Joaquín Sorolla. Extremadura. El Mercado. Hispanic
Society of America
Este
año se conmemora el centenario del cuadro Extremadura
El Mercado, esta magnífica obra que fue pintada por Sorolla entre octubre y
noviembre del año 1917 es un cuadro de grandes dimensiones que representa a
Extremadura y que forma parte de la exposición de 14 grandes lienzos de la
serie “Visiones de España” que le encargó el magnate norteamericano Archer Milton
Huntington. En él se refleja un día del típico mercado de los martes en Plasencia
con tres
paisanos de Montehermoso ataviados a la antigua usanza y cuatro mujeres y una
niña con el traje típico de Montehermoso, luciendo todos ellos la
indumentaria tradicional entre una piara de cerdos en primer plano, y al fondo
el conjunto monumental de la ciudad de Plasencia, su
Catedral, el Palacio del Obispo y el Puente de Trujillo al fondo. Esta obra
ocupa un lugar preferente en salón principal de la Hispanic Society of America
en New York.
Esta
pintura que tantos desvelos me ha traído para averiguar pequeños detalles de
ese momento histórico, sigue siendo mi preferida. No quiero olvidar la figura
de Santiago Martínez Martín, el discípulo favorito de Sorolla que tanto tuvo
que ver en la grandiosidad de este cuadro. Llevo tiempo investigando y reparando
en detalles que muchas veces pasan desapercibidos en las fotografías antiguas,
especialmente en las imágenes costumbristas de los montehermoseños que aparecen
en el cuadro de Sorolla. He podido indagar en toda la secuencia histórica que
rodeó a esta magnífica obra que realizó el gran pintor en la ciudad de
Plasencia en el año 1917 en la que aparecen tipos singulares que le sirvieron
de inspiración para la recreación del cuadro final, investigando además sobre
la vida de estos modelos que se convirtieron en inmortales.
Gentes de Montehermoso en 1910
Montehermoso
en el año 1917
Uno
de los acontecimientos que marcan este período a nivel nacional es la Crisis de
1917 y Montehermoso no se libra de este suceso. Convergen tres graves desafíos
en ese año en España que hicieron peligrar el gobierno: el movimiento militar
(se crearon las Juntas de Defensa), el movimiento político (Asamblea de
Parlamentarios) y el movimiento social (se convoca una huelga general. La
crisis de 1917 se encuadra en la Crisis de la Restauración. Todo ello coincidió
con la Primera Guerra Mundial que comenzó el 28 de julio de 1914 y finalizó el
11 de noviembre de 1918.
Epidemias
y enfermedades
En
los albores del siglo XX se produce un importante incremento de la tensión
social a raíz de varias crisis causadas por enfermedades epidémicas como la
peste, el cólera, la fiebre amarilla, la viruela, el tifus, la tuberculosis, el
paludismo, la epidemia del sueño y la gripe española. Las condiciones de
salubridad no eran las más adecuadas, lo que hacía más fácil la proliferación
de enfermedades infecciosas. No existía suministro de agua potable ni de
alcantarillado.
Este
periodo se caracterizaba por los graves problemas de salud y las numerosas
muertes ocasionadas por estas epidemias que eran originadas por enfermedades altamente
contagiosas que se transmitían con rapidez y que a su vez aumentaban debido a
los deficientes servicios sanitarios. En el pueblo de Montehermoso nos
encontramos con un curioso vocabulario que denominaba de una manera peculiar a
diversas epidemias y enfermedades.
Montehermoseño a principios de siglo XX
Victorio Garrido Garrido (1908)
Una
de ellas era "La Pelresia"
que era ni más ni menos que un ictus. La perlesía (el nombre correcto) es la
privación o disminución del movimiento de partes del cuerpo. También puede ser
la debilidad muscular producida por la edad o por otras causas como un ictus. "El dolor miserere" un cólico
o una peritonitis, también conocida como "La pendi". "El andancio" cuando había un
virus que producía vómitos y diarreas.
Y
la "Enfermedad de la moda",
que era la gripe española que apareció en 1918 y duró hasta 1920, causando una
gran mortandad a nivel mundial. La llamaban así porque la gente decía - vaya
una moda que ha venido, se muere la gente una tras otra. Venimos de enterrar a
uno y ya suena el din, dan de las
campanas. ¡Ya cayó otro!”.
