Recuerdo una noche al comienzo del verano, donde la luna aparecia emergiendo entre los tejados para dejarnos su imponente presencia. Donde las sabias palabras de las personas mayores aconsejaban serenamente a unos inquietos jovenzuelos que jugaban acalorados en la calle.
Donde las historias que contaban de tiempos pasados hacían brillar aquellos ojos con tanta fuerza, que parecían estar viviendo el instante que narraban.
Y recuerdo como sentado en el suelo escuchaba sin pestañear cada palabra, cada momento y el sentimiento que albergaba.
Y observador y curioso por naturaleza preguntaba una y otra vez. Quería saber más del pasado, quería aprender de esas vivencias.
Y un día pregunté - ¿y donde está la Vereda de los Valientes?-
Y una persona mayor esbozando una sonrisa me respondió.
- ¿y como sabes tu de esa vereda?-
- La he oido comentar muchas veces y me entusiasma saber donde estaba y porqué así se llamaba.-
- Esa vereda será la que deberás escoger en la vida-, me contestó, y relató historias pasadas de hombres nobles y valientes de un pueblo llamado Montehermoso.
A Miguel Garrido Domínguez, un hombre sabio de Montehermoso