domingo, 27 de diciembre de 2020

El Jarero y el Cura de Gargantilla

Tierras de La Atalaya por donde mataron al bandolero Simón Jarero

Sobre la historia y andanzas de Simón Jarero he ido recabando varias noticias aparecidas en los periódicos entre los siglos XIX y XX. En algunos aparecía como héroe, en otros como villano. De la serie de crónicas dejo esta relacionada con un episodio ocurrido con el Cura de Gargantilla en la que recibió un buen escarmiento por parte del bandolero.

Aunque en la noticia aparece como natural de Zarza de Granadilla, siempre nos contaron que Simón Giménez Alcón (Simón Jarero) era natural de Montehermoso .

Paquita Sánchez Gómez (cuyo marido era descendiente del Jarero) en su libro “Simón Giménez Alcón el bandolero extremeño” nos habla que nació el 6 de marzo de 1806 en Montehermoso.

Se casó con María Clemente y tuvo varios hijos:

María nacida en septiembre de 1829.

Francisca.

Jerónimo.

Gabriel nacido el 18 de marzo de 1835.

Lorenzo nacido el 18 de octubre de 1841.

Teresa nacida el 16 de febrero de 1844.

Ana nacida el 28 de septiembre de 1846.

José nacido el 19 de marzo de 1848.

Simón Giménez Alcón (El Jarero) murió con 43 años en 1849. Informaba de este suceso el Periódico El Heraldo de Madrid el 26 de agosto de 1849. Su muerte se produjo en la cueva que su partida de bandoleros tenía en las tierras de La Atalaya en Montehermoso, junto al arroyo de Casilla, desde donde lanzaban muchas de sus correrías.

A continuación dejo la transcripción literal de la noticia publicada el lunes 20 de enero de 1919 en El Adelanto: Diario político de Salamanca: Año XXXV Número 10625, referente a Simón Jarero y el Cura de Gargantilla.

 

BEJARANAS 

Los ladrones de antaño y los de hogaño

Portolés en Béjar...

A falta de sucesos cronicables, echemos la mirada á tiempos lejanos, que vienen á mi memoria con ocasión de haber sido detenido en Madrid el famoso estafador Tomás Portolés, el que estafó en Béjar hace dos veranos á un banquero.

 Mis lectores recordarán el suceso: Un caballero elegante, de maneras distinguidas, que se dice alemán, llega á Béjar, hospedándose en el Hotel de Venancio, y muy recomendado por un banquero respetable de Salamanca.

Aquí dijo que venía á comprar cantidades enormes de paño, y todo fueron atenciones y agasajos para el alemán.

Captada la confianza de los bejaranos, le fué fácil negociar un cheque contra la Embajada alemana, por cinco mil pesetas. Aquel mismo día salió para Salamanca á buscar un maletín de muestras de paño, que había extraviado.

Sabido es que al llegar á Salamanca, salió en auto acompañado de un representante de importante casa comercial, con dirección á Valladolid, en donde se esfumó Portolés.

En Béjar quedó á deber la cuenta del Hotel, y unas botellas de Champan.

Se llevó la llave del cuarto, y cuando Venancio se decidió á romper la cerradura, halló en la mesilla de noche una gran colección de llaves, sin duda de otros hoteles, en los que se había despedido de Igual forma. 

* 

Comentando este suceso, evoco la memoria de un famoso bandolero extremeño, que «floreció» por los años cuarenta y tantos del pasado siglo.

Simón Jarero era natural de Zarza de Granadilla, partido de Hervás, y en los caminos y dehesas inmediatas, ejercía su «profesión» con la más alta dignidad de bandolero.

Era un sujeto alto, fornido, de atrayente simpatía, generoso, y con rasgos de humildad con los pobres, que le adoraban. Imponía contribuciones á los dueños de ganados que pastaban en las dehesas de Caparra, en dinero y en especie, y poseía amigos fieles, que le ocultaban en los pueblos, cuando la justicia intentaba prenderle. Así pudo campar libremente durante muchos años de carrera, que á veces, se extendieron á los confines de Extremadura baja.

Simón Jarero era uno de esos bandidos de leyenda, que provocan la admiración del pueblo, hasta elevarlo á la categoría de héroe.

Tenían nuestros antiguos bandoleros, valor personal y exponían el pellejo cuando llegaba el caso. Pero los estafadores de hoy quedan muy por bajo de aquellos, y el mismo Portolés, tiembla como azogado al pensar que pueda hallarse frente á sus suegros y demás víctimas de sus hazañas.

Los de antaño robaban á riesgo de encontrarse con un balazo. Los de hogaño, lo hacen á mansalva. Lo peor que puede pasarles es caer en manos de la guardia civil, que lo entregará al Tribunal, para que le imponga la pena severísima que corresponde á la estafa en nuestro Código.

Los granujas de hoy utilizan el dinero estafado en darse buena vida. Los de antaño, favorecían al desvalido, en muchas ocasiones con el dinero robado á los ricos. No me parece mal del todo.