Pero
centrándonos en el año 1917, nos encontramos con una de las peores epidemias de
la historia, donde murieron millones de personas por una extraña enfermedad que
dejaba a la gente en un período de inconsciencia parecido al sueño y del que muy poca gente
lograría sobrevivir. Era la “Epidemia del
Sueño” o encefalitis letárgica. Esta rara enfermedad que coincidió en el
tiempo con la gripe española, no logró remitir hasta el año 1928. Y
es que cuando había epidemias y enfermedades contagiosas, en Montehermoso se
tenía por costumbre quemar toda la ropa del fallecido para evitar que
contagiara a la familia.
Montehermoseños. Leonor Galindo Mesa y Jacinto Galindo Morcillo
La
Crisis de Subsistencia y la economía en Montehermoso
Las crisis
de subsistencia fue un periodo de escasez de alimentos debido a las malas
cosechas producidas por la sequía que llegaron a producir hambruna en la
población, llegando a provocar la especulación del trigo y de otros productos
básicos. Estos ciclos de sequía que duraron varios años, venían a la vez
acompañados de epidemias que causaban grandes estragos en la población. Las
cosechas fueron malas y se incrementó de manera considerable el precio del
trigo y otros productos, lo que dio origen a la especulación.
La
economía de Montehermoso era básicamente agraria y ganadera y se caracterizaba
por su elevada dependencia de las condiciones atmosféricas, que en aquella
época carecían de mecanización y necesitaban mucha mano de obra para poder
coger las cosechas. Todo se conseguía con muchísimo esfuerzo y trabajo, y
conllevaba que toda la familia y allegados participaran en las labores del
campo y se ayudaran mutuamente.
Los montehermoseños en el Mercado de Plasencia
Los paisanos
que tenían pequeñas huertas en las Vegas del Alagón y en las inmediaciones del
pueblo, acudían cada martes al mercado de Plasencia a vender sus productos,
atravesaban el río por los diferentes vados y cuando el caudal subía lo
cruzaban en La Barca situada en El Galapagar.
Algunos
montehermoseños, principalmente hombres, salían por la tarde después de comer y
cargar la mercancía. Muchos tenían que ir andando porque no podían montar, ya
que solían llevar los serones cargados con las verduras, hortalizas o la fruta
de la temporada. Los productos más delicados los llevaban encima, caso de las
lechugas, pimientos o tomates, y las sandias, melones y ajos abajo, cuyas “ristres” eran muy apreciadas en el
mercado. En otras ocasiones utilizaban para el transporte banastas, cestas y
también llevaban sacos. En verano las caballerías iban con cajas llenas de
deliciosas brevas o higos en mitad del aparejo.
Cuando
se juntaba un grupo, iniciaban el camino contando anécdotas e historias
antiguas para hacer más llevadero el camino. Los más jóvenes conversaban entre
ellos sobre las mozas que pretendían, la familia de la pretendiente, y la
disposición que podrían tener los padres a que se emparejaran con sus hijas.
Una
de las historias más curiosas relacionadas con los viajes de los
montehermoseños a Plasencia es la de “Tía
Matea Galana”, que se vestía como un hombre y se ponía un cigarro en la
boca. Esto lo hacía para que no la conocieran, ya que temía que, al ser mujer,
pudieran hacerle daño o meterse con ella. Cuentan los testimonios que cuando se
encontraba de noche con alguien en el camino solía poner una voz fuerte y
varonil y con el cigarro en la boca decía “Buenas
noches”. Con el paso del tiempo la gente se enteró de esta circunstancia y
luego la esperaban para que viajara con el grupo y le decían “Venga vamos Matea” y entonces empezó a
viajar tranquila.
Al
pasar Carcaboso, a la altura del actual cruce de Pradochano, cogían una trocha
(atajo) que salía a la izquierda, para luego más adelante llegar hasta una
laguna. Pasaban dejando a su derecha el Camino
de Los Pajares de San Pedro, la Dehesa de San Pedrillo El Raso y la Dehesa de
Berrocalillo. Y a su izquierda, San
Pedrillo de Arriba y la Dehesa de Los Palacios.
