domingo, 27 de diciembre de 2020

El Jarero y el Cura de Gargantilla

Tierras de La Atalaya por donde mataron al bandolero Simón Jarero

Sobre la historia y andanzas de Simón Jarero he ido recabando varias noticias aparecidas en los periódicos entre los siglos XIX y XX. En algunos aparecía como héroe, en otros como villano. De la serie de crónicas dejo esta relacionada con un episodio ocurrido con el Cura de Gargantilla en la que recibió un buen escarmiento por parte del bandolero.

Aunque en la noticia aparece como natural de Zarza de Granadilla, siempre nos contaron que Simón Giménez Alcón (Simón Jarero) era natural de Montehermoso .

Paquita Sánchez Gómez (cuyo marido era descendiente del Jarero) en su libro “Simón Giménez Alcón el bandolero extremeño” nos habla que nació el 6 de marzo de 1806 en Montehermoso.

Se casó con María Clemente y tuvo varios hijos:

María nacida en septiembre de 1829.

Francisca.

Jerónimo.

Gabriel nacido el 18 de marzo de 1835.

Lorenzo nacido el 18 de octubre de 1841.

Teresa nacida el 16 de febrero de 1844.

Ana nacida el 28 de septiembre de 1846.

José nacido el 19 de marzo de 1848.

Simón Giménez Alcón (El Jarero) murió con 43 años en 1849. Informaba de este suceso el Periódico El Heraldo de Madrid el 26 de agosto de 1849. Su muerte se produjo en la cueva que su partida de bandoleros tenía en las tierras de La Atalaya en Montehermoso, junto al arroyo de Casilla, desde donde lanzaban muchas de sus correrías.

A continuación dejo la transcripción literal de la noticia publicada el lunes 20 de enero de 1919 en El Adelanto: Diario político de Salamanca: Año XXXV Número 10625, referente a Simón Jarero y el Cura de Gargantilla.

 

BEJARANAS 

Los ladrones de antaño y los de hogaño

Portolés en Béjar...

A falta de sucesos cronicables, echemos la mirada á tiempos lejanos, que vienen á mi memoria con ocasión de haber sido detenido en Madrid el famoso estafador Tomás Portolés, el que estafó en Béjar hace dos veranos á un banquero.

 Mis lectores recordarán el suceso: Un caballero elegante, de maneras distinguidas, que se dice alemán, llega á Béjar, hospedándose en el Hotel de Venancio, y muy recomendado por un banquero respetable de Salamanca.

Aquí dijo que venía á comprar cantidades enormes de paño, y todo fueron atenciones y agasajos para el alemán.

Captada la confianza de los bejaranos, le fué fácil negociar un cheque contra la Embajada alemana, por cinco mil pesetas. Aquel mismo día salió para Salamanca á buscar un maletín de muestras de paño, que había extraviado.

Sabido es que al llegar á Salamanca, salió en auto acompañado de un representante de importante casa comercial, con dirección á Valladolid, en donde se esfumó Portolés.

En Béjar quedó á deber la cuenta del Hotel, y unas botellas de Champan.

Se llevó la llave del cuarto, y cuando Venancio se decidió á romper la cerradura, halló en la mesilla de noche una gran colección de llaves, sin duda de otros hoteles, en los que se había despedido de Igual forma. 

* 

Comentando este suceso, evoco la memoria de un famoso bandolero extremeño, que «floreció» por los años cuarenta y tantos del pasado siglo.

Simón Jarero era natural de Zarza de Granadilla, partido de Hervás, y en los caminos y dehesas inmediatas, ejercía su «profesión» con la más alta dignidad de bandolero.

Era un sujeto alto, fornido, de atrayente simpatía, generoso, y con rasgos de humildad con los pobres, que le adoraban. Imponía contribuciones á los dueños de ganados que pastaban en las dehesas de Caparra, en dinero y en especie, y poseía amigos fieles, que le ocultaban en los pueblos, cuando la justicia intentaba prenderle. Así pudo campar libremente durante muchos años de carrera, que á veces, se extendieron á los confines de Extremadura baja.

Simón Jarero era uno de esos bandidos de leyenda, que provocan la admiración del pueblo, hasta elevarlo á la categoría de héroe.

Tenían nuestros antiguos bandoleros, valor personal y exponían el pellejo cuando llegaba el caso. Pero los estafadores de hoy quedan muy por bajo de aquellos, y el mismo Portolés, tiembla como azogado al pensar que pueda hallarse frente á sus suegros y demás víctimas de sus hazañas.

Los de antaño robaban á riesgo de encontrarse con un balazo. Los de hogaño, lo hacen á mansalva. Lo peor que puede pasarles es caer en manos de la guardia civil, que lo entregará al Tribunal, para que le imponga la pena severísima que corresponde á la estafa en nuestro Código.

Los granujas de hoy utilizan el dinero estafado en darse buena vida. Los de antaño, favorecían al desvalido, en muchas ocasiones con el dinero robado á los ricos. No me parece mal del todo.

Del lobo un pelo.

De Simón Jarero se refieren multitud de «anécdotas», curiosas y merecedoras de la publicidad.

Recuerdo algunas que me refirió un protegido del bandolero, hace más de veinticinco años en el pueblecito de Abadía, próximo al campo de acción de Jarero.

Fué el caso que en una fiesta que se celebraba en casa del cura de Gargantilla, D. Antonio López, salió la conversación sobre el Jarero. Todos referían sucesos á cual más estupendos en los que había intervenido el bandido.

El párroco – que era de pelo en pecho – exclamó indignado:

– ¡Eso sucede porque Jarero da siempre con hombres-gallinas. Quisiera encontrarme con ese guapo, y veríamos si conmigo se atrevía!

Y allí terminó la conversación.

En Gargantilla vivía una amante del bandido, que seguramente tuvo noticia de las palabras del párroco.

Ello es que seis días después de la fiesta citada, en una tarde de verano, se presentó á la puerta de la casa del cura un hombre, con aspecto campesino deseando hablar con el Sr. Cura para que le expidiese el certificado de una partida de nacimiento.

El ama del cura transmitió á su señor el deseo del desconocido, y momentos después, penetraba éste en la sala rectoral.

Hizole sentar el sacerdote, y entonces el desconocido en voz baja, y mostrando la boca de un trabuco, que llevaba oculto, le dijo que no diera el más leve grito, pues le mataría.

Vengo – dijo – á que me entregue usted doce mil reales. Pudiera llevarme mucho más, que usted guarda, pero no lo quiero.

