Verraco en 1989, en el corral de la vivienda de Montehermoso, retocada con las técnicas que usan los arqueólogos para leer las inscripciones. La hizo la investigadora de CSIC Guadalupe López Monteagudo.
Ya
es harto conocido el rico patrimonio cultural de esta bella y conocida
localidad, desde la más remota antigüedad: caso de la cultura paleolítica
“achelense”, de más de 100.000 años, presente en el valle del Alagón,
especialmente en las terrazas de la margen izquierda del mismo (como el
yacimiento de Sartalejo, uno de los más importantes de España); o de los
dólmenes de esa maravilla que es su dehesa boyal, erigidos en la Edad del Cobre
(hace uno cinco o seis mil años). Todo ello investigado y publicado por
prestigiosos expertos en la materia, y por mí mismo.
Patrimonio
que se enriqueció en 1968 con el hallazgo de un verraco vettón (primeros siglos
antes de Cristo, finales de la Edad del Hierro o cultura prerromana, que nos
legaron los celtas), reutilizado como monumento sepulcral por los romanos
(tiene una inscripción funeraria grabada en su lomo, del s. II y III d.C.,
según mostramos detalladamente).
La
sociedad que se desarrolló a partir del siglo VI a.C. en esta zona debía ser
eminentemente agrícola (en la vega del Alagón) y ganadera (en lo que hoy es
nuestra dehesa boyal y gran parte del municipio, dado sus buenos pastos y agua
abundante). No entro en más detalles sobre la sociedad vetona porque, quien lo
desee, puede hallarlo en libros u on-line.
Los
Verracos
La
mayor parte de la escultura zoomorfa prerromana de Extremadura entra dentro del
área de producción meseteña; lo que equivale a señalar unas características muy
particulares, que la distinguen de la otra gran área que engloba a Andalucía,
Levante y sur de nuestra región.
Dichas
esculturas representan a toros, cerdos o jabalíes; siendo la abundancia de
estas últimas por lo que le aplicaron el genérico nombre de Verracos; aunque
existen casos aislados de representaciones de osos o leones, como el procedente
de Botija (Cáceres) que se conserva en el antiguo C.I.R. de Cáceres.
Está
aceptado que la aparición de estas figuras definen un entorno cultural que
abarca parte de las actuales provincias de Ávila, Salamanca, Zamora, Toledo,
Segovia, Cáceres y Tras os Montes (Portugal). De todas ellas, parece que la
región abulense ejerció un protagonismo claro como foco difusor iconográfico,
por lo que las imágenes de verracos han sido consideradas, también, como hitos
territoriales o emblemas culturales del grupo étnico Vettón, en el que nos
hallaríamos integrados (GONZÁLEZ CORDERO A. y QUIJADA GONZÁLEZ D.: Los orígenes
del Campo Arañuelo y la Jara cacereña..., 1991).
Como
anticipaba, en el año 1968 se descubrió en Montehermoso en el año 1968 un
verraco ibérico o vettón, en la pared de un corral de una conocida familia,
tallado en granito gris, de dimensiones 73x25x36 cm. (según Aurelio Gutiérrez
Gutiérrez, “Montehermoso, estudio histórico”, 1990), aunque lo hemos visto y
dichas medidas varían ligeramente, dependiendo de donde se coloque la cinta
métrica…
Desde
el primer momento (según me comentó en los 70 el eminente don Carlos Calleja,
descubridor de la cueva de Maltravieso de Cáceres, director del Museo
provincial y que fue el primero –y uno de los pocos–en acceder y fotografiar
dicho verraco), “se encontraba sumamente deteriorada, al habérsele amputado las
patas y parte del morro”, tal vez porque –según decía– en la época romana fue
aprovechada como lápida sepulcral; y, mucho más tarde, para afilar
herramientas, lo que ha rebajado el lomo y los flancos con la pérdida
consiguiente de parte de la inscripción que tiene. También pudieron mutilarlo
mucho más tarde, cuando lo incrustaron en la pared (caso del “Pulvino” de la
ermita de S. Bartolo, como les expuse el otro día).
IDA…GEI
ANII-H.S.E.S.T.T.L
CEIA…LI.F
VS
Según
los estudios de epigrafía que aprendimos en la UEx (con expresiones que se
repiten en todas las lápidas funeraria romanas), se puede transcribir como:
Ida, (falta) Angeito (el primer montehermoseño conocido...), de dos años, aquí
yace. Séate la tierra leve. La liberta Ceia cumplió su voto.
En
1968, yo terminé 6º de Bachiller y me disponía a iniciar los estudios de
Magisterio. En la Normal, aunque obtuve Matrícula de Honor en Historia (también
en otras asignaturas), no estudiamos nada de Prehistoria…
En
1971 termino y, como quedé entre los tres primeros, no tuve que hacer
oposiciones e ingresé directamente en el Cuerpo al año siguiente, en un colegio
de Cáceres ubicado junto a la citada cueva de Maltravieso (“La Hispanidad”).
