lunes, 7 de agosto de 2023

De los consejos del experto para ligar

Quintos del 83 en Montehermoso

Lo primero que quiero decir es que estas historias no tratan de faltar el respeto a nadie, tan solo son el reflejo de una época que nos tocó vivir y donde no teníamos tantos avances e información, éramos más inocentes, pero también más sanos. En estos relatos trato reírme de mi en un ejercicio de sinceridad, y es que reírse de uno mismo es un ejercicio de autoconciencia y humildad. Es una forma de reconocer que no somos perfectos. Además, puede hacer que la vida sea más divertida, ya que estás creando un ambiente positivo y alegre. Esto puede ayudarte a disfrutar más de la vida.

Muchas de las expresiones que aparecen son del habla popular montehermoseña. Ahora y después de tanto pajoseo, comenzamos los relatos.

 

Empezamos la historia en la finca de Sartalejo, allí cuando éramos unos críos nos juntábamos por la noche en las escaleras de un almacén. Los más grandes (mozacones ya), se sentaban arriba, luego de mayor a menor ocupábamos nuestro sitio en aquellos peldaños que tantas historias escucharon.

De aquellas tertulias apunté en mi libreta unos consejos de uno de esos mozacones cuando nosotros ignorantinos le preguntábamos cosas sobre como ligar con las chicas. Aquello era una masterclass de ligoteo, de cómo conquistar a una moza, de cómo sacarla a bailar, de cómo arrimarse, de cómo besar, de cómo…Bueno, en general escuchábamos lo que creíamos era la voz de un auténtico experto que con sus sermones pavoneaba de lo mucho que ligaba y de los conocimientos que tenía en las dotes de conquistar a una moza. O eso al menos era lo que él nos hacía creer, nosotros mientras tanto con la boquina abierta escuchando.

Chencho (vamos a ponerle nombre ficticio) nos decía por ejemplo la técnica para besar a una chica “Coger bien de aire como cuando vais a bucear para no asfixiaros cuando estéis con los morros pegados”. ¡Madre mía que agino! pensaba yo, si luego (como él decía) las bocas no se despegaban. Eso lo decía porque según él, en las películas se tiraban así mucho rato y ya alguno se había mareao.

Para ligar decía lo siguiente “Cuando salgáis a cortar (sacar a bailar) a una chica, quedaros con que en el primer baile apenas se arriman, eso es a partir del segundo, o el tercero”. Hasta ahí todo bien, vamos que había que esperar un rato. Entonces prosiguió con el consejo “Ya cuando echéis unos bailes se empieza a arrimar un poco más”. Nos decía que lo primero que hacían era ponerte las manos agarrándote los hombros y manteniendo la distancia. Nosotros, decía que a la cintura y nos enseñaba los pasos, “pacá, pallá, pacá, pallá y media vuelta va”. Mucho garbo no es que tuviera, pero nosotros ignorantones pues creíamos que era un bailarín experimentao.

Luego ya empezó que nos fuéramos arrimando más y más, que luego ella si le gustábamos no extendía tantos las manos y las encogía. Y aquí viene lo bueno. Dijo tan serio “Sabréis cuando la tenéis en el bote cuando se aparte el pelo para que os arriméis a la oreja”. Esa fue la primera lección de la que yo tomé buena nota cuando llegué a casa.

Otra noche nos dijo como había que pedir la mano, que eso era requisito indispensable para casarse con una chica, claro que entes había que dar el proceso de ligar, arrimarse, apartarse el pelo, y tal y tal. Pero vamos al grano. ¿Que decía Chencho? Pues decía que “Cuando ya llevéis un tiempino de ligue y eso, luego pasáis a ser novios, más o menos en un mes. Y eso ya es más serio, ahí ya no hay marcha atrás o estás perdio.” Aquello ya nos amedrantó un poco.

Tanto requisito pensaba yo para ligar y echarse novia por dios. Y es que había que hablar con los padres de la chica y pedirles la mano. Según el mozacón, si el padre estaba de acuerdo te daba un apretón de manos y ya está, ya podías estar con la chica sin problema porque el casorio te esperaba.

Y ya otra noche empezó a saltar con el casorio y el matrimonio “Y espérate, que cuando os caséis no sois nadie. Ahí mandan las mujeres y las suegras". Yo aquello lo apunté en la libreta de la siguiente manera: El experto dice que cuando nos casemos no vamos a pintar nada, que las mujeres mandaran sobre nosotros, yo el problema lo veo en las suegras, según me dicen los más grandes. También decía y lo tenía bien subrayado en la libreta “Mirar bien con quien os enrolláis y fijaros bien en las madres, porque así serán ellas cuando cumplan años”. Aquello tengo que decir que me dejó algo desconcertado, ya que decía “Mirar bien muchachos, que si ahora era chatina, cuando sea vieja va a ser más chata, y si tiene la nariz respingona ahora, ya verás…” Y bueno, adonis precisamente él no es que fuera.