El cura, sin decir palabra, entregó la suma pedida en oro.

El bandido ordenó á su víctima que llamara al ama y le dijese que sirviera chocolate á los dos. Así lo hizo el cura, y después de la refacción le invitó el bandido á que le acompañara á la salida del pueblo. Pasaron juntos por las calles, como dos amigos, y próximos á Aldeanueva del Camino se despidió el ladrón de esta forma:

– Señor cura: puede usted volverse. Le he robado para hacerle comprender que sus bravatas del otro día no rezan con su servidor Simón Jarero. – Adiós.

Días después el bandolero concurrió al mercado de Plasencia, al que asistía también un hermano del cura de Gargantilla.

Llamóle aparte Jarero y le entregó una bolsita con treinta y tantas onzas de oro, con encargo de que las hiciere llegar á su hermano.

De estas hazañas se cuentan muchas, y era frecuente que Jarero matase las acémilas viejas y matalones de algunos pobres arrieros á los que indemnizaba espléndidamente con orden de que adquiriesen buenas mulas y desarrollasen el negocio con más amplitud.

Jarero murió poco después en una choza de un pastor, asesinado á tiros por sus compañeros de cuadrilla.

Los señoritos estafadores de hoy prefieren operar sin riesgo, y es de alabar el gusto.

 

C.

 



Próximamente nuevos episodios y crónicas de Simón Giménez Alcón (El Jarero). El bandolero extremeño.


domingo, 13 de diciembre de 2020

De las mozas que orearon el pandero


Lo primero que quiero decir es que todas las personas que menciono en este relato tienen mi más absoluto respeto y cariño, y las expresiones que aparecen son parte de nuestro acervo cultural formado por nuestra habla popular y los usos, costumbres y tradiciones que se nos han ido transmitiendo de generación en generación. Una vez dicho esto, vamos al asunto del relato en cuestión.

Hablamos de la década de la 70, sería por el año 1972. Como era habitual en aquella época había domingos gordos y domingos maletos. Los domingos gordos eran fiesta, en los maletos apenas había y la gente de las huertas no subía al lugar (pueblo).

Pero bueno, “a lo que te voy”, que era fiesta, por tanto domingo gordo. Y sé que era este día porque entre las vecinas sentadinas a la puerta se escuchó:

- Vaya rebumbeu que hay ehti domingu chacho, no deja de pasal genti. -

El rebumbeu venia más que nada porque unas mozas no dejaban constantemente de pasar dando vueltas y vueltas mientras unos mozos las seguían con la intención de ligar. Ellas reír, ellos correr detrás y correr delante cuando estas se daban la vuelta.

Yo jugaba a los tintos, en la puerta tía Máxima, tía María, tía Inocencia, tía Crescencia y la Remedios (su hija), tía Eugenia, tía Juana y mi tía Chon. Esto si eran buenas tertulias y no las que vemos en televisión.

Como por aquel entonces era la calle de la marcha, pues el paso era continuo y el ambiente muy movido. El paso a La Picaraza era muy concurrido.

- Allí vienin otra vez lah mozacah. -  Dijo tía Inocencia refiriéndose a las chicas que no dejaban de pasar.  

Lah mozacah (o sea, las chicas), más reír al pasar. Los mozos a lo suyo, correr y correr como tontinos. Yo recuerdo a una de ellas mascar y mascar chicle, tanto que parecía que se le desencajaba la mandíbula. Eso lo tengo grabado, y aquellas faldas recortas, muy recortas, de pliegues y de colores.

Las vecinas proseguían con sus debates y de como “la juventud ehtaba to ehcurrumpia.” Yo a los tintos, jugaba solo hasta que aparecieron otros niños.

Y volvían las mozas o mozacah a venir calle arriba entre risas y cantalenas. Y las vecinas movían la cabeza mirándose.

- Allí vienin lah lichonah garumbah otra vez. -

Dijo una de ellas al verlas venir. Esta expresión la decimos más o menos cuando alguien está dando muchas vueltas “dah mah vuelta que una lichona garumba (o lichón).

- Y que fardah mah recorta tienin señol. -

Y cierto que eran recortas, en eso me fijé bien, también como dije antes en los pliegues, yo seguía a lo mío jugando vestido con mis calzonas de cuadrinos blancos y mis zapatillas abiertas, el niki creo que era de color azul clarino.

- Se leh va a oreal bien el buderu dioh mío. - Sonó bien fuerte y recio.

Con perdón y sin que nadie se ofenda, el buderu es la parte donde termina la espalda que hace de unión con las piernas y que sirve para sentarse en una silla a descansar. Dicho esto, y aclarado el termino prosigo. 

Las mozas, aquellas mozas se revolucionaron como las gallinas cuando van a entrar al gallinero y jarrearon para la plaza, pero por poco rato ya que al momento volvían para abajo y los mozos, pues los mozos detrás como bobinos.

Mi tía decía por lo bajo - No leh digaih ná que se moh alborotan mah. - Viendo venir lo que se avecinaba.

Y entonces entre la esquina de tía Crescencia y la casa de tía Juana se pusieron a bailar. La Remedios aplaudía sentada en su silla, mi tía Chon y tía María miraban para abajo avergonzadas, ellas no estaban acostumbradas a aquellos bailes y más con tan corta indumentaria. Mi madre que llegaba de casa con su silla a sentarse y se encuentra el panorama.

- Madre señor mío, que pasa aquí ehta nochí. - Exclamó. Tía Inocencia sonrió meneando la cabeza y con su gracia habitual soltó lo siguiente. - Aquí viendu como lah mozah se orean el panderu hermana. - El panderu viene a ser lo mismo que el buderu, y el buderu ya lo expliqué antes.

Lo que tenía que ocurrir, ocurrió. Lo que tenía que pasar, pasó. Las mozas cuando las mujeres estaban algunas riendo, otras sorprendidas y otras avergonzadas, se levantaron la falda. Y ahora si orearon pues eso, lo que antes ya conté.

Las vecinas gritaron, rieron, algunas miraron arriba. - No os extrañéis tanto de la juventud que ya son muy modernos. - Dijo la Remedios, ella vivía fuera y estaba más preparada para esto.

Las vecinas reír y las mozas a orear. Tía Inocencia no paraba de mover la cabeza para adelante y para atrás diciendo - Maire, maire, maire hermana. - Los que la conocieron saben perfectamente como era y pueden imaginársela.