Y
ese año se inaugura el Colegio Universitario de Cáceres (antecedente de la
UEx), matriculándome nocturno en la 1ª Promoción de Filosofía y Letras, sección
de Geografía e Historia (a pesar de que yo cursé el Bachillerato de Ciencias).
Allí tuve los mejores profesores y compañeros de mi vida. Y, ya en 1º, cursamos
Prehistoria: así fue como supe que los “corrales de piedra” de nuestra dehesa
(según mi difunto y añorado padre) eran dólmenes, que muy pronto comencé a
estudiar y divulgar (“El conjunto megalítico de la dehesa boyal de
Montehermoso”. XXVII Coloquios Históricos de Extremadura, 1998).
También
nos enseñó mi querido D. Marcelino Cardalliaget lo que eran los Verracos
vettones pero, por el momento y aunque tenía interés, otros asuntos más
cruciales entonces me impidieron analizar el de nuestro pueblo: terminar la
carrera a la vez que trabajaba, tres traslados (Hinojal, Puerto de Santa María
y Navalmoral de la Mata), una familia numerosa, preparación del Trabajo Fin de
Carrera (“Tesina”), que me llevó diez años de investigación, pero que
proporcionó la calificación de Sobresaliente y la designación como responsable
de Estación Meteorológica de la AEMET en Navalmoral, preparar las oposiciones
de profesor de Secundaria, que logro a la primera (con una excelente
puntuación, lo que me permitió continuar en la localidad hasta mi jubilación,
en el IES Zurbarán).
Hace
25 años me nombran por unanimidad de la Corporación “Cronista Oficial” de
Navalmoral, lo que incrementa mi actividad, al margen de la docencia.
Una
vez que voy ultimando proyectos y funciones, vuelvo a reiniciar mis trabajos
sobre mi pueblo natal, a la vez que me encargan al comenzar este siglo que
inicie los trámites para que la fiesta de nuestros “Negritos” fuera declarada
de Interés Regional: numerosos viajes a Montehermoso y Mérida, entrevistas con
el Director general de Turismo y el propio consejero (con el que tenía una gran
amistad, porque fuimos compañeros de estudio en la UEx); aun sabiendo que no
nos lo concederían hasta que no hubiera un cambio de gobierno municipal, como
así sucedió (pero yo me tuve que enterar por la prensa, aunque Los Negritos, mi
gran amigo Juan Jesús –que debería ser nombrado Cronista Oficial de
Montehermoso, pero ya…– y “Andares” sí me lo reconocieron…). Pueblo inmerso en
demasiados y erróneos bulos: los citados dólmenes, La Puente y Fuente del
Ronco, Los Negritos, la Gorra, Historia, Artesanía, etc. (todos los años
presento en los citados Coloquios de Extremadura una ponencia sobre nuestro
pueblo). Dejando para el final el asunto que tratamos hoy, dada su complejidad:
nadie sabía nada (parecía la “omertá” siciliana), ni dentro ni fuera de la
localidad. Pero la paciencia y la ayuda de buenos expertos amigos o conocidos
(caso de mi gran amigo y excompañero docente, el doctor en Prehistoria D.
Antonio González Cordero, que publicó en 1988 el primer trabajo sobre este
verraco, de acuerdo con los datos de Callejo; o la investigadora de CSIC,
Guadalupe López Monteagudo, que lo studio in situ en 1989) me fueron
encaminando hacia la meta: a mediados de los años 90 (me informan que en 1996
ya estaba allí) fue vendido por sus poseedores a un conocido coleccionista de
Ampudia (Palencia), en cuyo castillo está (colección privada Eugenio
Fontaneda).
Nadie
se preocupó por evitarlo: ni alcaldes o concejales de Cultura, Museo de Cáceres
y Patrimonio de la Junta (todos ellos responsables de estos temas). Y, cuando
éstos últimos lo hicieron, hace dos años y tras nuestro interés, ya era
demasiado tarde: el delito moral (no judicial, porque la Ley de Patrimonio de
Extremadura no se aprobó hasta junio del 2008) ya había prescrito.
Y,
¿que nos queda?, pues. Pues sólo tres cosas: consolarse con estas imágenes,
viajar para verlo al castillo de Ampudia (cerca de Palencia) o pactar con su
propietario su devolución (aunque en este supuesto iría al Museo de Cáceres).
Yo,
como historiador y montehermoseño, he cumplido con lo que me propuse y es mi
obligación moral; aunque siento no haberme movilizado antes, pero mi agenda
está a tope. Sé que habrá alguien que se moleste, pero ya estoy acostumbrado:
me ocurrió cuando comencé como cronista, pero hoy los moralos ya lo comprenden
y nadie se enfada cuando digo la verdad porque, además, procuro hacerlo con
mucho tacto y diplomacia, denunciando el pecado pero no al pecador. Además, mis
paisanos tienen derecho a conocer su rico patrimonio.
Un abrazo.
Domingo González Quijada, Cronista Oficial de Navalmoral de la Mata