Estamos hablando del año 1976, era otoño y del almacén emanaba el olor de las bolas (pimientos redondos) que allí se almacenaban en sus sacos. Los más chicos se iban los primeros a casa, no sin antes escuchar las voces de las madres “Jose Maríííííííííííííí, venga pa casa”. Nosotros en el nivel intermedio aguantamos un rato más, hasta que nos tocaba el turno y solo quedaban allí los grandones fumándose sus cigarros sombras y ducados. Era llegar a casa y cenar, luego empezaba El Parte, que luego con los años empezaron a llamar Telediario, y ahora ya ni eso, Noticias y ya está.

Y he aquí que pasó el tiempo, y aquellos niños ya eran mozinos y empezaban a salir de fiesta. Y claro está, había que tener en cuenta aquellos sabios consejos de como ligar, de cómo arrimarse, apartarse el pelo y lo que antes he comentado.

Ahora tres historias (muy reales por cierto) que a mí me ocurrieron y que me hicieron pensar en todos estos consejos. Vuelvo a indicar que para nada quiero ofender, ni burlarme de nadie, al contrario, si de alguien me río es de mí mismo y de aquella época en la que no estábamos tan picardeaos como ahora, pero aunque no sabíamos tanto, éramos muy felices y sanos, que era lo más importante.

A lo que te voy, empezamos con las historias.

Verano tardío de 1980, un grupo, numeroso (creo que 9 en total), cogimos el taxi de Paquete y nos fuimos de fiesta a un pueblo cercano. Antes no había eso de las plazas, y allí íbamos todos apretujaos. Al llegar bebimos unos sol y sombras en un bar oteando el percal hasta que la discoteca empezara. Las mozinas empezaban a llegar, al ver a los mozinos forasteros se arremangaban y no dejaban de pasar para que las viéramos. Comienza el baile y emparejé con una mozita que me había echado el ojo previamente, y surgió el roce, y con ello el cariño. Y después de tres domingos bailando (no se espero al cuarto, por lo menos para hacer el mes) me dice que me va a presentar a los padres.

Esto empecé a pensar era la pedida de mano (estaba perdido). Fuimos una calle arriba y allí venia un hombre montado en un mulo, joci (hoz) en mano y un buen jaci (haz) de hierba a lomos del cuadrúpedo. El hombre cigarro en la boca me miraba con la frente fruncida y cara de pocos amigos, la mozina estaba colorá como un tomate y nerviosa le dijo “Padre, le presento a mi novio”. ¡Ostras! Os lo juro que no sabía dónde meterme, que me entraron unos calores y unos suores por to el cuerpo que pa qué. Que agino, si es que aquello fue de sopetón, y ahora me esperaba la madre. ¡Ay señor!

Mientras el hombre metía el mulo en un corral, fuimos a la casa, allí la madre se afanaba en embotellar tomates, al presentarme se ve que le causé buena impresión y me dio un abrazo grande…y me llamaba señor, si yo solo era un mozaco o mozino.

Cuando vino el padre me sacó un buen vaso de aguardiente y me preguntó de donde era “de Montehermoso” (contesté con voz entrecortada). Se enjiló de un trago el vaso de aguardiente, y yo de los nervios también me lo bebí sin rechistar, a lo que el hombre procedió a llenar de nuevo el vaso con una sonrisa y el medio cigarro en la boca, y yo sin rechistar lo escurrí para quedar bien, o para matar los nervios que tenía.

Me fijé en la madre, era como la mozina con la que bailaba (que yo no daba por hecho todavía semejante repertorio, y más si no llevábamos ni un mes, tres semanas, o tres domingos para ser exacto). Y entonces recordé las palabras del experto. “Mirar bien muchachos, que si ahora era chatina, cuando sea vieja va a ser más chata”. ¡Uy madre!, ya no sabía como salir de allí, y encima el padre me volvió a llenar el vaso de aguardiente, la madre me ofrecía tomate que había envasado. Yo pensaba para mí “Estos me quieren enganchar, tengo que salir zapeando”.

