Máxima Hernández García (hija de Ana García Ruano) Fotografía: Ruth Matilda Anderson. Montehermoso, año 1928 |
A lo largo de los siglos, la indumentaria
tradicional ha sido un fiel reflejo de las sociedades que la han creado. La
gorra de Montehermoso, un emblema de la identidad cultural extremeña, no es una
excepción. Sin embargo, a lo largo del tiempo, una serie de mitos y leyendas se
han tejido en torno a este singular tocado femenino, ocultando su verdadera
historia y significado.
En varios artículos publicados he intentado desentrañar
los falsos mitos que han rodeado a la gorra de Montehermoso, con el objetivo de
rescatar su autenticidad y reivindicar su valor como parte del patrimonio
cultural extremeño.
Uno de los mitos más persistentes es el que
relaciona la gorra con el estado civil de la mujer. Se ha hablado de gorras de
soltera, casada y viuda, cada una con su propia simbología. Sin embargo, esta
clasificación resulta ser una construcción artificial, carente de fundamento
histórico. Las únicas denominaciones auténticas son las de gorra de espejo y
gorra de clavelera, a las que se sumó posteriormente la gorra de luto que
utilizaban las mujeres cuando algún familiar moría, ya fueran jóvenes o casadas,
ya que era una manera de guardar el luto. Por otra parte, era el color negro el
que habitualmente lucían las viudas y las mujeres mayores en las gorras.
Y por supuesto indicar que es cuanto menos absurdo
afirmar la existencia de gorras de casada alegre y viuda alegre como vimos en
alguna ocasión. Tales denominaciones carecen por completo de base histórica y
son un claro ejemplo de cómo la imaginación puede tergiversar la realidad.
Atribuir a un simple tocado femenino connotaciones tan específicas y chabacanas
es, sencillamente, ridículo.
Resultan especialmente ofensivas las afirmaciones
que relacionan el tipo de gorra con la supuesta disposición de una mujer a
buscar pareja. También el insinuar que la borla de la cobija indicaba que la
mujer era virgen o que en el caso de las viudas significaba que ya tenía ganas
de juntarse con un hombre. Estas conjeturas no solo son falsas, sino que además
revelan una visión equivocada de la mujer, reduciéndola a un mero objeto de
deseo.
La idea de que existían gorras con nombres tan
específicos y con connotaciones tan claras sobre el estado emocional o las
intenciones de una mujer es, sencillamente, inverosímil. La sociedad rural de
la época, con sus códigos morales y su conservadurismo, no habría permitido
semejante manera de comunicar estados emocionales tan íntimos y personales a
través de un tocado.
La invención de categorías como gorra de soltera,
gorra de casada, gorra de viuda, gorra de casada alegre y gorra de viuda alegre
es un claro ejemplo de cómo los mitos y las leyendas pueden distorsionar la
realidad.
Otro mito muy extendido es el que afirma que el
hombre rompía el espejo de la gorra de su esposa el día de la boda como símbolo
de la pérdida de su virginidad. Esta creencia, además de ser ofensiva para la
mujer, carece de cualquier base histórica o cultural. La sociedad rural de la
época, marcada por la prudencia y la castidad, no habría tolerado una práctica
tan explícita y degradante.
La realidad es mucho más sencilla y cercana. La
gorra de espejo era un tocado de gala, utilizado tanto por mujeres solteras
como casadas en ocasiones especiales. El espejo, lejos de ser un símbolo de
estado civil, era un elemento decorativo que añadía un toque de coquetería y
elegancia al atuendo. De hecho, era común que las suegras regalaran una gorra
de espejo a sus nueras cuando se casaban para lucirla en las grandes fiestas,
como la romería, las ferias o las fiestas del patrón San Bartolomé.
Es importante destacar que la idea de que la gorra
de Montehermoso evolucionó a lo largo del tiempo, adaptándose a los diferentes
estados civiles de la mujer, es una construcción posterior. Esta visión
romántica y muy extendida, no se sostiene ante las investigaciones realizadas
entre las personas mayores de Montehermoso.
A principios del siglo XX, la gorra era una pieza
fundamental en la vestimenta diaria de la mujer montehermoseña. Su diseño
sencillo y funcional contrastaba con las gorras más elaboradas que se lucían en
fiestas y celebraciones. Con el tiempo, la moda influyó en el diseño de las
gorras, añadiendo nuevos elementos decorativos y colores. El uso del espejo no
tenía esas referencias o valores simbólicos que se le atribuían. Aunque siempre
se nos dijo que su función principal era proteger del sol y el calor, muchas
mujeres mayores comentaban que para las labores del campo en verano preferían
sombreros de paja más amplios que les protegían mejor del calor y el viento
(sombreros de cama de liebre). Que en otoño-invierno la gorra era más llevadera
en el campo.
