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Los Negritos de San Blas "Tradición Centenaria"

martes, 31 de octubre de 2017

Divulgación ambiental y cultural en Montehermoso


Señoras, Señores, Damas y Caballeros. Estas tres obras que aquí aparecen tienen un importante significado para mí. Y es que en todas ellas aparece reflejado de alguna manera una parte del patrimonio natural y cultural de Montehermoso. Para que esto ocurriera hubo que andar un largo camino lleno de dificultades y de enorme sacrificio. Pero al final, todo ese esfuerzo y trabajo realizado ha tenido al final una merecida recompensa, y no me refiero en lo personal, sino al reconocimiento a la historia, la cultura y el patrimonio natural de un pueblo tan singular como Montehermoso.

Empezamos por el catálogo editado con motivo de la exposición "Extremadura en la mirada de Sorolla, 1917-2017" que podemos ver hasta el 26 de noviembre en el Museo de Cáceres y en el que participo con mi artículo Los montehermoseños en el cuadro “Extremadura. El Mercado” de Joaquín Sorolla, con otros importantes trabajos de investigación de Roberto Diaz Pena, Juan Manuel Valadés Sierra y Daniel Davies-Llevellyn.

Seguimos con el nuevo libro de Paquita Sanchez Gomez "No hay fin en la vida", autora del relato "Simón Giménez Alcón el bandolero extremeño". Donde entre sus 24 relatos cortos, aparece un capítulo dedicado a esta persona que les escribe. Una hermosa sorpresa que describe mi historia, mi filosofía de vida, y mi compromiso con la historia, la cultura y el patrimonio natural de Montehermoso.

Y la publicación de Marcos Vaqueiro Rodríguez, investigador asociado al Instituto Universitario "Isidro Parga Pondal", Universidad de A Coruña, presidente del Club Espeleolóxico A Trapa y miembro del comité científico de pseudokarst de la UIS (International Union of Speleology) y autor de la Tesis Doctoral CAVIDADES NATURALES EN ROCAS MAGMÁTICAS. LAS CUEVAS EN ROCAS PLUTÓNICAS y de numerosas publicaciones especializadas. Aquí podemos encontrar las Cuevas Graníticas de Las Potras en Montehermoso entre los sistemas y cavidades graníticas más importantes a nivel mundial.

domingo, 29 de octubre de 2017

Iglesia Parroquial Nuestra Señora de la Asunción en Montehermoso

Iglesia Parroquial Nuestra Señora de la Asunción en Montehermoso

Panorámicas Lejanas

Vista desde la Cruz de La Ansomá, Atardecer del 16 de enero de 2017


 Vista desde la Cruz de La Ansomá, Atardecer del 16 de enero de 2017
Vista desde la Cruz de La Ansomá, Atardecer del 16 de enero de 2017



Vista desde la Piedra del Tren (Dehesa Boyal de Montehermoso)



Vista desde la Barrera de San Bartolomé

Exteriores de la iglesia

Exteriores de la iglesia. Puerta principal

Exteriores de la iglesia. Puerta principal
Exteriores de la iglesia. Puerta principal



Torre de la iglesia
Detalles de la Torre de la Iglesia

Detalles de la Torre de la Iglesia
Detalles de la Torre de la Iglesia desde la Barrera de San Bartolomé
Detalles de la Torre de la Iglesia con la Sierra de Dios Padre al fondo.
Fotografía realizada desde el Camino de Marina
Detalles de la Torre de la Iglesia con la Sierra de Dios Padre al fondo.
Fotografía realizada desde las Eras Nuevas
Detalles de la Torre de la Iglesia

Fotografías nocturnas con la Iglesia iluminada
Vista de la Iglesia iluminada desde la Barrera de San Bartolomé

Exteriores de la iglesia. Puerta principal
Detalles de la Torre de la Iglesia
Detalles de la Torre de la Iglesia
 Detalles de la Torre de la Iglesia