Del lobo un pelo.

De Simón Jarero se refieren multitud de «anécdotas», curiosas y merecedoras de la publicidad.

Recuerdo algunas que me refirió un protegido del bandolero, hace más de veinticinco años en el pueblecito de Abadía, próximo al campo de acción de Jarero.

Fué el caso que en una fiesta que se celebraba en casa del cura de Gargantilla, D. Antonio López, salió la conversación sobre el Jarero. Todos referían sucesos á cual más estupendos en los que había intervenido el bandido.

El párroco – que era de pelo en pecho – exclamó indignado:

– ¡Eso sucede porque Jarero da siempre con hombres-gallinas. Quisiera encontrarme con ese guapo, y veríamos si conmigo se atrevía!

Y allí terminó la conversación.

En Gargantilla vivía una amante del bandido, que seguramente tuvo noticia de las palabras del párroco.

Ello es que seis días después de la fiesta citada, en una tarde de verano, se presentó á la puerta de la casa del cura un hombre, con aspecto campesino deseando hablar con el Sr. Cura para que le expidiese el certificado de una partida de nacimiento.

El ama del cura transmitió á su señor el deseo del desconocido, y momentos después, penetraba éste en la sala rectoral.

Hizole sentar el sacerdote, y entonces el desconocido en voz baja, y mostrando la boca de un trabuco, que llevaba oculto, le dijo que no diera el más leve grito, pues le mataría.

Vengo – dijo – á que me entregue usted doce mil reales. Pudiera llevarme mucho más, que usted guarda, pero no lo quiero.

El cura, sin decir palabra, entregó la suma pedida en oro.

El bandido ordenó á su víctima que llamara al ama y le dijese que sirviera chocolate á los dos. Así lo hizo el cura, y después de la refacción le invitó el bandido á que le acompañara á la salida del pueblo. Pasaron juntos por las calles, como dos amigos, y próximos á Aldeanueva del Camino se despidió el ladrón de esta forma:

– Señor cura: puede usted volverse. Le he robado para hacerle comprender que sus bravatas del otro día no rezan con su servidor Simón Jarero. – Adiós.

Días después el bandolero concurrió al mercado de Plasencia, al que asistía también un hermano del cura de Gargantilla.

Llamóle aparte Jarero y le entregó una bolsita con treinta y tantas onzas de oro, con encargo de que las hiciere llegar á su hermano.

De estas hazañas se cuentan muchas, y era frecuente que Jarero matase las acémilas viejas y matalones de algunos pobres arrieros á los que indemnizaba espléndidamente con orden de que adquiriesen buenas mulas y desarrollasen el negocio con más amplitud.

Jarero murió poco después en una choza de un pastor, asesinado á tiros por sus compañeros de cuadrilla.

Los señoritos estafadores de hoy prefieren operar sin riesgo, y es de alabar el gusto.

 

C.

 



Próximamente nuevos episodios y crónicas de Simón Giménez Alcón (El Jarero). El bandolero extremeño.


domingo, 13 de diciembre de 2020

De las mozas que orearon el pandero


Lo primero que quiero decir es que todas las personas que menciono en este relato tienen mi más absoluto respeto y cariño, y las expresiones que aparecen son parte de nuestro acervo cultural formado por nuestra habla popular y los usos, costumbres y tradiciones que se nos han ido transmitiendo de generación en generación. Una vez dicho esto, vamos al asunto del relato en cuestión.

Hablamos de la década de la 70, sería por el año 1972. Como era habitual en aquella época había domingos gordos y domingos maletos. Los domingos gordos eran fiesta, en los maletos apenas había y la gente de las huertas no subía al lugar (pueblo).

Pero bueno, “a lo que te voy”, que era fiesta, por tanto domingo gordo. Y sé que era este día porque entre las vecinas sentadinas a la puerta se escuchó:

- Vaya rebumbeu que hay ehti domingu chacho, no deja de pasal genti. -

El rebumbeu venia más que nada porque unas mozas no dejaban constantemente de pasar dando vueltas y vueltas mientras unos mozos las seguían con la intención de ligar. Ellas reír, ellos correr detrás y correr delante cuando estas se daban la vuelta.

Yo jugaba a los tintos, en la puerta tía Máxima, tía María, tía Inocencia, tía Crescencia y la Remedios (su hija), tía Eugenia, tía Juana y mi tía Chon. Esto si eran buenas tertulias y no las que vemos en televisión.

Como por aquel entonces era la calle de la marcha, pues el paso era continuo y el ambiente muy movido. El paso a La Picaraza era muy concurrido.

- Allí vienin otra vez lah mozacah. -  Dijo tía Inocencia refiriéndose a las chicas que no dejaban de pasar.  