La idea de que el espejo de la gorra servía para que las mujeres se acicalaran después de trabajar en el campo choca con las costumbres de la época. Las mujeres que se dedicaban a labores agrícolas solían cubrirse el rostro con un pañuelo para protegerse del sol y por normas sociales y culturales, ya que tenían la creencia de que estar morena, era un signo de clase baja, ya que se asociaba a los trabajos agrícolas y la pobreza. Una mujer mayor me comentaba en una ocasión "El sol y el aire frio del invierno curtían nuestra cara, y por eso nosotras no queríamos que nos vieran estropeadinas, para eso nos tapábamos bien con el pañuelo y el sombrero, para que nuestro cutis luciera resplandeciente cuando fuéramos al baile en las fiestas gordas. Solo las señoritas del pueblo lucían la cara blanca. Luego ya vinieron las modas de tomar el sol, pero eso a nosotras ya no nos tocó".
Por otra parte, indicar que las gorras más galanas,
con sus espejos, se reservaban para ocasiones especiales. De hecho, muchas
mujeres mayores recordaban que solo cuando las gorras de espejo ya estaban muy viejinas
y usadas se dejaban para el campo, ya que mayoritariamente preferían los
sombreros de paja más amplios y protectores de los rigores del estío.
"Que en alguna ocasión utilizarán el espejo
para mirarse, al terminar el trabajo en las huertas y se colocarán la gorra
antes de subir al pueblo, no quiere decir que esa fuera su función, ya que
veníamos tapadas hasta los ojos y poco teníamos para acicalarnos. Las gorras
galanas que estaban viejinas las aprovechábamos para el campo, pero las nuevas,
esas eran solo para las fiestas."
Esto me comentaba Silvestra Mahíllo Garrido (Q.E.P.D.),
una increíble y centenaria montehermoseña en una de las entrevistas que le
realicé sentada al calor del sol de primavera con las vecinas.
La gorra de Montehermoso, un ícono de la indumentaria extremeña, es el resultado de la creatividad y habilidad de una artesana local. A mediados del siglo XIX, Ana García Ruano transformó un sencillo sombrero de paja de centeno en una pieza única y elegante. Con un ingenio innato, deshizo un sombrero por completo y lo adaptó, elevando la copa y las alas para poder encajar el moño tradicional. Por lo tanto, se hizo pensando principalmente en adaptarla al peinado de la mujer montehermoseña. Esta creación original se convirtió en un símbolo de identidad para las mujeres de Montehermoso, quienes la lucían con orgullo en fiestas y celebraciones.
La calidad de la paja de centeno y la meticulosidad
en su elaboración garantizaban la durabilidad y belleza de cada gorra. Incluso
tras perder la vista debido a su enfermedad, en los últimos años de su vida, Ana
García Ruano continuó trabajando y elaborando gorras, para ello le clasificaban
las pajas de centeno y ella se encargaba de hacer la trenza y el cordón, y
luego al final, dar el visto bueno con sus expertas manos, demostrando una
pasión y perseverancia excepcionales. Su legado perdura en cada pieza, un
homenaje a su talento y a la rica tradición artesanal de Montehermoso.
En Montehermoso, la elaboración de gorras ha sido
un arte transmitido de generación en generación. Cada gorrera aportaba un toque
personal a sus creaciones, respetando siempre el modelo original. Además de las
famosas gorras se confeccionaban sombreros de "cama de liebre",
de ala plana y redonda, y otras gorras de capotas más bajas y sencillas, con
visera delantera y escotadura trasera. Estos últimos modelos, incluso
anteriores a la gorra que conocemos actualmente, solían llevar decoraciones
frontales. Es fundamental destacar que la diferencia entre gorra y sombrero
radica en el ala. Si esta no rodea completamente la cabeza, se considera una
gorra.
La gorra de Montehermoso es mucho más que un simple
tocado. Es un símbolo de la identidad cultural de Montehermoso y de toda
Extremadura. Representa el ingenio y la creatividad de las mujeres artesanas,
así como la importancia de las tradiciones y las costumbres en la vida de las mujeres
rurales.
En memoria de Ana García Ruano
Máxima Hernández García (hija de Ana García Ruano) Fotografía: Ruth Matilda Anderson. Montehermoso, año 1928 |
Bibliografía:
Anderson, R. M., Spanish Costume: Extremadura, New York, The Hispanic Society of America, 1951.