Gárgolas de la Iglesia Parroquial Nuestra Señora de la Asunción en Montehermoso 







Interior de la Iglesia Parroquial Nuestra Señora de la Asunción en Montehermoso





jueves, 26 de octubre de 2017

Los montehermoseños en el cuadro "Extremadura. El Mercado” de Joaquín Sorolla

Joaquín Sorolla. Extremadura. El Mercado. Hispanic Society of America

Este año se conmemora el centenario del cuadro Extremadura El Mercado, esta magnífica obra que fue pintada por Sorolla entre octubre y noviembre del año 1917 es un cuadro de grandes dimensiones que representa a Extremadura y que forma parte de la exposición de 14 grandes lienzos de la serie “Visiones de España” que le encargó el magnate norteamericano Archer Milton Huntington. En él se refleja un día del típico mercado de los martes en Plasencia con tres paisanos de Montehermoso ataviados a la antigua usanza y cuatro mujeres y una niña con el traje típico de Montehermoso, luciendo todos ellos la indumentaria tradicional entre una piara de cerdos en primer plano, y al fondo el conjunto monumental de la ciudad de Plasencia, su Catedral, el Palacio del Obispo y el Puente de Trujillo al fondo. Esta obra ocupa un lugar preferente en salón principal de la Hispanic Society of America en New York.

Esta pintura que tantos desvelos me ha traído para averiguar pequeños detalles de ese momento histórico, sigue siendo mi preferida. No quiero olvidar la figura de Santiago Martínez Martín, el discípulo favorito de Sorolla que tanto tuvo que ver en la grandiosidad de este cuadro. Llevo tiempo investigando y reparando en detalles que muchas veces pasan desapercibidos en las fotografías antiguas, especialmente en las imágenes costumbristas de los montehermoseños que aparecen en el cuadro de Sorolla. He podido indagar en toda la secuencia histórica que rodeó a esta magnífica obra que realizó el gran pintor en la ciudad de Plasencia en el año 1917 en la que aparecen tipos singulares que le sirvieron de inspiración para la recreación del cuadro final, investigando además sobre la vida de estos modelos que se convirtieron en inmortales.

Gentes de Montehermoso en 1910

Montehermoso en el año 1917

Uno de los acontecimientos que marcan este período a nivel nacional es la Crisis de 1917 y Montehermoso no se libra de este suceso. Convergen tres graves desafíos en ese año en España que hicieron peligrar el gobierno: el movimiento militar (se crearon las Juntas de Defensa), el movimiento político (Asamblea de Parlamentarios) y el movimiento social (se convoca una huelga general. La crisis de 1917 se encuadra en la Crisis de la Restauración. Todo ello coincidió con la Primera Guerra Mundial que comenzó el 28 de julio de 1914 y finalizó el 11 de noviembre de 1918.

Epidemias y enfermedades

En los albores del siglo XX se produce un importante incremento de la tensión social a raíz de varias crisis causadas por enfermedades epidémicas como la peste, el cólera, la fiebre amarilla, la viruela, el tifus, la tuberculosis, el paludismo, la epidemia del sueño y la gripe española. Las condiciones de salubridad no eran las más adecuadas, lo que hacía más fácil la proliferación de enfermedades infecciosas. No existía suministro de agua potable ni de alcantarillado.

Este periodo se caracterizaba por los graves problemas de salud y las numerosas muertes ocasionadas por estas epidemias que eran originadas por enfermedades altamente contagiosas que se transmitían con rapidez y que a su vez aumentaban debido a los deficientes servicios sanitarios. En el pueblo de Montehermoso nos encontramos con un curioso vocabulario que denominaba de una manera peculiar a diversas epidemias y enfermedades.

Montehermoseño a principios de siglo XX
Victorio Garrido Garrido (1908)

Una de ellas era "La Pelresia" que era ni más ni menos que un ictus. La perlesía (el nombre correcto) es la privación o disminución del movimiento de partes del cuerpo. También puede ser la debilidad muscular producida por la edad o por otras causas como un ictus. "El dolor miserere" un cólico o una peritonitis, también conocida como "La pendi". "El andancio" cuando había un virus que producía vómitos y diarreas.

Y la "Enfermedad de la moda", que era la gripe española que apareció en 1918 y duró hasta 1920, causando una gran mortandad a nivel mundial. La llamaban así porque la gente decía - vaya una moda que ha venido, se muere la gente una tras otra. Venimos de enterrar a uno y ya suena el din, dan de las campanas. ¡Ya cayó otro!”.

Pero centrándonos en el año 1917, nos encontramos con una de las peores epidemias de la historia, donde murieron millones de personas por una extraña enfermedad que dejaba a la gente en un período de inconsciencia parecido al sueño y del que muy poca gente lograría sobrevivir. Era la “Epidemia del Sueño” o encefalitis letárgica. Esta rara enfermedad que coincidió en el tiempo con la gripe española, no logró remitir hasta el año 1928. Y es que cuando había epidemias y enfermedades contagiosas, en Montehermoso se tenía por costumbre quemar toda la ropa del fallecido para evitar que contagiara a la familia.