Mi tía Chon y tía María se santiguaron y miraron para otro lado. Mi madre no paraba de reír desencajada y a duras penas podía decir - Callarvuh muchachah, callarvuh, que mientrah mah le digaih mah se revolucionan. -

Yo chiquino miraba de reojo, aquellas nalgas, eran seis pares, o sea seis mozas desarboladas. Al cabo de un rato pararon y siguieron cantando, ya cuando parecía tranquila la cosa una levanto la falda a otra y allí enseño bien enseñado aquello que ya mencioné antes. Y entonces yo me quedé mirando con la boca abierta aquellas nalgas rosas con los ojos como platos y eso que era bien chico.

- Ira comu mira el chicu, si se quea clisau (ensimismado), no quita oju el joiu. – Dijo tía Inocencia. Yo coloraino como un tomate.

Mi tía ya no soporto más y me llamó  - Juan Jesús, venti pa casa. - Y pa casa me metió no me fuera a dar algo.

Luego se fueron y al rato aparecieron otra vez los mozos a buscarlas. La Remedios al verlos les dijo - Lo que os habéis perdido chicos. Aquí a todas las mujeres nos han enseñado y oreado bien el pandero. -

Ellos como ignorantinos salieron corriendo, al cabo de un rato volvieron y preguntaron - ¿Lah habéih vihtu? -

 - No, no lah hemuh vihtu. - Contestaron las mujeres, y así se tiraron un buen rato corriendo para arriba, corriendo para abajo con no buen resultado.

Aquello luego dio para mucho comentario. Y 35 años después lo comenté con tía Inocencia y mi madre y nos reímos un buen rato a costa de las mozas que una noche nos orearon el pandero. Y menos mal que la ropa interior en aquel entonces no era como la de ahora, porque si no las vecinas salen corriendo.


NOTA FINAL

Ante la cantidad de mensajes recibidos referentes a la originalidad de nuestro vocabulario y de las expresiones como tía, aclarar que no significan vínculo familiar alguno, aunque la amistad y solidaridad entre las vecinas era como si fueran familia. Está expresión popular de tía Inocencia, tía María o tía Eugenia la hacíamos siempre de forma respetuosa hacia las personas mayores. Aunque no decíamos señora o señor, para nosotros el decir tía Crescencia o tío Vicente era siempre una señal de respeto. Sólo cuando me refiero a mi tía la nombro como "mi tía Chon". Cuando dicen hermana, lo hacen de forma amistosa, no por ello implica parentesco alguno. A las más jóvenes se les decía la Tere, la Rosi, la Puri, o en este caso la Remedios. El "Maire, maire, maire hermana" puede utilizarse para mostrar asombro, miedo, o una situación graciosa.  ¡Madre, madre, madre hermana! Y lo de muchachas, bueno, pues ellas que eran muy graciosas y las  recuerdo algunas veces oírlas decir - Callarvuh y na máh muchachah. - Y eso que ya eran bien entraditas en años.

Con todo mi cariño y respeto a mis vecinas de la infancia.

martes, 8 de diciembre de 2020

De las novias de cuento y de las revistas

Estábamos jugando de noche a “esconde correa”, buscábamos donde no nos vieran ya que nadie quería irse con un buen correazo en las nalgas. Allí agachados escondidos estábamos unos cuantos entre el coche de Martín “Caldera” y el coche de Miguel “Parralillo”. Allí andábamos cuando uno vino y dijo.

- Correr, correr, que en la calleja hay una pareja que están besuqueándose. -

Madre de dios bendito, salimos todos zapeando para allá con cuidado. Allí asomainos detrás de la casa de tía María de tío Hipólito había una pareja que se besaban sin parar. Y de repente en la esquina un montón de cabezinas espiando y mirando con la boca abierta.

- Se van a asfixiar. - dijo uno.  

- No, porque a lo mejor respiran con la nariz. - Dijo otro.

- Si tienen las narices también juntas, estos se asfixian ya verás, que agino me está entrando dios mío. - volvió a decir el primero.

- Seguro que cogen aire antes, como cuando se va a bucear. - Dijo otro tan seguro de sus palabras.

- De frente no pueden, porque se chocan las narices, por eso se besan laeros (de lado). - Ya cada uno daba su opinión. La pareja a lo suyo, sin respirar y sin asfixiarse.

Entre tanto rebullicio sale tía María de casa y nos empieza a decir:

- Que jadeih pai judinganuh, irvuh pa otru lau. -

Esto lo digo en nuestra habla popular, porque decirlo de otra manera no tiene gracia y ella hablaba y se expresaba así como todos nuestros mayores.

- Comu coja la vara hoy, voh vaih a dormil calientih a la cama - Se oyó a tío Hipólito.

            - Juyan los míos - Dije yo. Y era lógico, yo era su vecino más cercano (vivía al lado) y seguro era el primero que cobraría. Así que “juyímos” (Huimos). Y corriendo espantamos a la pareja, mejor así respirarían ya sin problema.

A él no le hizo mucha gracia y nos levantó la mano a la altura de su cara y la inclinó un poco en señal de “vais a cobrar”. Ella no, ella se tapaba la cara con el pelo para que no la conociéramos, por lo poco que se le veía estaba más colorada que un tomate. Carrera, “escondichera” y a esperar que pasará el chaparrón y no cayera algún sopapo.

Al cabo de un tiempo y recordando tal suceso empezamos a hablar de los novios y las novias y de las cosas que hacían (vamos, como aquellos que sabían mucho). En esto que uno de los niños que había venido de fuera me dice:

-  Y tú ¿Quién quisieras que fuera tu novia? -

Yo los miré a todos y con los ojos y la inocencia de un niño afirmé sin titubear.

- Yo quisiera que mi novia fuera Raquel Welch. -

Aquello desconcertó un poco a todos que me miraron con cara de asombro. Si es que ninguno conocía a Raquel Welch, la mujer por la que bebía los vientos. El que me lo preguntó no quedó muy contento y volvió a decirme:

- ¿Quién es esa Raquel? -

- Una actriz muy famosa que es muy guapa. - Contesté yo.

- No la conozco. - Insistió el otro.

- Normal es extranjera. - Le dije.

- Bueno, una novia extranjera que no sabe hablar como nosotros y que solo se entiende en “Guáchiguá” - Insistió el quetecuento que ya quería sacarme de mis casillas. Por cierto la expresión “Guáchiguá” la utilizábamos cuando queríamos referirnos a un idioma extranjero como el inglés.