Lah mozacah (o sea, las chicas), más reír al pasar. Los mozos a lo suyo, correr y correr como tontinos. Yo recuerdo a una de ellas mascar y mascar chicle, tanto que parecía que se le desencajaba la mandíbula. Eso lo tengo grabado, y aquellas faldas recortas, muy recortas, de pliegues y de colores.

Las vecinas proseguían con sus debates y de como “la juventud ehtaba to ehcurrumpia.” Yo a los tintos, jugaba solo hasta que aparecieron otros niños.

Y volvían las mozas o mozacah a venir calle arriba entre risas y cantalenas. Y las vecinas movían la cabeza mirándose.

- Allí vienin lah lichonah garumbah otra vez. -

Dijo una de ellas al verlas venir. Esta expresión la decimos más o menos cuando alguien está dando muchas vueltas “dah mah vuelta que una lichona garumba (o lichón).

- Y que fardah mah recorta tienin señol. -

Y cierto que eran recortas, en eso me fijé bien, también como dije antes en los pliegues, yo seguía a lo mío jugando vestido con mis calzonas de cuadrinos blancos y mis zapatillas abiertas, el niki creo que era de color azul clarino.

- Se leh va a oreal bien el buderu dioh mío. - Sonó bien fuerte y recio.

Con perdón y sin que nadie se ofenda, el buderu es la parte donde termina la espalda que hace de unión con las piernas y que sirve para sentarse en una silla a descansar. Dicho esto, y aclarado el termino prosigo. 

Las mozas, aquellas mozas se revolucionaron como las gallinas cuando van a entrar al gallinero y jarrearon para la plaza, pero por poco rato ya que al momento volvían para abajo y los mozos, pues los mozos detrás como bobinos.

Mi tía decía por lo bajo - No leh digaih ná que se moh alborotan mah. - Viendo venir lo que se avecinaba.

Y entonces entre la esquina de tía Crescencia y la casa de tía Juana se pusieron a bailar. La Remedios aplaudía sentada en su silla, mi tía Chon y tía María miraban para abajo avergonzadas, ellas no estaban acostumbradas a aquellos bailes y más con tan corta indumentaria. Mi madre que llegaba de casa con su silla a sentarse y se encuentra el panorama.

- Madre señor mío, que pasa aquí ehta nochí. - Exclamó. Tía Inocencia sonrió meneando la cabeza y con su gracia habitual soltó lo siguiente. - Aquí viendu como lah mozah se orean el panderu hermana. - El panderu viene a ser lo mismo que el buderu, y el buderu ya lo expliqué antes.

Lo que tenía que ocurrir, ocurrió. Lo que tenía que pasar, pasó. Las mozas cuando las mujeres estaban algunas riendo, otras sorprendidas y otras avergonzadas, se levantaron la falda. Y ahora si orearon pues eso, lo que antes ya conté.

Las vecinas gritaron, rieron, algunas miraron arriba. - No os extrañéis tanto de la juventud que ya son muy modernos. - Dijo la Remedios, ella vivía fuera y estaba más preparada para esto.

Las vecinas reír y las mozas a orear. Tía Inocencia no paraba de mover la cabeza para adelante y para atrás diciendo - Maire, maire, maire hermana. - Los que la conocieron saben perfectamente como era y pueden imaginársela.

Mi tía Chon y tía María se santiguaron y miraron para otro lado. Mi madre no paraba de reír desencajada y a duras penas podía decir - Callarvuh muchachah, callarvuh, que mientrah mah le digaih mah se revolucionan. -

Yo chiquino miraba de reojo, aquellas nalgas, eran seis pares, o sea seis mozas desarboladas. Al cabo de un rato pararon y siguieron cantando, ya cuando parecía tranquila la cosa una levanto la falda a otra y allí enseño bien enseñado aquello que ya mencioné antes. Y entonces yo me quedé mirando con la boca abierta aquellas nalgas rosas con los ojos como platos y eso que era bien chico.

- Ira comu mira el chicu, si se quea clisau (ensimismado), no quita oju el joiu. – Dijo tía Inocencia. Yo coloraino como un tomate.

Mi tía ya no soporto más y me llamó  - Juan Jesús, venti pa casa. - Y pa casa me metió no me fuera a dar algo.

Luego se fueron y al rato aparecieron otra vez los mozos a buscarlas. La Remedios al verlos les dijo - Lo que os habéis perdido chicos. Aquí a todas las mujeres nos han enseñado y oreado bien el pandero. -

Ellos como ignorantinos salieron corriendo, al cabo de un rato volvieron y preguntaron - ¿Lah habéih vihtu? -

 - No, no lah hemuh vihtu. - Contestaron las mujeres, y así se tiraron un buen rato corriendo para arriba, corriendo para abajo con no buen resultado.

Aquello luego dio para mucho comentario. Y 35 años después lo comenté con tía Inocencia y mi madre y nos reímos un buen rato a costa de las mozas que una noche nos orearon el pandero. Y menos mal que la ropa interior en aquel entonces no era como la de ahora, porque si no las vecinas salen corriendo.