Montehermoseños. Leonor Galindo Mesa y Jacinto Galindo Morcillo
  
La Crisis de Subsistencia y la economía en Montehermoso

Las crisis de subsistencia fue un periodo de escasez de alimentos debido a las malas cosechas producidas por la sequía que llegaron a producir hambruna en la población, llegando a provocar la especulación del trigo y de otros productos básicos. Estos ciclos de sequía que duraron varios años, venían a la vez acompañados de epidemias que causaban grandes estragos en la población. Las cosechas fueron malas y se incrementó de manera considerable el precio del trigo y otros productos, lo que dio origen a la especulación.

La economía de Montehermoso era básicamente agraria y ganadera y se caracterizaba por su elevada dependencia de las condiciones atmosféricas, que en aquella época carecían de mecanización y necesitaban mucha mano de obra para poder coger las cosechas. Todo se conseguía con muchísimo esfuerzo y trabajo, y conllevaba que toda la familia y allegados participaran en las labores del campo y se ayudaran mutuamente.

Los montehermoseños en el Mercado de Plasencia

Los paisanos que tenían pequeñas huertas en las Vegas del Alagón y en las inmediaciones del pueblo, acudían cada martes al mercado de Plasencia a vender sus productos, atravesaban el río por los diferentes vados y cuando el caudal subía lo cruzaban en La Barca situada en El Galapagar.

Algunos montehermoseños, principalmente hombres, salían por la tarde después de comer y cargar la mercancía. Muchos tenían que ir andando porque no podían montar, ya que solían llevar los serones cargados con las verduras, hortalizas o la fruta de la temporada. Los productos más delicados los llevaban encima, caso de las lechugas, pimientos o tomates, y las sandias, melones y ajos abajo, cuyas “ristres” eran muy apreciadas en el mercado. En otras ocasiones utilizaban para el transporte banastas, cestas y también llevaban sacos. En verano las caballerías iban con cajas llenas de deliciosas brevas o higos en mitad del aparejo.

Cuando se juntaba un grupo, iniciaban el camino contando anécdotas e historias antiguas para hacer más llevadero el camino. Los más jóvenes conversaban entre ellos sobre las mozas que pretendían, la familia de la pretendiente, y la disposición que podrían tener los padres a que se emparejaran con sus hijas.

Una de las historias más curiosas relacionadas con los viajes de los montehermoseños a Plasencia es la de “Tía Matea Galana”, que se vestía como un hombre y se ponía un cigarro en la boca. Esto lo hacía para que no la conocieran, ya que temía que, al ser mujer, pudieran hacerle daño o meterse con ella. Cuentan los testimonios que cuando se encontraba de noche con alguien en el camino solía poner una voz fuerte y varonil y con el cigarro en la boca decía “Buenas noches”. Con el paso del tiempo la gente se enteró de esta circunstancia y luego la esperaban para que viajara con el grupo y le decían “Venga vamos Matea” y entonces empezó a viajar tranquila.

Al pasar Carcaboso, a la altura del actual cruce de Pradochano, cogían una trocha (atajo) que salía a la izquierda, para luego más adelante llegar hasta una laguna. Pasaban dejando a su derecha el Camino de Los Pajares de San Pedro, la Dehesa de San Pedrillo El Raso y la Dehesa de Berrocalillo. Y a su izquierda, San Pedrillo de Arriba y la Dehesa de Los Palacios.

Luego cogían otra trocha hasta el Puente de San Lázaro y desde allí a La Puerta de Coria para llegar a la plaza. Ya bien entrada la noche descargaban la mercancía y dormían en mantas o sacos, utilizando muchas veces los serones como improvisado colchón. Por la mañana se lavaban la cara en los bares y después de un café, un buen trago de aguardiente para soportar el duro día que se les venía encima.

Montehermoseña en Plasencia. Asunción Alcón Gil

Con el paso del tiempo dejaron de dormir en la plaza, ya que no estaba bien visto. Aunque eran muy madrugadores y antes de “clarear” ya estuvieran arriba, a esas horas ya había gente por la plaza. Entonces empezaron a quedarse en las posadas, una estaba ubicada en la Plaza de Abastos, se llamaba La Cisterna, allí dormían en mantas y sacos de paja. Durante el mercado dejaban las caballerías en la calle Trujillo a poca distancia de la plaza.

Con el transcurrir de los años, toda la gente que quisiera vender en el mercado tenía que alquilar unas “romanas” para pesar la mercancía que traían. Era en alquiler y al terminar la jornada se devolvían, esto se hacía para evitar que nadie que vendiera en el mercado adulterara las medidas de peso.