Empezó a llover, bueno mejor dicho “empezó a jarinear”. Y la conversación seguía por los mismos derroteros y el mismo “pajoseo” hasta que me cansé y contrataqué.

- Y tú, ¿quién quisieras que fuera la tuya? -

Se rasco la cabeza un rato para afirmar su preferencia, mientras todos lo mirábamos.

- Mi novia quisiera que fuera Sigrid, la del Capitán Trueno. -

Mi contestación fue rápida y con buen argumento.

- Iraló él, o sea, me dices de la mi novia que es extranjera y no me entiendo con ella. Si los novios que vimos el otro día no hablaban, solo se besaban. Y si hace falta pa casarse ya aprendería yo el inglés.

Esa fue la primera que se llevó.

- Y otra cosa, la tu novia es vikinga y tampoco podías entenderte con ella porque no sabes vikingo como el Capitán Trueno. Además está ya pedía y se va a casar con él. -

Ahí no me rechistó, pero faltaba la puntilla final.

- Además, la mía es de carne y hueso, y me puedo pasear con ella aunque esté lloviendo, tú con la tuya no, porque como es de papel, el papel cuando se moja se estropea. -

Aquí se acabó la conversación y las risas de los demás hicieron el resto.

Solo a los pocos días en la ventana de tía Crescencia que vendía golosinas, droguería, cuentos y revistas aparece en la portada de una de ellas Raquel Welch y llamé a unos cuantos para que vieran a la que era la mi novia. Pos eso, toitos con la boca abierta se quedaron y el otro no volvió a piar con la su novia de cuento. Eso sí, cuando alguno miraba la revista más de la cuenta ya le advertía que no se pasaran un pelo, que miraran a otra.


domingo, 29 de noviembre de 2020

Los dulces de la misa de la boda

Fotografía de la representación de una boda típica montehermoseña en el mes de mayo de 1981


Este episodio lo viví cuando acudí de niño junto a mis padres a una boda en Montehermoso, y lo recuerdo muy especialmente por aquel pantalón de cheviot que me había comprado mi madre y que no me gustaba por lo que picaba. Parece que estoy viendo a los músicos con el tambor, el acordeón y el saxofón y unos cuantos de niños que íbamos detrás de ellos diciendo - Tun tun, la boa, tun tun la boa - Nosotros reíamos y aplaudíamos con emoción, al lado unas mujeres mayores nos reñían para que nos fuéramos. - Si estamos de boa - dije yo. Fuimos a casa del novio, luego a casa de la novia y a misa. Los niños nos quedamos jugando en las afueras y subiendo en las resbaleras de la callejina.

Allí entre juego y juego un hombre con una gorra que pasaba nos recriminó estar allí y nos dijo con muy malos modales que porque no habíamos entrado en misa. - Cuando entrés tú. - Esa fue la contestación que se llevó. Y es que el hombre era poco dado a misa y se confesaba mejor en los bares con los chatos de vino.

Salen los novios, se oye el griterío de la gente, nosotros jugando a lo nuestro. Al cabo de un rato arranca la comitiva a casa del novio. La gente “remuá” (bien vestida), las mujeres avisadas a misa más discretas (aquí está la salsa de la historia) y detrás un grupo de gente de fuera que miraban sonrientes a la gente con sus cantes y su alegría desbordada. Por cierto, aquel hombre que nos mandaba a misa también venía detrás con el cigarro en la boca “daleao” (de lado o inclinado) y tocando palmas. - Ya viene caliente como un zorro (bajo los efluvios del alcohol) - dijo alguien.

Casa del novio, los músicos animan, la gente alborotada y a la puerta aparecen un grupo de personas con ricos platos de “gruñuelos” (buñuelos), rosas, ruea y “chochos” (altramuces). La gente se hace a un lado y empiezan a venir mujeres (mayores la mayoría) a coger los deliciosos manjares. Nosotros “apartainos” a un lado, ya que nuestras madres ya nos habían dicho que eso no era para coger todo el mundo. Yo miraba aquella enorme bandeja de ruea que era como de asta y me relamía de ganas, pero ya sabía que luego daban un chocolate y allí podría degustar tan delicioso manjar.

Los de fuera estaban mirando extrañados y en eso que una mujer se arranca y fue a coger unos dulces, detrás un hombre alto, muy alto y con un abrigo de paño y unas gafas cuadradas. Una mujer al verlos alzo la voz intentando pararlos.  - ¡Cheee, cheee, chee! - Esta expresión era muy popular aquí y significaba quieto, vamos que era una llamada de atención muy seria.

Ellos no se daban por aludidos y siguieron cogiendo dulces y chochos. Ya vino la mujer del Chee, chee, chee y les dijo - Ehtuh durci son pa la genti que vieni a misa la boa. - El hombre, aquel hombre alto se miró con la mujer que venía con él y no la entendieron. Otra mujer de las de fuera les dijo que ellos también habían ido a misa y que estaban de boda invitados. La mujer que no quería que cogieran los dulces volvió a lo suyo e insistía en lo mismo. Un hombre a nuestro lado reía y decía - darlih un cachinu a ehta gentita chacho -

Entonces una mujer les dijo a los de fuera que eso era una costumbre que en Montehermoso se tenía para la gente que estaba avisada a misa de la boda, pero que no acudían luego al resto de la ceremonia, que luego estaba el refresco donde tendrían oportunidad de degustar estos dulces.

Tengo la imagen de esas personas soltar los dulces con mucho cuidado y la cara de la mujer que les regañaba retorciendo el “jozico” (hocico). Y a otro hombre muy bajito decir - Dejarluh que coman algu loh probecitu, que a lo mejol vienen de lejuh y ehtán transiu. Miral que ehtí hombrí del abrigón eh mu largu y si se moh cai pai hay que llevarlu en ehparigüela -

Y arranca la comitiva ahora a casa de la novia a convidar a las invitadas a la misa de la boda de esta. Los de fuera ya estaban avisados, así que ya sabían que no podían coger los dulces. Resuenan la batería, el acordeón y el saxofón y otra vez los niños Tun, tun, la boa, tun, tun, la boa.

- Esperen, esperen - Dijo alguien a la gente de fuera, y vino con dos bolsas cargadas de dulces y chochos que ellos en su buen hacer quisieron pagar, algo que la chica que se los dio no aceptó.