NOTA FINAL

Ante la cantidad de mensajes recibidos referentes a la originalidad de nuestro vocabulario y de las expresiones como tía, aclarar que no significan vínculo familiar alguno, aunque la amistad y solidaridad entre las vecinas era como si fueran familia. Está expresión popular de tía Inocencia, tía María o tía Eugenia la hacíamos siempre de forma respetuosa hacia las personas mayores. Aunque no decíamos señora o señor, para nosotros el decir tía Crescencia o tío Vicente era siempre una señal de respeto. Sólo cuando me refiero a mi tía la nombro como "mi tía Chon". Cuando dicen hermana, lo hacen de forma amistosa, no por ello implica parentesco alguno. A las más jóvenes se les decía la Tere, la Rosi, la Puri, o en este caso la Remedios. El "Maire, maire, maire hermana" puede utilizarse para mostrar asombro, miedo, o una situación graciosa.  ¡Madre, madre, madre hermana! Y lo de muchachas, bueno, pues ellas que eran muy graciosas y las  recuerdo algunas veces oírlas decir - Callarvuh y na máh muchachah. - Y eso que ya eran bien entraditas en años.

Con todo mi cariño y respeto a mis vecinas de la infancia.

martes, 8 de diciembre de 2020

De las novias de cuento y de las revistas

Estábamos jugando de noche a “esconde correa”, buscábamos donde no nos vieran ya que nadie quería irse con un buen correazo en las nalgas. Allí agachados escondidos estábamos unos cuantos entre el coche de Martín “Caldera” y el coche de Miguel “Parralillo”. Allí andábamos cuando uno vino y dijo.

- Correr, correr, que en la calleja hay una pareja que están besuqueándose. -

Madre de dios bendito, salimos todos zapeando para allá con cuidado. Allí asomainos detrás de la casa de tía María de tío Hipólito había una pareja que se besaban sin parar. Y de repente en la esquina un montón de cabezinas espiando y mirando con la boca abierta.

- Se van a asfixiar. - dijo uno.  

- No, porque a lo mejor respiran con la nariz. - Dijo otro.

- Si tienen las narices también juntas, estos se asfixian ya verás, que agino me está entrando dios mío. - volvió a decir el primero.

- Seguro que cogen aire antes, como cuando se va a bucear. - Dijo otro tan seguro de sus palabras.

- De frente no pueden, porque se chocan las narices, por eso se besan laeros (de lado). - Ya cada uno daba su opinión. La pareja a lo suyo, sin respirar y sin asfixiarse.

Entre tanto rebullicio sale tía María de casa y nos empieza a decir:

- Que jadeih pai judinganuh, irvuh pa otru lau. -

Esto lo digo en nuestra habla popular, porque decirlo de otra manera no tiene gracia y ella hablaba y se expresaba así como todos nuestros mayores.

- Comu coja la vara hoy, voh vaih a dormil calientih a la cama - Se oyó a tío Hipólito.

            - Juyan los míos - Dije yo. Y era lógico, yo era su vecino más cercano (vivía al lado) y seguro era el primero que cobraría. Así que “juyímos” (Huimos). Y corriendo espantamos a la pareja, mejor así respirarían ya sin problema.

A él no le hizo mucha gracia y nos levantó la mano a la altura de su cara y la inclinó un poco en señal de “vais a cobrar”. Ella no, ella se tapaba la cara con el pelo para que no la conociéramos, por lo poco que se le veía estaba más colorada que un tomate. Carrera, “escondichera” y a esperar que pasará el chaparrón y no cayera algún sopapo.

Al cabo de un tiempo y recordando tal suceso empezamos a hablar de los novios y las novias y de las cosas que hacían (vamos, como aquellos que sabían mucho). En esto que uno de los niños que había venido de fuera me dice:

-  Y tú ¿Quién quisieras que fuera tu novia? -

Yo los miré a todos y con los ojos y la inocencia de un niño afirmé sin titubear.

- Yo quisiera que mi novia fuera Raquel Welch. -

Aquello desconcertó un poco a todos que me miraron con cara de asombro. Si es que ninguno conocía a Raquel Welch, la mujer por la que bebía los vientos. El que me lo preguntó no quedó muy contento y volvió a decirme:

- ¿Quién es esa Raquel? -

- Una actriz muy famosa que es muy guapa. - Contesté yo.

- No la conozco. - Insistió el otro.

- Normal es extranjera. - Le dije.

- Bueno, una novia extranjera que no sabe hablar como nosotros y que solo se entiende en “Guáchiguá” - Insistió el quetecuento que ya quería sacarme de mis casillas. Por cierto la expresión “Guáchiguá” la utilizábamos cuando queríamos referirnos a un idioma extranjero como el inglés.

Empezó a llover, bueno mejor dicho “empezó a jarinear”. Y la conversación seguía por los mismos derroteros y el mismo “pajoseo” hasta que me cansé y contrataqué.