Al acabar el mercado, de nuevo aparejaban las caballerías y ya más ligeros de peso podía ir montados y si el día había sido bueno, los mozos lo celebraban cantando. No sin antes haber regado el estómago con unos tragos de vino o aguardiente.

“Menos mal que venían juntinos, que si no el mi hombre no llegaba a casa, porque para una vez que vino solo, se cayó de la mula por venir un poco “pintojo” del vino que bebió en la taberna al terminar”.

Esto comentaba una mujer mayor sobre las peripecias de aquellos tiempos. Contaban los placentinos que era muy habitual ver a un grupo de mujeres vestidas de negro que se situaban en los portales del ayuntamiento. La mayoría de ellas eran viudas que vendían huevos y que se reunían juntas para viajar hasta Plasencia.

Los paisanos de Montehermoso en el cuadro de Sorolla y sus oficios tradicionales

Montehermoso siempre ha destacado por ser un importante núcleo artesanal en Extremadura. Aunque muchas de las artesanías y oficios tradicionales han desaparecido, en el pasado había varios talleres que por sus características eran únicos y exclusivos, y que con el paso del tiempo fueron adquiriendo identidad propia, asociados a la historia y formando nuestras señas de identidad, siendo un fiel reflejo de nuestra idiosincrasia y nuestra cultura tradicional.

Los oficios tradicionales y la artesanía de Montehermoso conforman uno de los activos históricos y culturales más importantes de la región, siendo la manifestación más tangible del patrimonio cultural inmaterial. La salvaguardia de este patrimonio, debe garantizar que la artesanía tradicional se siga transmitiendo a las generaciones futuras como medio de expresión y conservación de la identidad cultural.

Vendedores de cencerros y cestería en el mercado de los martes, Plasencia
Museo Sorolla. Nº inv. 83061

Los Cencerreros o Campanilleros

En Montehermoso trabajaban en diferentes oficios artesanales, como es el caso de la familia Iglesias que fabricaba cencerros en el arrabal de La Cañada y que no faltaba a la cita en Plasencia cada semana. La venta la hacían principalmente los martes, donde nunca faltaban al mercado semanal de Plasencia al que acudían pastores, cabreros, vaqueros y ganaderos de otros pueblos y comarcas para comprar los cencerros para el ganado. También se desplazaban a las principales ferias ganaderas de la zona donde eran muy conocidos y respetados.

En su primera a visita a Montehermoso en 1928, Ruth Matilda Anderson inmortalizó con su cámara varias imágenes que muestran el procedimiento y fabricación de los cencerros en la fundición que la familia Iglesias tenía en el arrabal del pueblo, allí trabajaba Pedro Iglesias Garrido con sus hijos Genaro, Ramón, Felipe y Cecilia. Es entonces cuando le dice a Ruth que él fue el modelo que aparece con su mujer en la famosa fotografía de Jean Laurent, con motivo de la boda de Alfonso XII y María de las Mercedes en 1878. 

En su segunda visita a Montehermoso en 1949, volvió a visitar la fábrica de cencerros y campanillas donde habló con Genaro Iglesias Gordo, uno de los modelos que aparecen en el cuadro de Joaquín Sorolla “El Mercado”. Su hijo Eulogio Iglesias Galindo regentaba junto a su mujer Cecilia Garrido el bar donde Ruth Matilda Anderson y Frances Spalding almorzaban cada día y les recordó que ya visitaron esta fábrica en su primera visita cuando él era un niño. Eulogio tenía entonces 34 años de edad.

El miércoles 12 de julio de 2017 tuve la ocasión de hablar con su viuda, una encantadora mujer de 100 años, que todavía recordaba a aquellas dos mujeres americanas que la visitaron junto a otro hombre que también recordaba “era de fuera”. Con una sonrisa le vino a la memoria como les ponía en el bar una palangana para que se lavaran las manos y como ellos miraban extrañados al ver que utilizaban un jabón de papel que nunca habían visto y que luego tiraban. También recordaba que les dejó una habitación para transcribir sus notas y apuntes y como agradecían las buenas comidas que les preparaba con productos de la huerta, lo que le gustaban los huevos con patatas y aquellas latas de conservas que traían en sus viajes.