Calle arriba, calle abajo con los dulces y el hombre que les decía que les dieran de comer les dijo - Yo fui a una boa fuera y pase mah jambrí que un pavu, muchu platu, muchu platu, peru mu raletu y entre tantu teneor no sabía pandi echar manu. Esu si, hoy aquí salih tupiuh de bebel y de comel, que en esu no andamuh ehcasu - Y luego “enjilaron” (tiraron) para el refresco y allí les esperaba un buen chocolate con ruea como antesala al baile y luego a la cena. Y ya para terminar decir que casi que cobro (y no dinero precisamente) en el refresco, ya que me hice un buen “lamparón” (mancha) de chocolate en el pantalón de cheviot. Los músicos no quiero dejarlos en el olvido, eran Filiberto el cartero, Antonio Sindo y Antonio el de María.

viernes, 27 de noviembre de 2020

Montehermoso. Datos históricos

 


Descripción de Montehermoso de Jules Clerjon de Champagny, 1823

 

El aterrizaje de un avión alemán en las Huertas del Cuarto Holgado de Montehermoso (Nuevas aportaciones)

 

En 1931 muere un joven de Montehermoso electrocutado en Plasencia

 

Episodios de Montehermoso: La Historia de Félix Alcón Gil

 

La tradición de Las Ánimas Benditas en Montehermoso

 

Los graves sucesos en Montehermoso el 18 de septiembre de 1932

 

Montehermoso. Datos, noticias, hechos y sucesos históricos en el siglo XIX

 

Montehermoso. Datos, noticias, hechos y sucesos históricos en el siglo XX

 

Sobre las Dotes, Las Hijuelas y los Asientos en las familias de Montehermoso

La gorra y el traje típico de Montehermoso

 















martes, 24 de noviembre de 2020

El caballo de palo


Dedicado a toda la gente que vivió en la Finca de Sartalejo.

Aquel caballo de palo que tenía atado en la “enramá” enfrente de mi casa era algo especial, como casi todos era de chopo y su largo rondaba los tres metros, tenía su cuerda a modo de rienda, su boca grabada y hasta los ojos dibujados. Esperábamos a salir de la escuela, entonces había mañana y tarde y salíamos a las cinco. Corriendo a por el cacho pan y al galope. Los niños cada uno con su corcel corríamos barrera arriba espoleando a los caballos y levantando polvo, aquello era el vivo escenario del lejano oeste. Y el ruido, ese ruido de los palos, no se a veces seis, siete o 10 palos arrastrando al unísono, pero no queda ahí la cosa, ya que también espoleábamos a los equinos y a gritos decíamos: - jía, jía, jía - y a la vez hacíamos el sonido del trote (vamos que imaginación no nos faltaba). Era algo así como:

- Tu, tucutú, tucutú - y corríamos e íbamos en busca de aventuras.

Recuerdo ir entre una chopera y al llegar a un regato todos paramos a dar de beber a los caballos, claro está, estaban sedientos. Luego ya bebíamos nosotros y seguimos la marcha. También nos bajábamos de vez en cuando, era para que no se cansaran de tanto galope. Cuando veíamos a las muchachas hacíamos como que el caballo de ponía de manos y relinchaba 

- iiiiihihihiiiiihihihihihiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiijíjijíiiiiiijijijiiiiiii. - Entonces hacíamos como que el caballo bailaba y decíamos

- soooooooooooo - para a continuación espolearlo y decir - arre, arre - y el corcel obedecía, como no.

Más adelante llegamos al acueducto, allí había entre sus arcos unas higueras “bobas” con unos tallos largos, muy largos.  - Algún vigía para ver si vienen los indios. - Exclamó uno. Y allí estaba yo. Subí arriba gateando por aquellos tallos, a medida que subía más se bamboleban, y claro, yo por hacer la gracia, más y más los movía y más me rifaba el “guarrapazo”. Abajo todos miraban esperando que cayera (y vosotros que estáis leyendo esto seguro que también pillines, que me lo estoy imaginando). Pues no, no caí entonces. Bajé, tome las riendas de mi caballo y jaleé al grupo. - Sigamos no hay indios - Y enfilé barrera abajo a todo trote hasta que resbalé al pisar una hoja de la higuera “boba” y salí “rangando” barrera abajo con mi caballo. El trompazo fue de cuidado, pero claro, no me quejé me coloqué el sombrero de pistolero, aquel sombrero de plástico duro que terminaba en forma de pico delante.

Cuando íbamos galopando las rodillas iban sangrando y los codos. Pero claro, los pistoleros eran muy duros. Algunos compañeros me miraban y yo movía la cabeza como diciendo - Esto no es ná. - Aunque en el fondo pensaba como reaccionaria mi madre, seguro que ahí ya no era tan valiente, porque el pantalón llevaba un buen siete.

Entonces vimos a lo lejos como venía un hombre en un burro - ahí viene el enemigo dijo uno. - Cuerpo a tierra y los caballos escondidos entre una zarza para que no relincharan por supuesto. Al paso empezó una lluvia de disparos que al igual que el trote de los caballos imitábamos con la boca.

Pichicún, pichicún, pichicún.

Pichún, pichún, pichún.

Piun, piun, piun.

Piñun, piñun piñun.

Aquí el repertorio del sonido de las balas era muy variado dependiendo de quien las disparara, al igual que las armas, escopeta de plástico con tapón, pistola de asta, pistola de misto o un cacho palo que hacia la función de ambas. El caso es que el hombre se “cabreó” y dijo  - si me baju del burru voh raju a toh, “judinganuh”. - Risas, seguimos disparando, Más risas, hasta que el hombre hizo como que se tiraba del burro y los pistoleros salieron de uñas huyendo en desbandada. Cogieron sus caballos y salieron al galope “zurrados” de miedo con tan mala suerte que uno piso mi caballo y me rompió un cacho de palo, quiero decir de caballo. Que disgusto dios, allí estaba yo viendo mi caballo herido cual pistolero apenado.

Al llegar a Sartalejo dejamos los caballos en un pabellón y nos pusimos a jugar, se nos hizo tarde y allí quedaron los caballos. Al día siguiente por la mañana en el recreo fui a ver el caballo, pero ya no estaba. Que desazón, que preocupación. Las vueltas que di buscándolo. El caso es que solo faltaba el mío. La casualidad quiso que averiguara donde estaba, y es que al día siguiente escucho en el caño de la fuente a tía Serafina hablar con mi madre como le decía que su marido (tío Emeterio) se había encontrado un palo más bueno para colgar los pimientos en el pabellón. Los otros eran muy largos decía, pero este era ideal. Y allí imaginaba yo a mi caballo sosteniendo unos corales de pimientos que tristeza señor. Tío Emeterio era el hombre que iba en el burro y en ese momento pasaba por allí y me guiñó el ojo diciendo por lo bajo - Vaya palo más bueno que tengo “chiquele”, seguro que era de algún pistolero. - El pistolero (o sea yo) se quedó herido de verdad, vamos que me dolía más que el “trapajazo” que pegué cuando caí barrera abajo.