Luego
cogían otra trocha hasta el Puente de San Lázaro y desde allí a La Puerta de
Coria para llegar a la plaza. Ya bien entrada la noche descargaban la mercancía
y dormían en mantas o sacos, utilizando muchas veces los serones como
improvisado colchón. Por la mañana se lavaban la cara en los bares y después de un café, un buen trago de aguardiente para
soportar el duro día que se les venía encima.
Montehermoseña en Plasencia. Asunción Alcón Gil
Con
el paso del tiempo dejaron de dormir en la plaza, ya que no estaba bien visto.
Aunque eran muy madrugadores y antes de “clarear”
ya estuvieran arriba, a esas horas ya había gente por la plaza. Entonces
empezaron a quedarse en las posadas, una estaba ubicada en la Plaza de Abastos,
se llamaba La Cisterna, allí dormían
en mantas y sacos de paja. Durante el mercado dejaban las caballerías en la
calle Trujillo a poca distancia de la plaza.
Con
el transcurrir de los años, toda la gente que quisiera vender en el mercado
tenía que alquilar unas “romanas” para pesar la mercancía que traían. Era en
alquiler y al terminar la jornada se devolvían, esto se hacía para evitar que
nadie que vendiera en el mercado adulterara las medidas de peso.
Al
acabar el mercado, de nuevo aparejaban las caballerías y ya más ligeros de peso
podía ir montados y si el día había sido bueno, los mozos lo celebraban
cantando. No sin antes haber regado el estómago con unos tragos de vino o
aguardiente.
“Menos
mal que venían juntinos, que si no el mi hombre no llegaba a casa, porque para
una vez que vino solo, se cayó de la mula por venir un poco “pintojo” del vino
que bebió en la taberna al terminar”.
Esto
comentaba una mujer mayor sobre las peripecias de aquellos tiempos. Contaban
los placentinos que era muy habitual ver a un grupo de mujeres vestidas de
negro que se situaban en los portales del ayuntamiento. La mayoría de ellas
eran viudas que vendían huevos y que se reunían juntas para viajar hasta
Plasencia.
Los paisanos de Montehermoso en el cuadro de Sorolla y
sus oficios tradicionales
Montehermoso
siempre ha destacado por ser un importante núcleo artesanal en Extremadura.
Aunque muchas de las artesanías y oficios tradicionales han desaparecido, en el
pasado había varios talleres que por sus características eran únicos y exclusivos,
y que con el paso del tiempo fueron adquiriendo identidad propia, asociados a
la historia y formando nuestras señas de identidad, siendo un fiel reflejo de
nuestra idiosincrasia y nuestra cultura tradicional.
Los
oficios tradicionales y la artesanía de Montehermoso conforman uno de los
activos históricos y culturales más importantes de la región, siendo la
manifestación más tangible del patrimonio cultural inmaterial. La
salvaguardia de este patrimonio, debe garantizar que la artesanía tradicional
se siga transmitiendo a las generaciones futuras como medio de expresión y
conservación de la identidad cultural.
Vendedores de cencerros y cestería en el mercado de los martes,
Plasencia
Museo Sorolla. Nº inv. 83061
Los
Cencerreros o Campanilleros
En Montehermoso trabajaban en diferentes oficios
artesanales, como es el caso de la familia Iglesias que fabricaba cencerros en
el arrabal de La Cañada y que no faltaba a la cita en Plasencia cada semana. La
venta la hacían principalmente los martes, donde nunca faltaban al mercado
semanal de Plasencia al que acudían pastores, cabreros, vaqueros y ganaderos de
otros pueblos y comarcas para comprar los cencerros para el ganado. También se
desplazaban a las principales ferias ganaderas de la zona donde eran muy
conocidos y respetados.
En
su primera a visita a Montehermoso en 1928, Ruth Matilda Anderson inmortalizó
con su cámara varias imágenes que muestran el procedimiento y fabricación de
los cencerros en la fundición que la familia Iglesias tenía en el arrabal del
pueblo, allí trabajaba Pedro Iglesias Garrido con sus hijos Genaro, Ramón,
Felipe y Cecilia. Es entonces cuando le dice a Ruth que él fue el modelo que
aparece con su mujer en la famosa fotografía de Jean Laurent, con motivo de la
boda de Alfonso XII y María de las Mercedes en 1878.