Jacinto Galindo Morcillo. Uno de los modelos de Sorolla

Jacinto Galindo Morcillo (Tío Jacinto Sartén, el herrero)

Por lo que pude investigar de los paisanos que aparecen en el cuadro de Joaquín Sorolla, Extremadura. El mercado. Jacinto Galindo Morcillo siempre ponía su puesto los martes en Plasencia junto a los campanilleros de la familia Iglesias, con los que le unía una buena amistad. Jacinto vendía tenazas, cucharas, calderos, trébedes, escobas, martillos, cadenas, hoces, sellos para el pan, además de varios utensilios domésticos y para el trabajo del campo que fabricaba en su fragua situada al lado del “Boquerón”. También vendía sartenes, de ahí su apodo "Tío Jacinto Sartén".

Me contaba su nieta Priscila que cuando eran pequeñas y sus nietas jugaban en la fragua y le rompían alguna tenaza, él en castigo les mandaba coger el fuelle, algo que en lugar de molestarles, les gustaba y hacían encantadas.

La fragua era una pequeña estancia a la que se accedía por un estrecho pasillo de 1,10 metros de ancho por 4 metros de largo en el cual colgaba muchos de los utensilios que fabricaba. A continuación, estaba la fragua que media unos 2,30 metros de ancho por 5 metros de largo y donde el hacia la mayor parte del trabajo. Esta zona daba acceso a un corral que aun contiene el granado y los olivos que tenía en el exterior.        
       
Las hueveras

También era muy importante el papel de las hueveras, ya que eran muchas las que a lomos de las caballerías acudían al mercado a vender sus huevos frescos y otros productos de la huerta. Estas mujeres que solían ser viudas se dedicaban a comprar los mejores huevos por el pueblo, en el campo y en las dehesas cercanas, para luego en casa limpiarlos y seleccionarlos con mimo y cuidado. A continuación, los colocaban en paja limpia para no dañarlos en el transporte y que estuvieran listos para venderlos en el mercado.

Estos paisanos de Montehermoso eran gente noble y valiente de pieles curtidas por el sol trabajaban muy duro todo el año para poder sacar adelante a sus familias y durante mucho tiempo estrecharon relaciones con los vecinos de la ciudad del Jerte, lo que hizo que a lo largo de la historia se crearan unos importantes lazos históricos y comerciales entre Montehermoso y Plasencia.

Sorolla en Plasencia
Hermanos Diaz, 1917

Los modelos del cuadro Extremadura. El Mercado

La Gorra de Montehermoso es conocida a nivel mundial y todo ello se lo debemos principalmente a Joaquín Sorolla, que inmortalizó en el año 1917 en su cuadro Extremadura. El Mercado a un grupo de hombres y mujeres de Montehermoso que iban ataviados con su vestimenta tradicional. 

Ese fue el comienzo del éxito internacional del traje típico de Montehermoso y de su famosa gorra que años más tarde plasmaron grandes maestros de la fotografía como José Ortiz Echagüe (1931) o Ruth Matilda Anderson (1928 y 1949). Anteriormente pudimos ver las imágenes más antiguas del traje típico de Montehermoso en las fotografías de Jean Laurent en la boda de Alfonso XII y María de Las Mercedes (1878) y de Luis Tarszensky, el Conde de Lipa en 1867.

En las obras de Sorolla, intentaba plasmar la imagen que tenía de España y que quería trasladar al público. Los paisajes, monumentos y los tipos de cada región con sus trajes típicos tradicionales y sus rasgos identitarios.  Era una manera además de exponer y recuperar la indumentaria tradicional como una de las señas de identidad de las diferentes regiones de España. El pintor también utilizaba la fotografía como documento histórico y como una importante herramienta de trabajo que le permitió visualizar las imágenes que quería crear en sus lienzos. Para ello estuvo viajando durante años y recorriendo la geografía española para retratar los paisajes, monumentos y personas que formarían parte de su particular perspectiva de los lienzos que conforman la seria “Visiones de España”. Algunas de las fotografías en Plasencia le sirvieron para hacer varios bocetos de los paisanos de Montehermoso y de la ciudad del Jerte. También es posible que en esas fotografías (probablemente realizadas por su hijo que le acompañaba en aquel viaje) viera a los montehermoseños que finalmente fueron sus modelos, basta con ver algunas de las imágenes para ver el parecido con el resultado final del cuadro. Si hay constancia de que conocía el singular traje típico de Montehermoso, ya que tenía las fotografías de un grupo de montehermoseños y de una pareja realizadas por Jean Laurent con motivo de la boda de Alfonso XII y María de las Mercedes en el año 1878. (Díaz Pena, 2011: 286-292).