Entonces recordé aquellas varas largas de la higuera “boba”, eran largas y rectas y algunas tenían el mismo grosor que el de mi caballo. Dicho y hecho, ya tenía nuevo corcel y este sé que tío Emeterio no me lo cogería porque las ramas de higuera no servían. Pero lo que no contaba el pistolero era con que la montura no sería igual, ya que la savia de la higuera le provocó no pequeños escozores en salve sea la parte. Por cierto también hacíamos arcos y flechas, pero eso ya para otra historia.


domingo, 22 de noviembre de 2020

El que no pagó el piso y encima cobró


La historia comienza en aquella calle que tantos recuerdos me trae a la memoria, allí los niños compartíamos muchos ratos con las vecinas que se ponían entre la puerta de mi tía Chon y la casa de tía Juana. De este episodio recuperé datos y los nombres de las mujeres que esa noche se sentaban con sus “sillinas” al fresco. Todo lo había anotado en una “libretina” amarilla en la que había dibujado en su portada una casa con dos árboles, unas nubes con un sol y sus rayos correspondientes, y unos pájaros volando. Pero vamos al lio, vamos a lo que nos interesa.

Que era cobrar el piso, porque seguro que algunas personas se lo estarán preguntando. Bien, pues cobrar el piso era una costumbre que tenían los quintos cuando se percataban de que algún forastero quería tener una relación con una moza de Montehermoso, entonces le exigían que pagará una cantidad de dinero, unos cántaros de vinos o unas cajas de cervezas (como en los últimos años que recuerdo). Con el tiempo, no solo eran los quintos quien lo reclamaban, también había algunos que querían beber a costa de algún forastero. Aunque tengo que decir, que por norma general el carácter del montehermoseño era en general hospitalario y aquel forastero que tenía un amigo del pueblo, lo era para toda la vida.

Y ya entrando en materia, la historia comienza jugando al bote con los amigos. Allí entre carreras y “escondicheras” escuché a cuatro mozos hablar detrás de la casa de tía María de tío Hipólito que iban a cobrar el piso a un forastero. Mi impresión aumentó cuando uno de ellos dijo - Esta noche cae una caja de cerveza. - y otro asentía con la cabeza para luego decir - Y si no la paga va al bidón de cabeza. - Y después de unas caladas de cigarro arrancaron para La Picaraza. Yo los miré como asustados, los veía enormes y con aquellas greñas y aquellos pantalones de campana daban miedo.

Nosotros seguimos jugando a lo nuestro, bueno luego cambiamos a perros y liebres, así que a correr. Y corriendo llegamos cerca del baile, allí los mozinos y mozinas que no entraban al baile estaban asomados a las ventanas mirando como bailaban. Años después sería yo el que miraba con unas ganas enormes de poder entrar al baile.

Al cabo de un rato se preparó un gran tumulto y vimos a unos cuantos como llevaban a uno en volandas a la calleja de enfrente. Los que vivieron esa época saben que en aquella calleja eran donde los mozos iban a pegarse, vamos que era como el club de la lucha. Y allí estaban aquellos “mozacones” zarandeando a un mozo forastero para que pagara el piso. - O pagas o de cabeza al bidón. - Y el mozo dijo que no pagaba.

Allí había zarandeos para un lado y para otro y entonces aparece otra cuadrilla de otro barrio que también venía con el mismo propósito, a cobrar el piso. Más zarandeos, más bronca, algún guantazo, ya entre ellos y entre el barullo, otra cuadrilla que viene. 

Aquello me impresionó bastante, las voces, las caras que entonces yo veía como desencajadas, las greñas y el sonido del algún guantazo. Entre tanto jaleo el forastero se escapó, lógico si se pegaban entre ellos. Nosotros salimos a la uña zurrados y con el corazón a cien por hora. Menudo susto y más cuando uno bufaba como un jabalí.

Seguimos jugando pero ya con el ojo al acecho por si acaso. Después de mucho, pero mucho rato, vamos tanto que ya estábamos “templados” de correr y estábamos sentados, cuando vimos aquel mozo forastero venir con otros en plan desafiante y al pasar delante nuestro y de las mujeres que allí estaban sentadas se quitó la correa, hizo ademán de bajarse los pantalones y se tocó sus partes. Las mujeres eran tía Eugenia, tía Juana, tía María, tía Macrina, tía Inocencia, tía Justa, tía Crescencia, tía Dionisia, tía Chon (mi tía) y tía Gloria (mi madre) que ante tal escandalo le recriminaron su actitud y tía Juana se levantó de la silla y le dijo - Comu coja la silla te la ehtampu en la cabeza “jigu bobu”. Y el susodicho seguía con su afrenta y sus risas bobas burlándose de aquellas mujeres mayores que cada noche se sentaban al fresco a la puerta.

Recuerdo aquel momento y aquellas risas burlonas, y a tía María levantar una vara ante tal desagravio. Los que venían con el intentaban llevárselo, pero el a los suyo. Al poco aparecen los cuatro mozos del piso que venían de la Plaza y al verlo se fueron a por él. Los acompañantes le dejaron y se fueron corriendo calle arriba por San Antonio y los demás tiraron “zapeando” calle abajo otra vez a La Picaraza. Allí lo engancharon, y dicho y hecho, después de unas buenas tortas, de cabeza fue a un bidón. Esa imagen de ver los pies por alto y cabeza abajo me asustó, lo hicieron para meterle miedo y como escarmiento.

Salimos corriendo calle arriba para nuestra puerta y allí “sentaino” me quedé, luego ya nos fuimos para casa. Estando acostado se oyen muchas voces y gresca, me asomo con miedo al balcón y allí estaba otra vez aquel bicho y a los amigos intentando llevárselo. Golpeó el coche de Paquete el taxista y la puerta de tía Máxima, yo miraba con mucho miedo. Voces lejos, voces cerca, voces más cerca, y allí se presentaron los cuatro del piso y le dieron unas buenas galletas para que se fuera de una vez. Uno le quitó el zapato y se lo encajó en el tejado de tía María de tío Hipólito y allí estuvo durante mucho tiempo.

