domingo, 13 de diciembre de 2020

De las mozas que orearon el pandero


Lo primero que quiero decir es que todas las personas que menciono en este relato tienen mi más absoluto respeto y cariño, y las expresiones que aparecen son parte de nuestro acervo cultural formado por nuestra habla popular y los usos, costumbres y tradiciones que se nos han ido transmitiendo de generación en generación. Una vez dicho esto, vamos al asunto del relato en cuestión.

Hablamos de la década de la 70, sería por el año 1972. Como era habitual en aquella época había domingos gordos y domingos maletos. Los domingos gordos eran fiesta, en los maletos apenas había y la gente de las huertas no subía al lugar (pueblo).

Pero bueno, “a lo que te voy”, que era fiesta, por tanto domingo gordo. Y sé que era este día porque entre las vecinas sentadinas a la puerta se escuchó:

- Vaya rebumbeu que hay ehti domingu chacho, no deja de pasal genti. -

El rebumbeu venia más que nada porque unas mozas no dejaban constantemente de pasar dando vueltas y vueltas mientras unos mozos las seguían con la intención de ligar. Ellas reír, ellos correr detrás y correr delante cuando estas se daban la vuelta.

Yo jugaba a los tintos, en la puerta tía Máxima, tía María, tía Inocencia, tía Crescencia y la Remedios (su hija), tía Eugenia, tía Juana y mi tía Chon. Esto si eran buenas tertulias y no las que vemos en televisión.

Como por aquel entonces era la calle de la marcha, pues el paso era continuo y el ambiente muy movido. El paso a La Picaraza era muy concurrido.

- Allí vienin otra vez lah mozacah. -  Dijo tía Inocencia refiriéndose a las chicas que no dejaban de pasar.  

Lah mozacah (o sea, las chicas), más reír al pasar. Los mozos a lo suyo, correr y correr como tontinos. Yo recuerdo a una de ellas mascar y mascar chicle, tanto que parecía que se le desencajaba la mandíbula. Eso lo tengo grabado, y aquellas faldas recortas, muy recortas, de pliegues y de colores.

Las vecinas proseguían con sus debates y de como “la juventud ehtaba to ehcurrumpia.” Yo a los tintos, jugaba solo hasta que aparecieron otros niños.

Y volvían las mozas o mozacah a venir calle arriba entre risas y cantalenas. Y las vecinas movían la cabeza mirándose.

- Allí vienin lah lichonah garumbah otra vez. -

Dijo una de ellas al verlas venir. Esta expresión la decimos más o menos cuando alguien está dando muchas vueltas “dah mah vuelta que una lichona garumba (o lichón).

- Y que fardah mah recorta tienin señol. -

Y cierto que eran recortas, en eso me fijé bien, también como dije antes en los pliegues, yo seguía a lo mío jugando vestido con mis calzonas de cuadrinos blancos y mis zapatillas abiertas, el niki creo que era de color azul clarino.

- Se leh va a oreal bien el buderu dioh mío. - Sonó bien fuerte y recio.

Con perdón y sin que nadie se ofenda, el buderu es la parte donde termina la espalda que hace de unión con las piernas y que sirve para sentarse en una silla a descansar. Dicho esto, y aclarado el termino prosigo. 

Las mozas, aquellas mozas se revolucionaron como las gallinas cuando van a entrar al gallinero y jarrearon para la plaza, pero por poco rato ya que al momento volvían para abajo y los mozos, pues los mozos detrás como bobinos.

Mi tía decía por lo bajo - No leh digaih ná que se moh alborotan mah. - Viendo venir lo que se avecinaba.

Y entonces entre la esquina de tía Crescencia y la casa de tía Juana se pusieron a bailar. La Remedios aplaudía sentada en su silla, mi tía Chon y tía María miraban para abajo avergonzadas, ellas no estaban acostumbradas a aquellos bailes y más con tan corta indumentaria. Mi madre que llegaba de casa con su silla a sentarse y se encuentra el panorama.

