Ahora
que comienzan los Carnavales (Antruejos), bien viene recordar antiguas
tradiciones que se celebraban en Montehermoso. Y es que, aunque actualmente la
fiesta haya perdido todo su encanto tradicional, antiguamente eran muchos los
rituales que acompañaban a esta ancestral celebración pagana.
En
los tiempos actuales, se organizan desfiles y comparsas, y la gente se disfraza
de una forma original y divertida, pero muchas personas echamos de menos los
ritos tradicionales.
Las
cuadrillas de mayores que animan con sus bailes y canciones populares las
tardes de carnaval, poco a poco irán desapareciendo, y solo algunos enamorados
del folclore mantendrán viva esa tradición.
La
Asociación de Amas de Casa ha logrado conservar con mucho empeño el Jueves de
Comadres, una costumbre muy enraizada en la localidad en la que las mujeres se reunían
y elaboraban dulces, buñuelos y caramelos artesanos que hacían las delicias de
los más pequeños. Actualmente vemos como más mujeres (amigas o familiares), se
unen para participar y disfrutar de este momento tan entrañable y saludable.
Y
quién no recuerda aquella época del mono de trabajo con la careta y la cayada, un
disfraz muy socorrido que mucha gente usaba. Con el paso de los años eran los niños
los que lucían este atuendo asustando a la gente con sus bromas y gracias.
Sobre
los ritos y tradiciones en los antiguos carnavales preguntaba en el año 2004 a
varias personas mayores que contaban que antes no había dinero para hacerse trajes
como ahora, y la gente se disfrazaba con cuatro trozos de tela y sabanas viejas.
Que la gente se divertía bailando y cantando al son de pandereta y tamboril desde
por la mañana, para luego continuar por la tarde hasta bien entrada la noche.
Comentaban
del jolgorio que se preparaba en Los Antruejos cuando venían por las calles La Osa, La Vaca Pendona, Las Antrojás, Las Caritas y Las Carantollas,
de las luchas entre ellas y del susto que le daban a la gente. Esta es una de las tradiciones
que intento rescatar del olvido, para que no desaparezca el gran legado cultural
que atesora Montehermoso y que se ha mantenido de generación en generación. Quedando
con el paso del tiempo relegado al ostracismo y apostando por fiestas
importadas que poco o nada tienen que ver con nuestro acervo cultural.
Las Estudiantinas,
otra tradición arraigada en los antiguos carnavales montehermoseños, eran grupos
compuestos por hombres o mujeres vestidos con trajes llamativos y con diversos
instrumentos, que eran guiados por un jefe y que interpretaban canciones con
letras graciosas de motivos picantes y de denuncia política y social.
Muchos
pueblos extremeños trabajan en la recuperación de estas tradiciones, hay muchos
ejemplos de La Vaca Pendona del que hablaré en otra ocasión, o de La Vaca Tiznada en el Carnaval
Canchalero en Aceituna. Y el Carnaval
Hurdano, por el que tanto ha luchado la Corrobla Folklórica y Etnográfica “Estampas Jurdanas” y que tanto ha contribuido
a su divulgación, Félix Barroso Gutíerrez.
Volviendo
a las entrevistas que realizaba a las personas mayores en el año 2004, y revisando
mis notas, encontré entre las historias que me contaron una de un mozo que
pretendía a una moza desde hacía dos años y que los padres no daban el visto
bueno a la relación, ni por supuesto la hija pretendida, a la que este
individuo no le hacía nada de gracia por ser hombre grosero, maleducado y
fanfarrón, y por ser poco dado al hábito de la limpieza y el aseo.
Quien
contaba la historia hablaba de que la pretendida era una tía suya, y que la
madre (su abuela) era una mujer muy recia (de carácter fuerte) y valiente. El padre (su abuelo) era hombre parco en palabras, pero también de espíritu fuerte y genio reservado
que siempre recordaba con un cigarro en la boca. Aunque no era mucho de vociferar, cuando se exaltaba
tiritaban hasta los ratones de la troje.
Por
aquella época eran vísperas de Los Antruejos y los mozos y mozas se esmeraban
en preparar sus atuendos para esos días, eran tiempos en que las bromas se sucedían
y era costumbre tirar por las puertas y ventanas, tejas viejas, tiestos con
tierra, pucheros con agallas de roble o bacinillas con todo tipo de sustancias
o líquidos malolientes, los más osados como el mozo del que hablamos
acostumbraba a rellenarlos de orina y otras cosas que no quiero mencionar.
