¿Verdad o leyenda? ¿Mito o realidad?. Sea como fuere constituye uno de los frecuentes relatos de las largas veladas que en las noches de invierno, entre el chisporroteo de las brasas y el oscilante resplandor de las llamas, reunía a las familias en torno al confortable fuego del hogar.
Era costumbre en Montehermoso, en los siglos XVI y XVII, entre los fieles, hacer penitencia por las noches, en un largo caminar, desde el pueblo hasta la ermita de la Virgen de Valdefuentes.
Solían vestir largas túnicas, el rostro cubierto con una capucha y la espalda descubierta, donde se mortificaban con flagelos de fibra de duro lino.
La leyenda conserva los nombres de Fausto y Julia, una pareja de novios, que con el fin de cumplir una promesa a la Virgen de Valdefuentes, se dieron cita una noche junto a la ermita del Cristo.
Enterado de ello, en lugar del novio, se adelantó un antiguo rival, contrincante en amores, a quien la novia había rechazado previamente por interesarle.
Llegado éste a la ermita del Cristo, como Julia no lo reconociese, por ir cubierto su rostro y no poder pronunciar palabra alguna, por llevar el hábito de penitente, le siguió, portando, como era preceptivo una linterna para iluminar el camino.
Al pasar el arroyo de la Nava, el penitente se levantó la túnica, para evitar que se mojara, dejando ver bajo ella una reluciente espada, que llevaba oculta con el fin de dar muerte a Julia, mujer que lo desdeñó.
Julia, al ver la espada y cerciorarse de que aquel hombre no era su actual novio, le estrelló la linterna en plena cara dejándole mal herido y huyendo a refugiarse a una majada cercana.
El penitente, en la penumbra de la noche, la siguió hasta aquel lugar, pinchando a los cerdos con la espada, con el fin de localizar y malherir a Julia, que consiguió salir ilesa del trance.
Desde entonces el sentir popular conoce a la cochiquera con el nombre de “La Majada del Penitente”.
Dícese, que en la mágica noche de San Juan, a eso de las doce –hora de brujas, hechizos y encantamientos-, cuando el plenilunio baña con su tenue luz campos de jaras y matorrales, se escucha en las inmediaciones de la majada un suave lamento: es el alma del agresor que pena su culpa entre las derruidas piedras de la porqueriza.
Aurelio Gutiérrez Gutiérrez
Aurelio Gutiérrez Gutiérrez recibió un Homenaje Póstumo en la 1ª Edición de Premios Andares