Dije como que tenía calor, lógico ya tres vasos de aguardiente me había jincao de un trago en menos de 10 minutos. Y esto lo sé porque no dejaba de mirar el reloj, un Korytron que me había regalado mi entrañable tía Chon un 28 de abril de 1980 y que miraba y miraba sin cesar porque no sabía cómo salir del atollaero. Y por cierto, el reloj se lo había comprado a tía Conrada de Torrejoncillo.

Ya le dije al padre que quería tomar el aire y él sonrió con el cigarro en la boca que ya estaba a casi un centímetro de abrasarle los labios. Al salir me señaló una era y me dijo “Esa era es mía, detrás están los olivos más viejos y al lao de la carretera las parras. Cuando pases las ves, verás que muestra tienen. Este año vamos a tener aguardiente a tupa”. Tengo otro corral más grande, y otra suerte de tierra de buena siembra. El olivar más grande esta al otro lao, enfrente de las parras”.

Las posesiones ya estaban claras y por supuesto, aguardiente y tomates no me habrían de faltar, y buenas ristres de pimientos y ajos que colgaban de la cocina de leña. Pensé de nuevo en cómo salir del atollaero y le dije al hombre, a la mujer y a la mozina con la que bailaba “Vengo pronto que voy a avisar a los compañeros que me estarán esperando”. Y cuando no me vieron, salí corriendo que las pelaba calle abajo zapeando, ni miraba para atrás por si acaso me echaba la mano el padre.

Al llegar a la discoteca les dije a los amigos que me iba a esconder hasta que viniera el taxi, que me habían hecho una encerrona y querían casarme. Claro, todos se reían y cuando más les contaba el caso, más risas. Ahora que os lo cuento me rio, pero entonces las pasé bien canutas.

Una prima de la mozina vino a hablar conmigo al verme apurado (resulta que a ella también le gustaba y me dijo que su prima era muy de pueblo, que eso no se hacía tan pronto. Ella venía de Madrid y estaba más adelantada). El caso es que me escondí en un huerto y luego la mozina no dejaba de dar vueltas buscándome en la discoteca diciendo que la había plantado en la pedida de mano, que vaya disgusto que tenía.

Cuando ya de noche vino Paquete con el taxi, yo salí a la carretera y paré el coche para montar. Las risas no paraban y entonces yo respiré aliviado. Al enterarse del suceso, Paquete me dijo “De la que tas librao amigo, si te llega a pillar el padre con la cincha del mulo te pone las costillas finas”.

Tengo que contar, que unos días después estábamos los vecinos al fresco sentados una noche a la puerta de mi tía Chon, y a Paquete el taxista con unos vinos demás no se le ocurre otra cosa que contarlo en alto con el lógico alboroto de los allí presentes. Mi padre y tío Urbano Colás reían sin parar, tío Hipólito solo miraba y se encogía de hombros, y ante tantas risas también echó a reír. Tía Inocencia, tía Justa, tía Eugenia y tía Dionisia también reían sin parar, mientras mi tía Chon se santiguaba, ella me tenía en un pedestal y pensaría que como se iban a llevar ahora a su sobrino Juan Jesús ¡dios mío! Mi madre llegó después con la silla y al ver a todos riendo dijo que pasaba. Entonces tío Urbano Colás dijo “Callaros muchachas, callaros. Que no se entere la Gloria que si no le da una encarmación (disgusto) y tenemos títeres con el muchacho”. Lo de que teníamos títeres era una expresión como que iba a echarme una buena bronca mi madre.

Por si alguien no lo sabe, solo del grupo tía Chon era mi verdadera tía (hermana de mi madre). El resto de mujeres, el llamarlas tías era por una cuestión de respeto hacia las personas mayores. Lo mismo pasaba con los hombres.

Aquí hemos visto la historia de la pedida de mano, aquello de lo que el experto hablaba. Pasamos a la siguiente que está relacionada con la forma de ligar con las mozas (según el experto).

Y ahora un recuerdo de La Picaraza y del experto bailando con una chica. Yo bailaba justo al lado con una chica de Plasencia alta, muy alta. Vamos que estábamos bailando y el susodicho no tuvo otra ocurrencia que decir más que hacíamos una buena yunta, aquello me sentó fatal, y la chica no te digo. El muy chuleta bailaba recuerdo con una mano, la derecha la llevaba suelta, como diciendo aquí estoy yo. Bailaba sin ton ni son, como en zigzag, vamos con mucho remeneo, pero con poco garbo y salero. Yo templao, sereno, marcando el paso. Hombre si era experto y veterano se esperaba más de él, ¡digo yo! Pero es que aquel hombre parecia desmangajao.

