al otro lao, enfrente de las
parras”.
Las posesiones ya
estaban claras y por supuesto, aguardiente y tomates no me habrían de faltar, y
buenas ristres de pimientos y ajos que colgaban de la cocina de leña. Pensé de
nuevo en cómo salir del atollaero y le dije al hombre, a la
mujer y a la mozina con la que bailaba “Vengo pronto
que voy a avisar a los compañeros que me estarán esperando”. Y cuando
no me vieron, salí corriendo que las pelaba calle abajo zapeando,
ni miraba para atrás por si acaso me echaba la mano el padre.
Al llegar a la discoteca
les dije a los amigos que me iba a esconder hasta que viniera el taxi, que me
habían hecho una encerrona y querían casarme. Claro, todos se reían y cuando
más les contaba el caso, más risas. Ahora que os lo cuento me rio, pero
entonces las pasé bien canutas.
Una prima de la mozina vino
a hablar conmigo al verme apurado (resulta que a ella también le gustaba y me
dijo que su prima era muy de pueblo, que eso no se hacía tan pronto. Ella venía
de Madrid y estaba más adelantada). El caso es que me escondí en un huerto y
luego la mozina no dejaba de dar vueltas buscándome en la discoteca
diciendo que la había plantado en la pedida de mano, que vaya disgusto que
tenía.
Cuando ya de noche vino
Paquete con el taxi, yo salí a la carretera y paré el coche para montar. Las
risas no paraban y entonces yo respiré aliviado. Al enterarse del suceso,
Paquete me dijo “De la que tas librao amigo, si te llega a pillar el
padre con la cincha del mulo te pone las costillas finas”.
Tengo que contar, que
unos días después estábamos los vecinos al fresco sentados una noche a la
puerta de mi tía Chon, y a Paquete el taxista con unos vinos demás no se le
ocurre otra cosa que contarlo en alto con el lógico alboroto de los allí
presentes. Mi padre y tío Urbano Colás reían sin parar, tío Hipólito solo
miraba y se encogía de hombros, y ante tantas risas también echó a reír. Tía
Inocencia, tía Justa, tía Eugenia y tía Dionisia también reían sin parar,
mientras mi tía Chon se santiguaba, ella me tenía en un pedestal y pensaría que
como se iban a llevar ahora a su sobrino Juan Jesús ¡dios mío! Mi madre llegó después
con la silla y al ver a todos riendo dijo que pasaba. Entonces tío Urbano Colás
dijo “Callaros muchachas, callaros. Que no se entere la Gloria que si
no le da una encarmación (disgusto) y tenemos títeres con el muchacho”. Lo de que teníamos
títeres era una expresión como que iba a echarme una buena bronca mi madre.
Por si alguien no lo
sabe, solo del grupo tía Chon era mi verdadera tía (hermana de mi madre). El
resto de mujeres, el llamarlas tías era por una cuestión de respeto hacia las
personas mayores. Lo mismo pasaba con los hombres.
Aquí hemos visto la
historia de la pedida de mano, aquello de lo que el experto hablaba. Pasamos a
la siguiente que está relacionada con la forma de ligar con las mozas (según el
experto).
Y ahora un recuerdo de
La Picaraza y del experto bailando con una chica. Yo bailaba justo al lado con
una chica de Plasencia alta, muy alta. Vamos que estábamos bailando y el
susodicho no tuvo otra ocurrencia que decir más que hacíamos una buena yunta,
aquello me sentó fatal, y la chica no te digo. El muy chuleta bailaba recuerdo
con una mano, la derecha la llevaba suelta, como diciendo aquí estoy yo.
Bailaba sin ton ni son, como en zigzag, vamos con mucho remeneo,
pero con poco garbo y salero. Yo templao,
sereno, marcando el paso. Hombre si era experto y veterano se esperaba más de
él, ¡digo yo! Pero es que aquel hombre parecia desmangajao.
La cosa avanzaba y
pasamos todas las fases, arrimao, el pelo y tal y tal. Y cuál fue
mi sorpresa cuando vi que para besar a su chica el experto cogió aire cual
buceador se va a sumergir en las profundidades de las fosas marianas y con los
carrillos hinchados y los labios cerrados intentó un beso de película. Y
aquello ya me quitó la venda y pensé que el tal experto no lo era, y eso que no
quiero contar (por educación y respeto) todo el repertorio que nos dijo para
hacer el amor con una mujer.