- Y tú, ¿quién quisieras que fuera la tuya? -

Se rasco la cabeza un rato para afirmar su preferencia, mientras todos lo mirábamos.

- Mi novia quisiera que fuera Sigrid, la del Capitán Trueno. -

Mi contestación fue rápida y con buen argumento.

- Iraló él, o sea, me dices de la mi novia que es extranjera y no me entiendo con ella. Si los novios que vimos el otro día no hablaban, solo se besaban. Y si hace falta pa casarse ya aprendería yo el inglés.

Esa fue la primera que se llevó.

- Y otra cosa, la tu novia es vikinga y tampoco podías entenderte con ella porque no sabes vikingo como el Capitán Trueno. Además está ya pedía y se va a casar con él. -

Ahí no me rechistó, pero faltaba la puntilla final.

- Además, la mía es de carne y hueso, y me puedo pasear con ella aunque esté lloviendo, tú con la tuya no, porque como es de papel, el papel cuando se moja se estropea. -

Aquí se acabó la conversación y las risas de los demás hicieron el resto.

Solo a los pocos días en la ventana de tía Crescencia que vendía golosinas, droguería, cuentos y revistas aparece en la portada de una de ellas Raquel Welch y llamé a unos cuantos para que vieran a la que era la mi novia. Pos eso, toitos con la boca abierta se quedaron y el otro no volvió a piar con la su novia de cuento. Eso sí, cuando alguno miraba la revista más de la cuenta ya le advertía que no se pasaran un pelo, que miraran a otra.


domingo, 29 de noviembre de 2020

Los dulces de la misa de la boda

Fotografía de la representación de una boda típica montehermoseña en el mes de mayo de 1981


Este episodio lo viví cuando acudí de niño junto a mis padres a una boda en Montehermoso, y lo recuerdo muy especialmente por aquel pantalón de cheviot que me había comprado mi madre y que no me gustaba por lo que picaba. Parece que estoy viendo a los músicos con el tambor, el acordeón y el saxofón y unos cuantos de niños que íbamos detrás de ellos diciendo - Tun tun, la boa, tun tun la boa - Nosotros reíamos y aplaudíamos con emoción, al lado unas mujeres mayores nos reñían para que nos fuéramos. - Si estamos de boa - dije yo. Fuimos a casa del novio, luego a casa de la novia y a misa. Los niños nos quedamos jugando en las afueras y subiendo en las resbaleras de la callejina.

Allí entre juego y juego un hombre con una gorra que pasaba nos recriminó estar allí y nos dijo con muy malos modales que porque no habíamos entrado en misa. - Cuando entrés tú. - Esa fue la contestación que se llevó. Y es que el hombre era poco dado a misa y se confesaba mejor en los bares con los chatos de vino.

Salen los novios, se oye el griterío de la gente, nosotros jugando a lo nuestro. Al cabo de un rato arranca la comitiva a casa del novio. La gente “remuá” (bien vestida), las mujeres avisadas a misa más discretas (aquí está la salsa de la historia) y detrás un grupo de gente de fuera que miraban sonrientes a la gente con sus cantes y su alegría desbordada. Por cierto, aquel hombre que nos mandaba a misa también venía detrás con el cigarro en la boca “daleao” (de lado o inclinado) y tocando palmas. - Ya viene caliente como un zorro (bajo los efluvios del alcohol) - dijo alguien.

Casa del novio, los músicos animan, la gente alborotada y a la puerta aparecen un grupo de personas con ricos platos de “gruñuelos” (buñuelos), rosas, ruea y “chochos” (altramuces). La gente se hace a un lado y empiezan a venir mujeres (mayores la mayoría) a coger los deliciosos manjares. Nosotros “apartainos” a un lado, ya que nuestras madres ya nos habían dicho que eso no era para coger todo el mundo. Yo miraba aquella enorme bandeja de ruea que era como de asta y me relamía de ganas, pero ya sabía que luego daban un chocolate y allí podría degustar tan delicioso manjar.

Los de fuera estaban mirando extrañados y en eso que una mujer se arranca y fue a coger unos dulces, detrás un hombre alto, muy alto y con un abrigo de paño y unas gafas cuadradas. Una mujer al verlos alzo la voz intentando pararlos.  - ¡Cheee, cheee, chee! - Esta expresión era muy popular aquí y significaba quieto, vamos que era una llamada de atención muy seria.

Ellos no se daban por aludidos y siguieron cogiendo dulces y chochos. Ya vino la mujer del Chee, chee, chee y les dijo - Ehtuh durci son pa la genti que vieni a misa la boa. - El hombre, aquel hombre alto se miró con la mujer que venía con él y no la entendieron. Otra mujer de las de fuera les dijo que ellos también habían ido a misa y que estaban de boda invitados. La mujer que no quería que cogieran los dulces volvió a lo suyo e insistía en lo mismo. Un hombre a nuestro lado reía y decía - darlih un cachinu a ehta gentita chacho -

Entonces una mujer les dijo a los de fuera que eso era una costumbre que en Montehermoso se tenía para la gente que estaba avisada a misa de la boda, pero que no acudían luego al resto de la ceremonia, que luego estaba el refresco donde tendrían oportunidad de degustar estos dulces.