La casualidad quiso que un día en el hospital en esas esperas que hay en las consultas y en las que hablas y hablas con las personas allí sentadas, un hombre me preguntó de donde era - de Montehermoso. - Contesté. - El pueblo de las dos mentiras. Ni es monte, ni es hermoso. - dijo él. - Buen pueblo, aunque la gente es recia, pero son muy nobles. - y siguió con la conversación. - De allí hizo una la mili conmigo en los 70. - Me dio nombre y apellidos y yo le dije que me dijera el mote, que por eso nos conocemos todos. También me dijo que con él tenía mucha “reconocencia” (amistad) todavía y que habían ido hace dos años a San Blas.

Al lado otro hombre dijo - Si os cuento lo que me pasó a mí en Montehermoso - Y la mujer que estaba al lado le dio con el pie para que se callara. Pero el siguió a lo suyo y dijo. - A mí una vez me tiraron de cabeza a un bidón por no pagar el piso, también yo era muy cabezón y un poco bala.- Y su mujer al lado asentía con la cabeza. El en su bravuconería dijo que con la que estuvo en aquellos tiempos en Montehermoso era mu “Raspireña” (mujer de carácter fuerte o agrio). - Vamos como la que tengo al lao, espetó riendo. - Cosa que le supuso un buen “pellizcón” de la esposa por tontorrón.

Y a mí se me encendió una luz en la cabeza y le dije - ¿Y no te tirarían un zapato a un tejado? - Y el hombre me mira y asiente riendo con la cabeza, bueno es que no paraba de reír. Y me dijo que como podía acordarme de eso. Normal, lo había visto todo. Eso sí, no le conté a la mujer lo de las burlas que hizo a las mujeres y las tortas que se llevó, ya que ella no dejaba de decir que todo lo que le pasaba era por “Tolondrón”. Y esa es la historia del que no pagó el piso pero cobró un montón.


miércoles, 4 de noviembre de 2020

De cómo tío Juan “Palotero” y tío Máximo “Malajeta” bebieron unos sol y sombras a cuenta de unos palomos

Un domingo de esas de cañas largas que se juntan con el atardecer quedé con unos amigos en el Bar Juventud, allí empezábamos ronda vespertina ya “remuaos” y repeinainos.

En el interior risas, un amigo que salía me dice – Ahí está tu padre y tío Máximo que se van a “jincar” unos sol y sombras a costa de unos pardillos –

Entro ya casi sabiendo lo que el par de ellos iban a hacer. Y lo primero que veo es a Máximo copa en mano y haciendo unos aspavientos

– Que no pueooooo Juan, que no pueooooo – Decía el tunante.

Y Juan le decía  – Arriba compadre, que no se diga que nos tumban  estos muchachos –

Y Máximo hacia muecas y garraspeaba tapándose la nariz. Mientras tanto los muchachos reían creyendo que no sería capaz de beber la copa. ¡Madre que confundidos estaban dios mío!

Y se la bebió de un trago, no sin hacer aspavientos como si se hubiera tragado un gato. Entonces Juan le guiñó el ojo y le dijo – Que “flojón” eres Máximo ¿A que no eres capaz de beberte otra?

Máximo hizo un gesto diciendo como que no, y los mozalbetes pusieron otra copa…y agarró la copa y empezó a decir:

– Aaaaaayyyyyyyyyy que esfuerzo señor –

Volvía a taparse la nariz, a retorcer el hocico, a cerrar los ojos y hala, pa dentro. Los mozalbetes reír, pero ellos a los suyo.

Máximo me guiñó el ojo, ya sabía por dónde iban. Entonces dijo.

– No pruebes esto Juan, que está mu malo y no es pa nosotros –

Ahora le tocaba el turno a Juan que comenzó a agarrarse la cabeza y guiñando el ojo a Máximo exclamó:

– San Blas Bendito protege a estos pobrecitos –

Otra copa puesta y ahora Juan empezó el repertorio de muecas, hacía como que tosía y le dolía la barriga. Pero la copa fue pa dentro.

Otra, otra, empezaron los muchachos, ya casi no le dio tiempo a llegar y Juan se la escurrió de un trago. Entonces empezaron a reír los dos y se dirigieron a los mozalbetes dándoles una lección, y es que ellos intentaron burlarse de unos “viejos” creyendo que no eran capaces de beberse unas copas y estos ya venían curtidos y eran de buen “tragaero”.

– Cuando quieran los palomos echamos otra ronda – Dijo Máximo.

Y mi padre se quitó el sombrero e hizo una reverencia. Y se fueron “enjilando” para otro bar y los otros salieron escaldados y sin perras.

lunes, 26 de octubre de 2020

A Domingo Quijada González

El domingo 25 de octubre tuve el gran honor de dedicar unas palabras a mi buen amigo Domingo que hace poco nos dejó. Ha sido un momento lleno de emoción y sentimientos, ya que quería honrar su figura con unas breves pero sinceras y verdaderas frases que contaran y expresaran su figura humana y profesional. He visto lágrimas en los ojos, he sentido el cariño de su familia y amigos. Y he comprobado el mucho aprecio que la gente le tiene. Os dejo la emotiva carta que le he dedicado con el afecto y lealtad que se tienen los buenos amigos.

 

A DOMINGO QUIJADA GONZÁLEZ, QUE SIGUE EN NUESTROS CORAZONES

Queridos amigos:

Podría decir todo lo que Domingo ha hecho a lo largo de su vida, de su gran trayectoria, pero no tendría espacio para ponerlo en esta carta. Su labor es inmensa y seguro que necesitaría muchas, pero que muchas hojas para hablar de su trayectoria, para hablar de su trabajo, de su inmensa labor. Pero más que nada, dejaré que el que hable sea mi corazón por tantos años de amistad.

Pero antes de nada quiero expresar mi sincero agradecimiento a toda su familia, gracias por permitirme dedicarle unas palabras.

Estoy orgulloso de ver como mi gran amigo no deja de recibir muestras de cariño y de aprecio. Un montehermoseño ilustre que merecía un poco más de reconocimiento en su querido pueblo. Un reconocimiento que los que siempre estuvimos cerca de él y admiramos su obra y su trayectoria siempre supimos que merecía tener en vida. Su legado siempre permanecerá entre nosotros por la eternidad.