Y ahora la última
historia de un baile que me dejó laero.
Aquella noche de domingo
prometía, la cuadrilla pasamos de los vinos por la mañana al tardeo, que como
de costumbre cerrábamos en el Bar Juventud. Allí enlazamos ya con el atardecer
bebiendo unos coñacs con cola, yo había comprado un Fortuna mentolado, era
domingo gordo y esa noche sería una nochentera de esas. Me gustaba abrir las
discotecas, y como no, también cerrarlas. Sobre eso ya contaré algunas
historias, ahora vamos a lo nuestro. ¿Por dónde iba ya? Ah, sí, que era domingo
gordo y que nos íbamos de fiesta.
Comienza la discoteca
Mocambo y los bailes, era un no parar. En la barra estábamos un grupo de amigos
y amigas y contaba precisamente la historia de la pedida de mano anterior.
Risas, más risas y cachondeo, pero yo aun recordaba los aginos que pasé.
Después de bailes de
discoteca, pop y rumbas, comienzan los lentos. Y por si algún lector joven no
lo sabe, antiguamente se bailaban lentos en las discotecas. Es que era la mejor
forma de ligar, bailando, no como ahora que baila cada uno separao.
En una de esas,
estábamos en la barra y un amigo (pongamos Manuel, nombre ficticio), me dijo:
Cuando sean los lentos vamos a cortar a unas chicas, a ver si
esta noche ligo, si bailamos a la primera te invito a una cerveza. Dicho y
hecho. Pero antes de nada, tengo que volver explicar que ir a cortar era ir a
sacar a bailar a las chicas, que estaban bailando juntas y esperaban (si les
apetecía por cierto) a que algún chico las sacará a bailar. A veces ellas se
iban dando la vuelta y se hacían las remolonas hasta que emparejaban con el
chico que querían y luego bailábamos.
Tengo que decir que lo
hacíamos de forma muy respetuosa y que se bailaba con chicas que te gustaban,
con amigas o con alguna chica que conocías.
Entonces bailamos con
dos amigas que por supuesto aceptaron de buen agrado la invitación. No bailamos
más porque el amigo bailaba muy rápido y la chica acabó medio mareada de
tanto remeneo, por lo que paramos. Ya continuando con los lentos
mirábamos las chicas y me dijo “Si te atreves a bailar con aquella que
tiene los ojos deslumbrantes te invito a una cerveza”. Y es que
entonces habían puesto aquella luz ultravioleta que dejaba a la gente con los
ojos muy blancos y los dientes ya no te digo nada más, si tenias buena
dentadura parecías una luciérnaga.
Y saqué a bailar a una
chica que estaba sentada que tenía unos enormes ojos y una dentadura que
brillaba como si anunciara Profiden o Colgate (realzados por aquella luz
ultravioleta), mi amigo levantaba la cerveza y decía gesticulando “Tas
ganao una birra”. La amiga de ella que estaba al lado cuando me
percaté le hacía la señal de ok, como diciendo “Te lo has ligao”.
Termina el baile y ella
me pide seguir bailando, yo como un caballero acepté la invitación. Me extrañó,
ya que se lo iba a pedir yo y se me adelantó, cosa que me gustó. El amigo
gesticula de nuevo “Ya tas ganao otra birra campeón”, la amiga ya tenía a su
lado a otras hablando del tema.
Entonces yo dije para
mí, antes de que acabe el baile le pido seguir, y eso hice. Aceptó de buen
agrado, y he aquí que empieza a continuación aquella canción de los veinte minutos
que muchos recordaran, aquella en la que sonaba el bolero “Reloj no marques las
horas”. Ya aquello prometía, ya como decía el experto las manos se relajaron y
se empezó a separar el pelo de la oreja.
Yo poco a poco me arrimo y
ella hizo lo mismo, pero con tanta fuerza que me tenía con la cabeza laera (de
lado) que no podía ni menearme. Tanto que cuando terminó la canción no podía
enderezar el gañón (cuello) y tuve que irme de la discoteca.
Ella insistía en seguir bailando, pero me había dejado una torticolis de
narices. Me fui a por las cervezas que me había ganado y ya con el amigo y una
amiga le dije lo que me había pasado. Se reían sí, Pero a mí me había
dejado laero (con el cuello torcido) para una semana. Ya podía
el experto haber avisado de tal circunstancia hombre.