Tengo la imagen de esas personas soltar los dulces con mucho cuidado y la cara de la mujer que les regañaba retorciendo el “jozico” (hocico). Y a otro hombre muy bajito decir - Dejarluh que coman algu loh probecitu, que a lo mejol vienen de lejuh y ehtán transiu. Miral que ehtí hombrí del abrigón eh mu largu y si se moh cai pai hay que llevarlu en ehparigüela -

Y arranca la comitiva ahora a casa de la novia a convidar a las invitadas a la misa de la boda de esta. Los de fuera ya estaban avisados, así que ya sabían que no podían coger los dulces. Resuenan la batería, el acordeón y el saxofón y otra vez los niños Tun, tun, la boa, tun, tun, la boa.

- Esperen, esperen - Dijo alguien a la gente de fuera, y vino con dos bolsas cargadas de dulces y chochos que ellos en su buen hacer quisieron pagar, algo que la chica que se los dio no aceptó.

Calle arriba, calle abajo con los dulces y el hombre que les decía que les dieran de comer les dijo - Yo fui a una boa fuera y pase mah jambrí que un pavu, muchu platu, muchu platu, peru mu raletu y entre tantu teneor no sabía pandi echar manu. Esu si, hoy aquí salih tupiuh de bebel y de comel, que en esu no andamuh ehcasu - Y luego “enjilaron” (tiraron) para el refresco y allí les esperaba un buen chocolate con ruea como antesala al baile y luego a la cena. Y ya para terminar decir que casi que cobro (y no dinero precisamente) en el refresco, ya que me hice un buen “lamparón” (mancha) de chocolate en el pantalón de cheviot. Los músicos no quiero dejarlos en el olvido, eran Filiberto el cartero, Antonio Sindo y Antonio el de María.

viernes, 27 de noviembre de 2020

Montehermoso. Datos, fotografías, noticias, artículos y sucesos históricos

 


Enlaces por orden alfabético con datos, fotografías, noticias, artículos y sucesos históricos. 
Trabajo de documentación e investigación: Juan Jesús Sánchez Alcón

Antoñita Moreno y la Gorra de Montehermoso

Aportación a la memoria histórica de la indumentaria tradicional de Montehermoso

Bodas típicas en Montehermoso

Canciones Populares de Montehermoso

Centenario del cuadro “El Mercado. Extremadura” de Joaquín Sorolla

Cerraduras antiguas de Montehermoso

Circular sobre la epidemia del cólera morbo en 1835

Conferencia “La Gorra y el Traje de Montehermoso. Crónicas para la Historia”

Conferencia: “Historias y Paisajes de Montehermoso”

Daños en la Cruz de Granada

Datos, hechos y sucesos históricos de la Atalaya y sus tierras (Primera parte)

Datos, noticias, hechos y curiosidades históricas en las Fiestas de San Bartolomé en Montehermoso (Cáceres). Tercera parte.

Datos, noticias, hechos y curiosidades históricas en las Fiestas de San Bartolomé en Montehermoso (Cáceres). Segunda parte.

Datos, noticias, hechos y curiosidades históricas en las Fiestas de San Bartolomé en Montehermoso (Cáceres). Primera parte.

De las andanzas de los montehermoseños en el mercado de Plasencia en tiempos pasados

De Los Antruejos (Carnavales) y las bromas del guasón escarmentado

Del robo del burro de Bartolomé en la Dehesa Boyal de Montehermoso

Descripción de Montehermoso de Jules Clerjon de Champagny, 1823 

El amor a la fuerza. Cupido cambia el arco por la escopeta

El aterrizaje de un avión alemán en las Huertas del Cuarto Holgado de Montehermoso (Nuevas aportaciones)

El Jarero y el cura de Gargantilla

El origen del Día de Todos los Santos y su celebración en Montehermoso

En 1931 muere un joven de Montehermoso electrocutado en Plasencia 

Epidemias, enfermedades y crisis de subsistencia en Montehermoso

Episodios de Montehermoso: La Historia de Félix Alcón Gil 

Escudo de la Orden de Santiago en La Atalaya

Estandartes de la Cultura Tradicional en Montehermoso

Fiesta de San Blas en Montehermoso (3 de febrero)

Fotografías de Jean Laurent de los paisanos de Montehermoso en la boda de Alfonso XII y María de las Mercedes

Fotografías de José Ortiz Echagüe sobre Montehermoso

Fotografías de Ruth Matilda Anderson en Montehermoso

Historias y Leyendas: La Majada del Penitente

Homenaje a Argimiro Quijada Pulido

Homenaje y reconocimiento en Plasencia a Montehermoso y a los familiares y descendientes que aparecen en el cuadro El Mercado de Joaquín Sorolla