Hoy también quiero poner en valor su persona, esa persona de trato afable y cercano que siempre estaba dispuesta a echar una mano, que siempre dedicaba su tiempo para enseñar a los demás.

Con Domingo empecé a tomar gran amistad a finales del año 2001 cuando comenzamos los trámites para declarar Los Negritos como Fiesta de Interés Turístico, él fue artífice principal y le debemos mucho por presentar en la documentación su trabajo sobre el contexto histórico de esta fiesta ancestral. A partir de entonces coincidimos en varias ocasiones y fueron no pocas las veces que hablamos por teléfono, que nos escribíamos por correo y hablábamos y hablábamos de historia, de tradiciones, de parajes y de todo nuestro patrimonio.

Recuerdo esas largas conversaciones, muy especialmente una que estuvimos casi una hora hablando de dólmenes y de unas jornadas sobre indumentaria y sobre historia que quería organizar. Él siempre estaba ahí para apoyarme, participando y aportando toda su experiencia y conocimientos. Y en ello andábamos, cuando me dijo:

– Te dejo amigo que me tengo que ir a regar el huerto, como siempre un placer, pero las obligaciones del campo me reclaman. – Ese era Domingo en su esencia.

En mi Blog Montehermoso Cultural le dediqué una página donde voy poniendo varios de sus artículos que nos enseñan una parte de la historia de Montehermoso, entre ellos están:

·        El Valle de los Linares en Montehermoso (Un artículo que me dedicó).

·        Dos construcciones singulares en Montehermoso: La Puente (que no es romana, sino medieval) y la Fuente del Ronco.

·        El Arroyo del Pez de Montehermoso. Su toponimia y vivencias.

·        El Ayuntamiento de Montehermoso y su enigmática lápida.

·        Génesis y evolución de las campanas Rivera de Montehermoso.

·        La Virgen de Valdefuentes (Montehermoso).

·        Luces y sombras del verraco vettón de Montehermoso.

·        Dos vírgenes singulares de Montehermoso.

·        Recuerdos de mi infancia en la dehesa boyal de Montehermoso.

·        El conjunto megalítico de la dehesa boyal de Montehermoso (fue su descubridor y eso quiero recalcarlo bien).

Aparte tiene un montón de artículos publicados, solo he querido exponer aquí unos cuantos dedicados a su pueblo Montehermoso. Cronista oficial de Navalmoral de la Mata donde es muy querido y respetado. Creador de los Coloquios Históricos-Culturales del Campo Arañuelo que este año están dedicados a él. Todo un referente cultural que  a pesar de llevar gran parte de su vida en Navalmoral de la Mata, no se olvidaba de sus raíces montehermoseñas.

Querido amigo Domingo, en nombre de todos quienes te conocimos. Gracias por tu amistad, por tu compañía, por ayudarnos a ser mejores personas, por tu fé, por tu constancia, por dejarnos un recuerdo tan bonito, por tu trabajo, por tus libros, por tus artículos, por tus clases. Conociéndote seguro que allá donde estés, estarás hablando del tiempo, o de historia o de tu huerto y tus olivos. Aquí estamos hoy para expresarte nuestro respeto, cariño y agradecimiento. Tu recuerdo es algo que pervivirá para siempre, nunca nadie nos lo puede arrebatar, gracias por tu ejemplo y tu amistad.


A la memoria de Domingo Quijada González






Montehermoso: Imágenes para la historia

Montehermoso: Imágenes para la historia

Centenario del cuadro El Mercado de Joaquín Sorolla

Centenario del cuadro El Mercado de Joaquín Sorolla

Historias, leyendas y anécdotas de Montehermoso

Historias, leyendas y anécdotas de Montehermoso

CENTRO DE DOCUMENTACIÓN VIRTUAL: VÍDEOS

Sobre el origen de la Gorra de Montehermoso, sus mitos y tradiciones inventadas.

Indumentaria tradicional de Extremadura: Coria, Torrejoncillo, Montehermoso y Mata de Alcántara

Indumentaria tradicional de Extremadura: Coria, Torrejoncillo, Montehermoso y Mata de Alcántara
Documental de Eugenio Monesma Moliner, en el que podemos ver a Antonia Hernández Gil vistiendo a su hijo Orlando Hernández Garrido Hernández y su nuera, Noelia Rivera Martín.

Las huellas del folclore (02/05/2014)

Las huellas del folclore (02/05/2014)
Vídeo del programa 52 minutos. Canal Extremadura TV

Los Negritos de Montehermoso

Danza del Pie y El Mambrú (Montehermoso, Cáceres, 1972)

Danza del Pie y El Mambrú (Montehermoso, Cáceres, 1972)
Vídeo de la actuación del Grupo de Los Negritos de Montehermoso en el Concurso Nacional de Coros y Danzas de España en el Teatro de la Zarzuela en octubre de 1972 en Madrid, donde obtuvieron el 2º premio de 93 grupos participantes. Fondo de Música Tradicional. No-Do 125: Danza del Pie y El Mambrú (Montehermoso, Cáceres, 1972). Fuente: NO-DO: CANCIONES Y DANZAS

Montehermoso (Cáceres). El Pindongo

Montehermoso (Cáceres). El Pindongo
Vídeo del programa Raices – El Amor (I). Minuto 22:56 a 29:38. Fuente: RTVE.es A la Carta

Montehermoso (Cáceres) Danzas de Los Negritos: El ama del cura y el Mambrú

Montehermoso (Cáceres) Danzas de Los Negritos: El ama del cura y el Mambrú
Vídeo del programa Raices - El hombre y la danza. Minuto 02:05 a 08:05. Fuente: RTVE.es A la Carta

Taller de campanillos. Montehermoso (Cáceres)

Taller de campanillos. Montehermoso (Cáceres)
Vídeo del programa Raices – Los Gremios (I). Minuto 18:23 a 24:21. Fuente: RTVE.es A la Carta

Taller de alfarería. Montehermoso (Cáceres)

Taller de alfarería. Montehermoso (Cáceres)
Vídeo del programa Raices – El Pastor (I). Minuto 12:12 a 17:17. Fuente: RTVE.es A la Carta

Elección de la “Maja de España” en 1973 en Murcia

Elección de la “Maja de España” en 1973 en Murcia
Vídeo de la representante de Extremadura ataviada con un traje de Montehermoseña en la gala de la elección de la “Maja de España” en 1973 en Murcia. Fuente: RTVE.es Filmoteca Española NO-DO

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