En
su segunda visita a Montehermoso en 1949, volvió a visitar la fábrica de cencerros
y campanillas donde habló con Genaro Iglesias Gordo, uno de los modelos que
aparecen en el cuadro de Joaquín Sorolla “El Mercado”. Su hijo Eulogio Iglesias
Galindo regentaba junto a su mujer Cecilia Garrido el bar donde Ruth Matilda
Anderson y Frances Spalding almorzaban cada día y les recordó que ya visitaron
esta fábrica en su primera visita cuando él era un niño. Eulogio tenía entonces
34 años de edad.
El
miércoles 12 de julio de 2017 tuve la ocasión de hablar con su viuda, una
encantadora mujer de 100 años, que todavía recordaba a aquellas dos mujeres
americanas que la visitaron junto a otro hombre que también recordaba “era de
fuera”. Con una sonrisa le vino a la memoria como les ponía en el bar una
palangana para que se lavaran las manos y como ellos miraban extrañados al ver
que utilizaban un jabón de papel que nunca habían visto y que luego tiraban.
También recordaba que les dejó una habitación para transcribir sus notas y
apuntes y como agradecían las buenas comidas que les preparaba con productos de
la huerta, lo que le gustaban los huevos con patatas y aquellas latas de
conservas que traían en sus viajes.
Jacinto Galindo Morcillo. Uno de los modelos de Sorolla
Jacinto
Galindo Morcillo (Tío Jacinto Sartén, el herrero)
Por lo que pude investigar de los paisanos que
aparecen en el cuadro de Joaquín Sorolla, Extremadura. El mercado. Jacinto
Galindo Morcillo siempre ponía su puesto los martes en Plasencia junto a los
campanilleros de la familia Iglesias, con los que le unía una buena amistad.
Jacinto vendía tenazas, cucharas, calderos, trébedes, escobas, martillos,
cadenas, hoces, sellos para el pan, además de varios utensilios domésticos y
para el trabajo del campo que fabricaba en su fragua situada al lado del
“Boquerón”. También vendía sartenes, de ahí su apodo "Tío Jacinto
Sartén".
Me
contaba su nieta Priscila que cuando eran pequeñas y sus nietas jugaban en la
fragua y le rompían alguna tenaza, él en castigo les mandaba coger el fuelle,
algo que en lugar de molestarles, les gustaba y hacían encantadas.
La
fragua era una pequeña estancia a la que se accedía por un estrecho pasillo de
1,10 metros de ancho por 4 metros de largo en el cual colgaba muchos de los
utensilios que fabricaba. A continuación, estaba la fragua que media unos 2,30
metros de ancho por 5 metros de largo y donde el hacia la mayor parte del
trabajo. Esta zona daba acceso a un corral que aun contiene el granado y los
olivos que tenía en el exterior.
Las
hueveras
También era muy importante el papel de las hueveras,
ya que eran muchas las que a lomos de las caballerías acudían al mercado a
vender sus huevos frescos y otros productos de la huerta. Estas mujeres que
solían ser viudas se dedicaban a comprar los mejores huevos por el pueblo, en
el campo y en las dehesas cercanas, para luego en casa limpiarlos y
seleccionarlos con mimo y cuidado. A continuación, los colocaban en paja limpia
para no dañarlos en el transporte y que estuvieran listos para venderlos en el
mercado.
Estos paisanos de Montehermoso eran gente noble y
valiente de pieles curtidas por el sol trabajaban muy duro todo el año para
poder sacar adelante a sus familias y durante mucho tiempo estrecharon
relaciones con los vecinos de la ciudad del Jerte, lo que hizo que a lo largo
de la historia se crearan unos importantes lazos históricos y comerciales entre Montehermoso y Plasencia.