- Madre señor mío, que pasa aquí ehta nochí. - Exclamó. Tía Inocencia sonrió meneando la cabeza y con su gracia habitual soltó lo siguiente. - Aquí viendu como lah mozah se orean el panderu hermana. - El panderu viene a ser lo mismo que el buderu, y el buderu ya lo expliqué antes.

Lo que tenía que ocurrir, ocurrió. Lo que tenía que pasar, pasó. Las mozas cuando las mujeres estaban algunas riendo, otras sorprendidas y otras avergonzadas, se levantaron la falda. Y ahora si orearon pues eso, lo que antes ya conté.

Las vecinas gritaron, rieron, algunas miraron arriba. - No os extrañéis tanto de la juventud que ya son muy modernos. - Dijo la Remedios, ella vivía fuera y estaba más preparada para esto.

Las vecinas reír y las mozas a orear. Tía Inocencia no paraba de mover la cabeza para adelante y para atrás diciendo - Maire, maire, maire hermana. - Los que la conocieron saben perfectamente como era y pueden imaginársela.

Mi tía Chon y tía María se santiguaron y miraron para otro lado. Mi madre no paraba de reír desencajada y a duras penas podía decir - Callarvuh muchachah, callarvuh, que mientrah mah le digaih mah se revolucionan. -

Yo chiquino miraba de reojo, aquellas nalgas, eran seis pares, o sea seis mozas desarboladas. Al cabo de un rato pararon y siguieron cantando, ya cuando parecía tranquila la cosa una levanto la falda a otra y allí enseño bien enseñado aquello que ya mencioné antes. Y entonces yo me quedé mirando con la boca abierta aquellas nalgas rosas con los ojos como platos y eso que era bien chico.

- Ira comu mira el chicu, si se quea clisau (ensimismado), no quita oju el joiu. – Dijo tía Inocencia. Yo coloraino como un tomate.

Mi tía ya no soporto más y me llamó  - Juan Jesús, venti pa casa. - Y pa casa me metió no me fuera a dar algo.

Luego se fueron y al rato aparecieron otra vez los mozos a buscarlas. La Remedios al verlos les dijo - Lo que os habéis perdido chicos. Aquí a todas las mujeres nos han enseñado y oreado bien el pandero. -

Ellos como ignorantinos salieron corriendo, al cabo de un rato volvieron y preguntaron - ¿Lah habéih vihtu? -

 - No, no lah hemuh vihtu. - Contestaron las mujeres, y así se tiraron un buen rato corriendo para arriba, corriendo para abajo con no buen resultado.

Aquello luego dio para mucho comentario. Y 35 años después lo comenté con tía Inocencia y mi madre y nos reímos un buen rato a costa de las mozas que una noche nos orearon el pandero. Y menos mal que la ropa interior en aquel entonces no era como la de ahora, porque si no las vecinas salen corriendo.


NOTA FINAL

Ante la cantidad de mensajes recibidos referentes a la originalidad de nuestro vocabulario y de las expresiones como tía, aclarar que no significan vínculo familiar alguno, aunque la amistad y solidaridad entre las vecinas era como si fueran familia. Está expresión popular de tía Inocencia, tía María o tía Eugenia la hacíamos siempre de forma respetuosa hacia las personas mayores. Aunque no decíamos señora o señor, para nosotros el decir tía Crescencia o tío Vicente era siempre una señal de respeto. Sólo cuando me refiero a mi tía la nombro como "mi tía Chon". Cuando dicen hermana, lo hacen de forma amistosa, no por ello implica parentesco alguno. A las más jóvenes se les decía la Tere, la Rosi, la Puri, o en este caso la Remedios. El "Maire, maire, maire hermana" puede utilizarse para mostrar asombro, miedo, o una situación graciosa.  ¡Madre, madre, madre hermana! Y lo de muchachas, bueno, pues ellas que eran muy graciosas y las  recuerdo algunas veces oírlas decir - Callarvuh y na máh muchachah. - Y eso que ya eran bien entraditas en años.

Con todo mi cariño y respeto a mis vecinas de la infancia.

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