Vendedores de cencerros en el mercado de los martes, Plasencia
Museo Sorolla. Nº inv. 83041

Sorolla viaja por primera vez a Plasencia en enero de 1917, viene desde Sevilla, pasando por Mérida y Cáceres. Llega a la ciudad del Jerte el martes 9 de enero, día en que se celebraba el tradicional mercado semanal. Este hecho motivó que aprovechara tal circunstancia para conocer a las pintorescas gentes de Montehermoso, algunas de las cuales luego le sirvieron de modelos. El frío húmedo de aquel duro invierno de los primeros días de 1917, le hace regresar al día siguiente a Madrid. Su idea ya estaba concebida, visitó el mercado de los martes y había fijado su atención en los paisanos de Montehermoso que acudían vestidos con su indumentaria tradicional, dando un toque distintivo al ambiente que rodeaba la Plaza.

Hicimos el viaje en automóvil desde Sevilla, vimos Mérida; el teatro romano es una cosa interesantísima y muy hermosa. La ciudad nada de particular.
De allí fuimos a Cáceres que es muy hermoso de monumentos del siglo XV, dormimos allí y por la mañana a las 12 tomamos el tren para venir a este pueblo (Plasencia).
Este es menos importante que Cáceres, pero es más amable, más íntimo, sólo que enormemente húmedo, pero como quería conocer a las gentes de Montehermoso, aquí las he visto esta mañana y son en extremos curiosos ellas y ellos. Sólo bajan los martes y esta mañana he andado de firme. Como la temperatura no es la propicia para andar por estas tierras he decidido regresar mañana a Madrid, y esperar ocasión más oportuna pues es muy molesto el frío húmedo”. (Lorente, Pons Sorolla y Moya, 2007-2008: 294).

Hay que destacar que a Sorolla cuando regresó a Plasencia el 21 de octubre en otoño, le quedaba una tarea nada sencilla para poder comenzar el trabajo que tenía en su cabeza, convencer a un grupo de paisanos de Montehermoso para que posaran para él y así poder culminar su obra sobre Extremadura. La escena del mercado la tenía pensada desde el primer viaje y en varios de sus bocetos dibuja los modelos y posturas que refleja en su obra y que además aparecen en varias de las fotografías realizadas del mercado, entre las que figuran algunos de los paisanos que salen en el cuadro. Los modelos elegidos eran muy conocidos en el mercado, por un lado, un representante de la familia Iglesias de gran tradición artesana, un herrero, varias hueveras y otras personas que estaban emparentadas con ellos y que acudían cada martes a Plasencia.

Hombres y mujeres de Montehermoso en el mercado de los martes, Plasencia
Museo Sorolla. Nº inv. 83064


Fernando Sánchez-Ocaña Silva le recordó que conocía a algunas personas del pueblo que acudían al mercado. Así fue como localizó a Rafaela Garrido Roncero que vendía huevos los martes y a la que le encomendó la tarea de buscar a un grupo de mujeres y hombres vestidos con sus mejores galas para pintarlos en un cuadro por un jornal de 5 pesetas por día y corriendo con los gastos de la posada. Al final pagó 80 duros a los modelos Montehermoseños. Genaro Iglesias gordo que también estaba entre el grupo de paisanos, tenía muy buena relación con el entonces alcalde Plasencia, aunque siempre decía que la cara que aparece de él en el cuadro no es la suya.

Y ya se pueden imaginar el revuelo que este acontecimiento causó en el pueblo. Muchos montehermoseños al saber que un pintor famoso daba un buen jornal por posar para ser pintados en un cuadro, enseguida se ofrecieron también. Y es que en aquella época como comentamos al principio se pasaban muchas penurias y la gente subsistía a base de mucho esfuerzo. De este hecho dio cuenta Sorolla en una de sus cartas a su esposa Clotilde, donde le decía lo siguiente:
Al llegar tenía miedo a que no encontrara modelos…hubo necesidad de poner coto porque el pueblo en masa estaría en Plasencia a estas horas, y yo arruinado. (Lorente, Pons Sorolla y Moya, 2007-2008: 320).
Los modelos de Montehermoso llegaron a Plasencia el 25 de octubre, donde ya por la tarde posaron para el pintor y regresaron a Montehermoso el 2 de noviembre. El cuadro se empezó a pintar ese mismo día y debido a las inclemencias del tiempo solo pudo trabajar en Plasencia hasta el 4 de noviembre, para posteriormente terminarlo en su estudio de Madrid.