Sorolla en Plasencia
Hermanos Diaz, 1917
Los
modelos del cuadro Extremadura. El
Mercado
La
Gorra de Montehermoso es conocida a nivel mundial y todo ello se lo debemos
principalmente a Joaquín Sorolla, que inmortalizó en el año 1917 en su cuadro Extremadura. El Mercado a un grupo de
hombres y mujeres de Montehermoso que iban ataviados con su vestimenta
tradicional.
Ese
fue el comienzo del éxito internacional del traje típico de Montehermoso y de
su famosa gorra que años más tarde plasmaron grandes maestros de la
fotografía como José Ortiz Echagüe (1931) o Ruth Matilda Anderson (1928 y
1949). Anteriormente pudimos ver las imágenes más antiguas del traje típico de
Montehermoso en las fotografías de Jean Laurent en la boda de Alfonso XII y
María de Las Mercedes (1878) y de Luis Tarszensky, el Conde de Lipa en 1867.
En las obras
de Sorolla, intentaba plasmar la imagen que tenía de España y que quería
trasladar al público. Los paisajes, monumentos y los tipos de cada región con
sus trajes típicos tradicionales y sus rasgos identitarios. Era una manera además de exponer y recuperar
la indumentaria tradicional como una de las señas de identidad de las
diferentes regiones de España. El pintor también utilizaba la fotografía como
documento histórico y como una importante herramienta de trabajo que le
permitió visualizar las imágenes que quería crear en sus lienzos. Para ello
estuvo viajando durante años y recorriendo la geografía española para retratar
los paisajes, monumentos y personas que formarían parte de su particular
perspectiva de los lienzos que conforman la seria “Visiones de España”. Algunas de las fotografías en Plasencia le sirvieron
para hacer varios bocetos de los paisanos de Montehermoso y de la ciudad del
Jerte. También es posible que en esas fotografías (probablemente
realizadas por su hijo que le acompañaba en aquel viaje) viera a los montehermoseños
que finalmente fueron sus modelos, basta con ver algunas de las imágenes para
ver el parecido con el resultado final del cuadro. Si
hay constancia de que conocía el singular traje típico de Montehermoso, ya que
tenía las fotografías de un grupo de montehermoseños y de una pareja realizadas
por Jean Laurent con motivo de la boda de Alfonso XII y María de las Mercedes
en el año 1878. (Díaz Pena, 2011: 286-292).
Vendedores de cencerros en el mercado de los martes, Plasencia
Museo Sorolla. Nº inv. 83041
Sorolla viaja por primera vez a Plasencia en enero de
1917, viene desde Sevilla, pasando por Mérida y Cáceres. Llega a la ciudad del
Jerte el martes 9 de enero, día en que se celebraba el tradicional mercado
semanal. Este hecho motivó que aprovechara tal circunstancia para conocer a las
pintorescas gentes de Montehermoso, algunas de las cuales luego le sirvieron de
modelos. El frío húmedo de aquel duro invierno de los primeros días de 1917, le
hace regresar al día siguiente a Madrid. Su idea ya estaba concebida, visitó el
mercado de los martes y había fijado su atención en los paisanos de
Montehermoso que acudían vestidos con su indumentaria tradicional, dando un
toque distintivo al ambiente que rodeaba la Plaza.
Hicimos el viaje en automóvil desde Sevilla, vimos Mérida; el teatro romano es una cosa interesantísima y muy hermosa. La ciudad nada de particular.
De allí fuimos a Cáceres que es muy hermoso de monumentos del siglo XV, dormimos allí y por la mañana a las 12 tomamos el tren para venir a este pueblo (Plasencia).
Este es menos importante que Cáceres, pero es más amable, más íntimo, sólo que enormemente húmedo, pero como quería conocer a las gentes de Montehermoso, aquí las he visto esta mañana y son en extremos curiosos ellas y ellos. Sólo bajan los martes y esta mañana he andado de firme. Como la temperatura no es la propicia para andar por estas tierras he decidido regresar mañana a Madrid, y esperar ocasión más oportuna pues es muy molesto el frío húmedo”. (Lorente, Pons Sorolla y Moya, 2007-2008: 294).