Iglesia Parroquial Nuestra Señora de la Asunción en Montehermoso

III Jornada sobre la Historia, el Folclore y la Cultura tradicional en Montehermoso

Ilustración de Federico Ribas Montenegro, traje regional. Revista La Esfera

Indumentaria de Los Negritos de San Blas

Indumentaria y cultura tradicional de Montehermoso: Conferencia en el Museo de Cáceres

Joaquín Sorolla. El cuadro dedicado a Extremadura “El Mercado” y los tipos de Montehermoso

Jornada sobre Historia y Cultura tradicional en Montehermoso

La economía y las comunicaciones en Montehermoso en el año 1926

La feria de Valdefuentes en Montehermoso

La fiesta de Las Carantoñas de Acehuche y la Gorra de Montehermoso

La gorra de Montehermoso: mitos, orígenes y realidades

La Gorra y el traje de Montehermoso. Bien de Interés Cultural

La historia de Montehermoso en el libro "Memoria histórica de Plasencia y las Comarcas 2018"

La tradición de Las Ánimas Benditas en Montehermoso 

La Velá de San Blas

Las visitas de Ruth Matilda Anderson a Montehermoso en 1928 y 1949

Los cuadros de Santiago Martínez Martin sobre el traje de Montehermoso

Los graves sucesos en Montehermoso el 18 de septiembre de 1932

Los montehermoseños en el cuadro "Extremadura. El Mercado” de Joaquín Sorolla

Los Negritos de San Blas en Montehermoso y otras manifestaciones culturales en España, Europa e Hispanoamérica

Los Negritos de San Blas. Antecedentes históricos

Los Negritos de San Blas: Leyendas Populares

Los Negritos y otras curiosidades y anécdotas de su trayectoria

Los Negritos. Tradición centenaria

Los paisanos de Montehermoso en la boda de Alfonso XII y María de las Mercedes

Mitos inventados en torno a la gorra de Montehermoso

Montehermoso en 1930 por Cayetano Molina

Montehermoso. Datos, noticias, hechos y sucesos históricos en el siglo XIX

Montehermoso. Datos, noticias, hechos y sucesos históricos en el siglo XX

Noticia sobre Montehermoso aparecida el 1 de mayo de 1936 en el Boletín número 2 de la Masa Coral de Cáceres

Nueva Jornada sobre Historia y Cultura Tradicional en el Centro de Mayores de Montehermoso

Ramón López Barrántes

San Blas

Santiago Martínez Martínez pintando a Matilde Galindo

Sello de pan antiguo

Semana Cultural en el Centro de Mayores de Montehermoso

Sobre el extravío de una Jumenta y su Rastra en Montehermoso

Sobre la Gorra y el traje típico de Montehermoso

Sobre las Dotes, Las Hijuelas y los Asientos en las familias de Montehermoso

Sobre las sayas del traje de Montehermoso

Sobre los mitos y leyendas en torno a los negritos de san blas y la gorra de montehermoso

Sobre los mitos y leyendas en torno al origen de Los Negritos de San Blas

Sorolla y los paisanos de Montehermoso

Tipos de gorra de Montehermoso

Vídeo: Sobre el origen de la Gorra de Montehermoso, sus mitos y tradiciones inventadas

100 aniversario de Silvestra Mahillo Garrido, 31 de diciembre de 2012

 

ARTICULOS DE DOMINGO QUIJADA GONZÁLEZ

Dos vírgenes singulares de Montehermoso

El Ayuntamiento de Montehermoso y su enigmática lápida

Génesis y evolución de las campanas Rivera de Montehermoso

La Virgen de Valdefuentes (Montehermoso)

Luces y sombras del verraco vettón de Montehermoso

 

ARTICULOS DE FÉLIX BARROSO GUTIÉRREZ

Los Negritos de Montehermoso

La gorra y el traje típico de Montehermoso

 















martes, 24 de noviembre de 2020

El caballo de palo


Dedicado a toda la gente que vivió en la Finca de Sartalejo.

Aquel caballo de palo que tenía atado en la “enramá” enfrente de mi casa era algo especial, como casi todos era de chopo y su largo rondaba los tres metros, tenía su cuerda a modo de rienda, su boca grabada y hasta los ojos dibujados. Esperábamos a salir de la escuela, entonces había mañana y tarde y salíamos a las cinco. Corriendo a por el cacho pan y al galope. Los niños cada uno con su corcel corríamos barrera arriba espoleando a los caballos y levantando polvo, aquello era el vivo escenario del lejano oeste. Y el ruido, ese ruido de los palos, no se a veces seis, siete o 10 palos arrastrando al unísono, pero no queda ahí la cosa, ya que también espoleábamos a los equinos y a gritos decíamos: - jía, jía, jía - y a la vez hacíamos el sonido del trote (vamos que imaginación no nos faltaba). Era algo así como:

- Tu, tucutú, tucutú - y corríamos e íbamos en busca de aventuras.