Y
precisamente la casa de esta familia siempre sufría las consecuencias del
susodicho, que en venganza marcaba la esquina de la casa, cual perro marca su
territorio.
La
mujer harta ya de que cada año recibiera bromas tan groseras decidió averiguar quién
era el autor que cometía semejantes actos.
En
una ocasión lo comentó con una vecina y esta se lo dijo a su marido para que
intentará averiguar algo al respecto, ya que sospechaban de ese hombre y no quería
que el padre la pagara con el que primero pasara por la puerta.
El
vecino estaba un día en la taberna y vio entrar a este individuo con cinco
amigos más. Allí entablaron conversación entre vino y vino, y sin darse
cuenta vociferaban sobre las bromas que iban a cometer una noche.
En
tono soez y bravucón, el mozo presumía de sus andanzas y de que ya tenía
preparada una buena trastada, porque los padres no lo querían por yerno en casa.
Este año es el tercero decía, y de aquí ya no pasa, esta es la mía. Creyendo que
a base de bromas pesadas los padres le aceptarían, más no sabía lo que le
esperaba.
El
vecino apuro el chato de vino y se despidió del tabernero como si no hubiera
escuchado nada. Entonces partió raudo hacia casa y avisó a la familia de la que
le esperaba.
Los
padres ya avezados y prevenidos, decidieron darle un buen castigo y esperaron
al tal elemento y sus correspondientes amigos. Cuando cayó la noche y la
oscuridad era la dueña de las calles, los mozos salieron dispuestos a gastar
sus pesadas bromas. Iban por varias calles ocultándose entre penumbras hasta
llegar al lugar elegido.
La
luz del candil asomaba por el resquicio de una pequeña ventana y el resplandor
de la lumbre por una gatera indicaba que estaban en la cocina. Tocaron de forma
solemne el portón y al momento se abrió lentamente y chirriando estrepitosamente.
Esto los desconcertó un poco, pero al momento el mozo aprovecho y
metió un enorme cencerro que hizo sonar de manera estruendosa para asustarlos a
todos, seguido de unos cuernos de vaca preparados para la ocasión.
Las
risas fanfarronas no paraban y cuando se preparaba para lanzar al interior de
la casa una bacinilla con los elementos que anteriormente habían pasado por la
boca, digeridos por el estómago y expulsados por salva sea la parte, después
del proceso de digestión.
Salva
sea la parte: f. eufem. Coloq. U. para
referirse a una zona del cuerpo que se prefiere no mencionar.
Seguimos
donde lo dejamos, porque creo que ya todos sabemos lo que contenía la bacinilla
y no hay que dar más detalles, ya que me parece poco elegante y educado.
¿Portón
abierto, risas, bacinilla en mano…y ahora qué?
Pues
que de la oscuridad salió de repente una enorme tranca de la puerta y se
estampo en la cara del guasón. La brasa encendida del cigarro en la penumbra indicaba
que había sido el padre de la chica el autor de semejante trompazo.
No
había terminado de reponerse del trancazo y tocarse el hueco de los dientes que
le saltaron, cuando de una ventana de arriba emerge una cobija negra que increpaba
sin parar y que vació encima de este mozo una bacinilla llena hasta arriba, empapándole
con un líquido amarillo, filtrado previamente por los riñones y posteriormente
expulsado por otra parte del cuerpo humano.
“Ala
pallá Judinganuh, esu pa que volvaih a jadel judiáh”.
Que
traducido sería algo así:
“Ala
para allá bichos malos, eso para que no volváis a hacer diabluras”.
Los
amigos salieron a la uña y el mozo empapado de lo que ya sabéis y sin dientes,
se fue camino a casa con un buen escarmiento y la lección bien aprendida.
En
los días de carnaval, ni salió a la calle y desde entonces no volvió a gastar
bromas pesadas. Y si ya le costaba echarse novia con dientes, ahora melluco
(sin dientes) y siendo el hazmerreír del pueblo, más le costaría.
Moraleja
Si
quieres echarte novia,
procura
no ser faltón.
La
tranca en la puerta espera,
los
dientes cayendo al son.
La bacinilla cae rebosando,
melluco
por fanfarrón.