Hay
que destacar que a Sorolla cuando regresó a Plasencia el 21 de octubre en
otoño, le quedaba una tarea nada sencilla para poder comenzar el trabajo que
tenía en su cabeza, convencer a un grupo de paisanos de Montehermoso para que
posaran para él y así poder culminar su obra sobre Extremadura. La escena del
mercado la tenía pensada desde el primer viaje y en varios de sus bocetos
dibuja los modelos y posturas que refleja en su obra y que además aparecen en
varias de las fotografías realizadas del mercado, entre las que figuran algunos
de los paisanos que salen en el cuadro. Los modelos elegidos eran muy conocidos
en el mercado, por un lado, un representante de la familia Iglesias de gran
tradición artesana, un herrero, varias hueveras y otras personas que estaban
emparentadas con ellos y que acudían cada martes a Plasencia.
Hombres y mujeres de Montehermoso en el mercado de los martes,
Plasencia
Museo Sorolla. Nº inv. 83064
Fernando
Sánchez-Ocaña Silva le recordó que conocía a algunas personas del pueblo que
acudían al mercado. Así fue como localizó a Rafaela Garrido Roncero que vendía
huevos los martes y a la que le encomendó la tarea de buscar a un grupo de
mujeres y hombres vestidos con sus mejores galas para pintarlos en un cuadro
por un jornal de 5 pesetas por día y corriendo con los gastos de la posada. Al
final pagó 80 duros a los modelos Montehermoseños. Genaro Iglesias gordo que
también estaba entre el grupo de paisanos, tenía muy buena relación con el
entonces alcalde Plasencia, aunque siempre decía que la cara que aparece de él
en el cuadro no es la suya.
Y
ya se pueden imaginar el revuelo que este acontecimiento causó en el pueblo. Muchos
montehermoseños al saber que un pintor famoso daba un buen jornal por posar
para ser pintados en un cuadro, enseguida se ofrecieron también. Y es que en
aquella época como comentamos al principio se pasaban muchas penurias y la
gente subsistía a base de mucho esfuerzo. De este hecho dio cuenta Sorolla en
una de sus cartas a su esposa Clotilde, donde le decía lo siguiente:
Al
llegar tenía miedo a que no encontrara modelos…hubo necesidad de poner coto
porque el pueblo en masa estaría en Plasencia a estas horas, y yo arruinado.
(Lorente, Pons Sorolla y Moya, 2007-2008: 320).
Los
modelos de Montehermoso llegaron a Plasencia el 25 de octubre, donde ya por la
tarde posaron para el pintor y regresaron a Montehermoso el 2 de noviembre. El
cuadro se empezó a pintar ese mismo día y debido a las inclemencias del tiempo
solo pudo trabajar en Plasencia hasta el 4 de noviembre, para posteriormente
terminarlo en su estudio de Madrid.
Los
montehermoseños que aparecen en el cuadro son: Rafaela Garrido, Marcelina
Domínguez garrido, Isabel Galindo, Fructuosa Sánchez Garrido (la niña), Genaro
Iglesias, Jacinto Galindo, Rafael Galindo y Matilde Galindo.
Vendedores de cucharas de palo en el mercado de los martes,
Plasencia
Museo Sorolla. Nº inv. 83048
Donde
se citaban para pintar
En
Plasencia, Sorolla trabajó en el jardín de Las Algeciras, junto a la fuente, en
los cachones del Jerte y en el Puente Trujillo donde enmarcó finalmente Extremadura.
El Mercado. La obra en la que refleja la hermosa luz del otoño no fue acabada
en Plasencia, ya que finalmente (creo que ante su enfermedad, ya que se cogió
un buen resfriado) la terminó en su casa de Madrid.
Realizó
bocetos de los montehermoseños y montehermoseñas con sus trajes de gala, sus
gorras, sombreros y zamarras, todos vestidos a la antigua usanza. Además,
también plasmó otros bocetos con una piara de cerdos cerca de río para
añadirlos al cuadro. Cuando llovía o estaba nublado dejaba de trabajar porque
le cambiaba la luz y no podía plasmar su luminosidad en el lienzo. Su ayudante
Santiago Martínez Martín tuvo mucho que ver en el detalle de la visión del
conjunto monumental de Plasencia que forma parte de la escena de la obra.