Los montehermoseños que aparecen en el cuadro son: Rafaela Garrido, Marcelina Domínguez garrido, Isabel Galindo, Fructuosa Sánchez Garrido (la niña), Genaro Iglesias, Jacinto Galindo, Rafael Galindo y Matilde Galindo.


Vendedores de cucharas de palo en el mercado de los martes, Plasencia
Museo Sorolla. Nº inv. 83048

Donde se citaban para pintar

En Plasencia, Sorolla trabajó en el jardín de Las Algeciras, junto a la fuente, en los cachones del Jerte y en el Puente Trujillo donde enmarcó finalmente Extremadura. El Mercado. La obra en la que refleja la hermosa luz del otoño no fue acabada en Plasencia, ya que finalmente (creo que ante su enfermedad, ya que se cogió un buen resfriado) la terminó en su casa de Madrid.

Realizó bocetos de los montehermoseños y montehermoseñas con sus trajes de gala, sus gorras, sombreros y zamarras, todos vestidos a la antigua usanza. Además, también plasmó otros bocetos con una piara de cerdos cerca de río para añadirlos al cuadro. Cuando llovía o estaba nublado dejaba de trabajar porque le cambiaba la luz y no podía plasmar su luminosidad en el lienzo. Su ayudante Santiago Martínez Martín tuvo mucho que ver en el detalle de la visión del conjunto monumental de Plasencia que forma parte de la escena de la obra.

La enfermedad le estaba pasando factura al genial pintor, un resfriado cogido en esos días de otoño le producía un cierto desasosiego y malestar, algo que los propios montehermoseños notaban y con sus bromas y gracias intentaban mitigar, aunque su discípulo Santiago no perdía nunca la sonrisa y la amabilidad.

El cuadro de La Marcelina

Joaquín Sorolla pintó a Marcelina Domínguez Garrido (“Tía Marcelina Carrasca”) en aquellos días lluviosos en los que no podía continuar con su magnífica obra Extremadura. El Mercado, este hecho pudo llevarse a cabo el 30 de octubre, según recoge su correspondencia. Esta mujer noble y valiente representaba el carácter de la mujer montehermoseña. Su gracia, arte y salero hacia más llevaderas las intensas horas de trabajo posando para el genial pintor. Quien le iba a decir a Marcelina la importancia que tendría el cuadro de Sorolla a nivel mundial. No quería salir en el cuadro, ella dijo al principio “que no la pintaba nadie, que ella era muy decente” (estaba viuda y creía que por aquel entonces eso estaría mal visto). El alcalde tuvo que enviarle aviso para calmarla y por fin a los pocos días de la llegada de Sorolla, vinieron ella y algunos paisanos más, dispuestos a posar para el artista.

La Marcelina. Montehermoso
Joaquín Sorolla Bastida, 1917
Óleo sobre lienzo. 104 x 80,5 cm.
Colección Pérez Simón, México

A Marcelina le tenían especial cariño por su simpatía y viveza, cuando Sorolla le decía que se colocara el pañuelo ella no paraba de gesticular con el particular salero de las montehermoseñas y cuando por fin se lo colocó enlazado a su barbilla se dispuso a pintarla tal y como posó. Este cuadro se lo regaló el pintor a la familia Sánchez-Ocaña Silva y durante mucho tiempo era la admiración de todo aquel que pasaba por esta casa y veía el cuadro desde la ventana, en especial de los paisanos que veían con admiración y orgullo “el retrato de la Marcelina”. Esta mujer vivaz y valiente tenía un horno para hacer pan para los vecinos. En una de las visitas De Ruth Matilda Anderson a Montehermoso le comentaba como posaron para Sorolla.

“¡Ay madre, cuanto nos cansábamos! Posábamos desde las 10 a las doce de la mañana mientras pintaba. Salimos en el cuadro como éramos, lo mismo que el color de nuestros vestidos. En el grupo Genaro Iglesias vestía la zamarra de cuero, a la izquierda está Matilde Galindo. La niña es Fructuosa Sánchez Garrido, luego está Isabel Galindo, y luego su criada. Jacinto Galindo estaba en el cuadro, pero no en la fotografía, asimismo Rafaela Garrido y Rafael Galindo. Tuvimos que posar de muchas maneras y esto nos cansaba, pero ellos nos mantenían de buen humor; el señor Santiaguito (Santiago Martínez Martín.) estaba siempre alegre”. Spanish Costume, Extremadura - Ruth Matilda Anderson - The Hispanic Society of America. New York, 1951: 157).