La cosa avanzaba y pasamos todas las fases, arrimao, el pelo y tal y tal. Y cuál fue mi sorpresa cuando vi que para besar a su chica el experto cogió aire cual buceador se va a sumergir en las profundidades de las fosas marianas y con los carrillos hinchados y los labios cerrados intentó un beso de película. Y aquello ya me quitó la venda y pensé que el tal experto no lo era, y eso que no quiero contar (por educación y respeto) todo el repertorio que nos dijo para hacer el amor con una mujer.

Y ahora la última historia de un baile que me dejó laero.

Aquella noche de domingo prometía, la cuadrilla pasamos de los vinos por la mañana al tardeo, que como de costumbre cerrábamos en el Bar Juventud. Allí enlazamos ya con el atardecer bebiendo unos coñacs con cola, yo había comprado un Fortuna mentolado, era domingo gordo y esa noche sería una nochentera de esas. Me gustaba abrir las discotecas, y como no, también cerrarlas. Sobre eso ya contaré algunas historias, ahora vamos a lo nuestro. ¿Por dónde iba ya? Ah, sí, que era domingo gordo y que nos íbamos de fiesta. 

Comienza la discoteca Mocambo y los bailes, era un no parar. En la barra estábamos un grupo de amigos y amigas y contaba precisamente la historia de la pedida de mano anterior. Risas, más risas y cachondeo, pero yo aun recordaba los aginos que pasé.

Después de bailes de discoteca, pop y rumbas, comienzan los lentos. Y por si algún lector joven no lo sabe, antiguamente se bailaban lentos en las discotecas. Es que era la mejor forma de ligar, bailando, no como ahora que baila cada uno separao.

En una de esas, estábamos en la barra y un amigo (pongamos Manuel, nombre ficticio), me dijo: Cuando sean los lentos vamos a cortar a unas chicas, a ver si esta noche ligo, si bailamos a la primera te invito a una cerveza. Dicho y hecho. Pero antes de nada, tengo que volver explicar que ir a cortar era ir a sacar a bailar a las chicas, que estaban bailando juntas y esperaban (si les apetecía por cierto) a que algún chico las sacará a bailar. A veces ellas se iban dando la vuelta y se hacían las remolonas hasta que emparejaban con el chico que querían y luego bailábamos.

Tengo que decir que lo hacíamos de forma muy respetuosa y que se bailaba con chicas que te gustaban, con amigas o con alguna chica que conocías.

Entonces bailamos con dos amigas que por supuesto aceptaron de buen agrado la invitación. No bailamos más porque el amigo bailaba muy rápido y la chica acabó medio mareada de tanto remeneo, por lo que paramos. Ya continuando con los lentos mirábamos las chicas y me dijo “Si te atreves a bailar con aquella que tiene los ojos deslumbrantes te invito a una cerveza”. Y es que entonces habían puesto aquella luz ultravioleta que dejaba a la gente con los ojos muy blancos y los dientes ya no te digo nada más, si tenias buena dentadura parecías una luciérnaga.

Y saqué a bailar a una chica que estaba sentada que tenía unos enormes ojos y una dentadura que brillaba como si anunciara Profiden o Colgate (realzados por aquella luz ultravioleta), mi amigo levantaba la cerveza y decía gesticulando “Tas ganao una birra”. La amiga de ella que estaba al lado cuando me percaté le hacía la señal de ok, como diciendo “Te lo has ligao”.

Termina el baile y ella me pide seguir bailando, yo como un caballero acepté la invitación. Me extrañó, ya que se lo iba a pedir yo y se me adelantó, cosa que me gustó. El amigo gesticula de nuevo “Ya tas ganao otra birra campeón”, la amiga ya tenía a su lado a otras hablando del tema.

Entonces yo dije para mí, antes de que acabe el baile le pido seguir, y eso hice. Aceptó de buen agrado, y he aquí que empieza a continuación aquella canción de los veinte minutos que muchos recordaran, aquella en la que sonaba el bolero “Reloj no marques las horas”. Ya aquello prometía, ya como decía el experto las manos se relajaron y se empezó a separar el pelo de la oreja.

Yo poco a poco me arrimo y ella hizo lo mismo, pero con tanta fuerza que me tenía con la cabeza laera (de lado) que no podía ni menearme. Tanto que cuando terminó la canción no podía enderezar el gañón (cuello) y tuve que irme de la discoteca. Ella insistía en seguir bailando, pero me había dejado una torticolis de narices. Me fui a por las cervezas que me había ganado y ya con el amigo y una amiga le dije lo que me había pasado. Se reían sí, Pero a mí me había dejado laero (con el cuello torcido) para una semana. Ya podía el experto haber avisado de tal circunstancia hombre.

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