Recuerdo ir entre una chopera y al llegar a un regato todos paramos a dar de beber a los caballos, claro está, estaban sedientos. Luego ya bebíamos nosotros y seguimos la marcha. También nos bajábamos de vez en cuando, era para que no se cansaran de tanto galope. Cuando veíamos a las muchachas hacíamos como que el caballo de ponía de manos y relinchaba 

- iiiiihihihiiiiihihihihihiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiijíjijíiiiiiijijijiiiiiii. - Entonces hacíamos como que el caballo bailaba y decíamos

- soooooooooooo - para a continuación espolearlo y decir - arre, arre - y el corcel obedecía, como no.

Más adelante llegamos al acueducto, allí había entre sus arcos unas higueras “bobas” con unos tallos largos, muy largos.  - Algún vigía para ver si vienen los indios. - Exclamó uno. Y allí estaba yo. Subí arriba gateando por aquellos tallos, a medida que subía más se bamboleban, y claro, yo por hacer la gracia, más y más los movía y más me rifaba el “guarrapazo”. Abajo todos miraban esperando que cayera (y vosotros que estáis leyendo esto seguro que también pillines, que me lo estoy imaginando). Pues no, no caí entonces. Bajé, tome las riendas de mi caballo y jaleé al grupo. - Sigamos no hay indios - Y enfilé barrera abajo a todo trote hasta que resbalé al pisar una hoja de la higuera “boba” y salí “rangando” barrera abajo con mi caballo. El trompazo fue de cuidado, pero claro, no me quejé me coloqué el sombrero de pistolero, aquel sombrero de plástico duro que terminaba en forma de pico delante.

Cuando íbamos galopando las rodillas iban sangrando y los codos. Pero claro, los pistoleros eran muy duros. Algunos compañeros me miraban y yo movía la cabeza como diciendo - Esto no es ná. - Aunque en el fondo pensaba como reaccionaria mi madre, seguro que ahí ya no era tan valiente, porque el pantalón llevaba un buen siete.

Entonces vimos a lo lejos como venía un hombre en un burro - ahí viene el enemigo dijo uno. - Cuerpo a tierra y los caballos escondidos entre una zarza para que no relincharan por supuesto. Al paso empezó una lluvia de disparos que al igual que el trote de los caballos imitábamos con la boca.

Pichicún, pichicún, pichicún.

Pichún, pichún, pichún.

Piun, piun, piun.

Piñun, piñun piñun.

Aquí el repertorio del sonido de las balas era muy variado dependiendo de quien las disparara, al igual que las armas, escopeta de plástico con tapón, pistola de asta, pistola de misto o un cacho palo que hacia la función de ambas. El caso es que el hombre se “cabreó” y dijo  - si me baju del burru voh raju a toh, “judinganuh”. - Risas, seguimos disparando, Más risas, hasta que el hombre hizo como que se tiraba del burro y los pistoleros salieron de uñas huyendo en desbandada. Cogieron sus caballos y salieron al galope “zurrados” de miedo con tan mala suerte que uno piso mi caballo y me rompió un cacho de palo, quiero decir de caballo. Que disgusto dios, allí estaba yo viendo mi caballo herido cual pistolero apenado.

Al llegar a Sartalejo dejamos los caballos en un pabellón y nos pusimos a jugar, se nos hizo tarde y allí quedaron los caballos. Al día siguiente por la mañana en el recreo fui a ver el caballo, pero ya no estaba. Que desazón, que preocupación. Las vueltas que di buscándolo. El caso es que solo faltaba el mío. La casualidad quiso que averiguara donde estaba, y es que al día siguiente escucho en el caño de la fuente a tía Serafina hablar con mi madre como le decía que su marido (tío Emeterio) se había encontrado un palo más bueno para colgar los pimientos en el pabellón. Los otros eran muy largos decía, pero este era ideal. Y allí imaginaba yo a mi caballo sosteniendo unos corales de pimientos que tristeza señor. Tío Emeterio era el hombre que iba en el burro y en ese momento pasaba por allí y me guiñó el ojo diciendo por lo bajo - Vaya palo más bueno que tengo “chiquele”, seguro que era de algún pistolero. - El pistolero (o sea yo) se quedó herido de verdad, vamos que me dolía más que el “trapajazo” que pegué cuando caí barrera abajo.

Entonces recordé aquellas varas largas de la higuera “boba”, eran largas y rectas y algunas tenían el mismo grosor que el de mi caballo. Dicho y hecho, ya tenía nuevo corcel y este sé que tío Emeterio no me lo cogería porque las ramas de higuera no servían. Pero lo que no contaba el pistolero era con que la montura no sería igual, ya que la savia de la higuera le provocó no pequeños escozores en salve sea la parte. Por cierto también hacíamos arcos y flechas, pero eso ya para otra historia.


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