Como iba a pensar Marcelina que este cuadro viajaría luego a América y sería visto por miles de personas. Cuantas veces contó esta historia a su familia, sobre todo a sus nietos que se quedaban escuchándola entusiasmados.

Los cuadros de Santiago Martínez Martín sobre las montehermoseñas

Durante años estuve indagando tras la pista de un cuadro que realizó Santiago Martínez Martín (discípulo de Sorolla) a una de las montehermoseñas, ya tenía constancia de otra ilustración que apareció en la revista La Esfera, pero llevaba tiempo intentando conseguir información. Su título es “Campesina de Montehermoso”, y en ella aparece una mujer montehermoseña posando con el traje tradicional, llevando de tocado una gorra de espejo sobre el fondo de la ciudad de Plasencia y el Puente de San Lázaro.


Montehermoseña
Santiago Martínez Martín, 1917
Revista La Esfera

La modelo del cuadro es Matilde Galindo Carpintero, que aparece sentada en la imagen con la mano izquierda en la cadera y en la derecha portando un pañuelo. Como curiosidad, indicar que según la propietaria del cuadro, se pintó años después de haber estado en Plasencia, pues al parecer la primera versión pintada en 1917 no le gustó y después hizo ésta. A Santiago Martínez Martín los paisanos de Montehermoso le llamaban afectuosamente “el señor Santiaguito”, ya que lo apreciaban enormemente por su buen humor y simpatía en las largas horas que estaban posando como modelos en el Jardín de Las Algeciras.


Campesina de Montehermoso
Santiago Martínez Martín, 1917
Óleo sobre lienzo. 104 x 80 cm.
Colección particular

El pintor Santiago Martínez Martín fue uno de los discípulos favoritos de Joaquín Sorolla al que conoció en Sevilla en el año 1914. El joven pintor sevillano ya destacaba en varias facetas más como la de redactor artístico de la revista del Ateneo o diseñador en la Exposición Iberoamericana de 1929. Su manera de pintar llamó la atención de Sorolla y le invitó a acompañarle a su viaje a Plasencia en 1917 para realizar el panel dedicado a Extremadura. Esto fue el inicio de una gran amistad y hay que reconocer que gran parte de la obra debe mucho a Santiago Martínez Martín, ya que fue una gran ayuda para el gran maestro valenciano. En Plasencia tuvo la oportunidad de pintar el cuadro de una montehermoseña vestida con su traje tradicional y con su peculiar gorra. Los montehermoseños lo recordaban con alegría y destacaban en él su amabilidad, simpatía y decían que era una persona humilde y sencilla.

Santiago Martínez pintando en Plasencia
Hermanos Díez, 1917
Museo Sorolla. Nº inv. 81410

La Gorra y el traje típico en la cultura tradicional de Montehermoso

El pueblo de Montehermoso ha conservado a lo largo de los siglos un modo o forma de vida con costumbres y tradiciones que nos han transmitido de generación en generación y que están fuertemente enraizadas en una serie de rasgos y patrones culturales que lo hacen merecedor del distintivo de “Cuna del tipismo extremeño” y “Estandarte del folclore y la cultura tradicional”. Nuestra cultura y nuestras señas de identidad nos identifican por la forma en que conservamos ritos y antiguas tradiciones que en otros lugares han quedado en el olvido. Ha sido nuestro modo de vida y el saber conservar y transmitir estos conocimientos ancestrales los que nos hace diferentes.

La sabiduría del pueblo se transmite en nuestro folclore, nuestras costumbres y tradiciones que forjaron nuestra historia, la forma de sentir nuestra tierra y de conservar nuestra identidad colectiva. La cultura tradicional de Montehermoso es el acervo de expresiones y manifestaciones populares de un pueblo en aras de la preservación de su identidad colectiva compuesta por ritos, costumbres, tradiciones, valores, creencias, rasgos fundamentales y hábitos cotidianos.

Santiago Martínez pintando en Plasencia
Hermanos Díez, 1917
Museo Sorolla. Nº inv. 81409
                                                                                                                                               

Este artículo forma parte del texto Los montehermoseños en el cuadro “Extremadura. El Mercado” de Joaquín Sorolla que aparece en el catálogo editado con motivo de la exposición “Extremadura en la mirada de Sorolla. 1917-2017”. Museo de Cáceres, Junta de Extremadura. 2017, junto a el trabajo de investigación La Gorra de Montehermoso: mitos, orígenes y realidades.




Juan Jesús Sánchez Alcón


Bibliografía y enlaces relacionados

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Isabel Osuna Domínguez (1913 - 2010)


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