La
enfermedad le estaba pasando factura al genial pintor, un resfriado cogido en
esos días de otoño le producía un cierto desasosiego y malestar, algo que los
propios montehermoseños notaban y con sus bromas y gracias intentaban mitigar,
aunque su discípulo Santiago no perdía nunca la sonrisa y la amabilidad.
El
cuadro de La Marcelina
Joaquín
Sorolla pintó a Marcelina Domínguez Garrido (“Tía Marcelina Carrasca”) en
aquellos días lluviosos en los que no podía continuar con su magnífica obra Extremadura.
El Mercado, este hecho pudo llevarse a cabo el 30 de octubre, según recoge su
correspondencia. Esta mujer noble y valiente representaba el carácter de la
mujer montehermoseña. Su gracia, arte y salero hacia más llevaderas las
intensas horas de trabajo posando para el genial pintor. Quien le iba a decir a
Marcelina la importancia que tendría el cuadro de Sorolla a nivel mundial. No
quería salir en el cuadro, ella dijo al principio “que no la pintaba nadie, que
ella era muy decente” (estaba viuda y creía que por aquel entonces eso estaría
mal visto). El alcalde tuvo que enviarle aviso para calmarla y por fin a los
pocos días de la llegada de Sorolla, vinieron ella y algunos paisanos más,
dispuestos a posar para el artista.
La Marcelina. Montehermoso
Joaquín Sorolla Bastida, 1917
Óleo sobre lienzo. 104 x 80,5 cm.
Colección Pérez Simón, México
A
Marcelina le tenían especial cariño por su simpatía y viveza, cuando Sorolla le
decía que se colocara el pañuelo ella no paraba de gesticular con el particular
salero de las montehermoseñas y cuando por fin se lo colocó enlazado a su
barbilla se dispuso a pintarla tal y como posó. Este cuadro se lo regaló el
pintor a la familia Sánchez-Ocaña Silva y durante mucho tiempo era la
admiración de todo aquel que pasaba por esta casa y veía el cuadro desde la
ventana, en especial de los paisanos que veían con admiración y orgullo “el
retrato de la Marcelina”. Esta mujer vivaz y valiente tenía un horno para hacer
pan para los vecinos. En una de las visitas De Ruth Matilda Anderson a
Montehermoso le comentaba como posaron para Sorolla.
“¡Ay
madre, cuanto nos cansábamos! Posábamos desde las 10 a las doce de la mañana
mientras pintaba. Salimos en el cuadro como éramos, lo mismo que el color de
nuestros vestidos. En el grupo Genaro Iglesias vestía la zamarra de cuero, a la
izquierda está Matilde Galindo. La niña es Fructuosa Sánchez Garrido, luego
está Isabel Galindo, y luego su criada. Jacinto Galindo estaba en el cuadro,
pero no en la fotografía, asimismo Rafaela Garrido y Rafael Galindo. Tuvimos
que posar de muchas maneras y esto nos cansaba, pero ellos nos mantenían de
buen humor; el señor Santiaguito (Santiago Martínez Martín.) estaba siempre
alegre”. Spanish Costume, Extremadura - Ruth Matilda Anderson - The Hispanic
Society of America. New York, 1951: 157).
Como
iba a pensar Marcelina que este cuadro viajaría luego a América y sería visto
por miles de personas. Cuantas veces contó esta historia a su familia, sobre
todo a sus nietos que se quedaban escuchándola entusiasmados.
Los
cuadros de Santiago Martínez Martín sobre las montehermoseñas
Durante años
estuve indagando tras la pista de un cuadro que realizó Santiago Martínez
Martín (discípulo de Sorolla) a una de las montehermoseñas, ya tenía constancia
de otra ilustración que apareció en la revista La Esfera, pero llevaba tiempo intentando conseguir información. Su
título es “Campesina de Montehermoso”, y en ella aparece una mujer
montehermoseña posando con el traje tradicional, llevando de tocado una gorra
de espejo sobre el fondo de la ciudad de Plasencia y el Puente de San Lázaro.
Montehermoseña
Santiago Martínez Martín, 1917
Revista La Esfera
La modelo
del cuadro es Matilde Galindo Carpintero, que aparece sentada en la imagen con
la mano izquierda en la cadera y en la derecha portando un pañuelo. Como
curiosidad, indicar que según la propietaria del cuadro, se pintó años después
de haber estado en Plasencia, pues al parecer la primera versión pintada en
1917 no le gustó y después hizo ésta. A Santiago Martínez Martín los
paisanos de Montehermoso le llamaban afectuosamente “el señor Santiaguito”, ya
que lo apreciaban enormemente por su buen humor y simpatía en las largas horas
que estaban posando como modelos en el Jardín de Las Algeciras.
Campesina de Montehermoso
Santiago Martínez Martín, 1917
Óleo sobre lienzo. 104 x 80 cm.
Colección particular
El
pintor Santiago Martínez Martín fue uno de los discípulos favoritos de Joaquín Sorolla al que conoció en
Sevilla en el año 1914. El joven pintor sevillano ya destacaba en varias
facetas más como la de redactor artístico de la revista del Ateneo o diseñador
en la Exposición Iberoamericana de 1929. Su manera de pintar llamó la atención
de Sorolla y le invitó a acompañarle a su viaje a Plasencia en 1917 para
realizar el panel dedicado a Extremadura. Esto fue el inicio de una gran
amistad y hay que reconocer que gran parte de la obra debe mucho a Santiago
Martínez Martín, ya que fue una gran ayuda para el gran maestro valenciano. En
Plasencia tuvo la oportunidad de pintar el cuadro de una montehermoseña vestida
con su traje tradicional y con su peculiar gorra. Los montehermoseños lo
recordaban con alegría y destacaban en él su amabilidad, simpatía y decían que
era una persona humilde y sencilla.
Santiago Martínez pintando en Plasencia
Hermanos Díez, 1917
Museo
Sorolla. Nº inv. 81410
La
Gorra y el traje típico en la cultura tradicional de Montehermoso
El
pueblo de Montehermoso ha conservado a lo largo de los siglos un modo o forma
de vida con costumbres y tradiciones que nos han transmitido de generación en
generación y que están fuertemente enraizadas en una serie de rasgos y patrones
culturales que lo hacen merecedor del distintivo de “Cuna del tipismo
extremeño” y “Estandarte del folclore y la cultura tradicional”. Nuestra
cultura y nuestras señas de identidad nos identifican por la forma en que
conservamos ritos y antiguas tradiciones que en otros lugares han quedado en el
olvido. Ha sido nuestro modo de vida y el saber conservar y transmitir estos
conocimientos ancestrales los que nos hace diferentes.
La
sabiduría del pueblo se transmite en nuestro folclore, nuestras costumbres y
tradiciones que forjaron nuestra historia, la forma de sentir nuestra tierra y
de conservar nuestra identidad colectiva. La cultura tradicional de
Montehermoso es el acervo de expresiones y manifestaciones populares de un
pueblo en aras de la preservación de su identidad colectiva compuesta por
ritos, costumbres, tradiciones, valores, creencias, rasgos fundamentales y
hábitos cotidianos.
Santiago Martínez pintando en Plasencia
Hermanos Díez, 1917
Museo Sorolla. Nº inv. 81409
Este artículo forma parte del texto Los
montehermoseños en el cuadro “Extremadura. El Mercado” de Joaquín Sorolla que
aparece en el catálogo editado con motivo de la exposición “Extremadura en la
mirada de Sorolla. 1917-2017”. Museo de Cáceres, Junta de Extremadura. 2017, junto a el trabajo de investigación La Gorra de Montehermoso: mitos, orígenes y realidades.
Bibliografía y enlaces relacionados
Anderson, Ruth Matilda (1951): Spanish Costume. Extremadura,
New York: Hispanic Society of America.
Díaz Pena, Roberto (2011): Sorolla y la fotografía, Madrid:
Universidad Rey Juan Carlos. [Tesis inédita].
Lorente, Víctor; Pons-Sorolla, Blanca y Moya, Marina (eds.)
(2007-2008): Epistolarios de Joaquín Sorolla. II. Correspondencia con
Clotilde García del Castillo, Barcelona: Anthropos Editorial.
Pulido Rubio, Abundio (2007): Memoria de costumbres y tradiciones
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Isabel Osuna Domínguez (1913 - 2010)