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Los Negritos de San Blas "Tradición Centenaria"

jueves, 15 de febrero de 2024

Montehermoso en 1930 por Cayetano Molina. "El pueblo de los trajes típicos y de los rotulados prestigiosos".

Transcripción de un artículo de Cayetano Molina aparecido en el periódico Nuevo Dia el 2 de junio de 1930.

AL PASAR

El pueblo de los trajes típicos y de los rotulados prestigiosos

Cuando las últimas insistentes lluvias abrileñas, pensé ir a Montehermoso desde Plasencia; Cecilio, el popular montehermoseño, dueño y chófer a la vez de un moderno “auto”, me dijo por entonces que el camino desde el río Alagón estaba intransitable; desistí del viaje y en los primeros días de Mayo me fui con él, suponiendo que ya estaría el camino en condiciones para que el “auto” marchara por él; pero verá el lector lo que pasó, si es que tiene la paciencia o la curiosidad de leerme.

Se sale de Plasencia por el trozo que hay construido de la carretera de Alberca, que es de mucha importancia, tanto para nuestra provincia como para la de Salamanca, y que por lo menos cuando pase por Villanueva de la Sierra, resolverá fundamentalmente el problema de las comunicaciones para Montehermoso y pueblos de la comarca, ya que se une en dicho sitio a la carretera de Valverde del Fresno a Hervás. Pues bien, el paisaje por este lado, es el netamente extremeño, de las grandes dehesas; pero observo que las casas son señoriales en dichas dehesas, tienen aspectos de palacios; además veo que estos propietarios tienen muy amplias dependencias para el ganado vacuno, y en conjunto producen el efecto de que estas dehesas no son explotadas por los rudimentarios sistemas conocidos, sino con avisado plan industrial, que es la norma de los propietarios de las mismas.

Antes de terminar el miriámetro, la carretera está cortada y en ella se está trabajando, y tenemos que coger un camino tortuoso, cuyos peligros salva la pericia del buen Cecilio. Llegamos al río Jerte, muy cercano a Carcaboso, y una barca que debió servir para que por allí pasaran los contemporáneos de Noé, nos lleva al otro lado y minutos después atravesamos Carcaboso. Como allí no conozco a nadie, no nos detenemos y continuamos la marcha dirección Valdeobispo, donde pernoctamos y saludé a los buenos hermanos Conejero y al profesor señor Corbo, que amable siempre, nos invita a tomar unas cervezas; observo a los muchachos y veo sus trabajos y las hojas de la arboricultura maderable y frutal de la comarca, que en menudos álbums tienen reunidas (ya detallaré todo lo de Valdeobispo en otro trabajo). Continuamos la marcha y llegamos a las Huertas, que a derecha e izquierda del río Alagón están enclavadas; allí existen uniformadas, con calles y todo, lo que un vecindario cualquiera pueda tener, (un vecindario de carácter pedáneo, se entiende); más de 200 casas, donde viven otras tantas familias de Valdeobispo y de Montehermoso, cultivando las hortalizas y el pimentón, que cuando ya están fuera de los secaderos lo llevan a moler a Plasencia.

Gusta de ver las huertas y las casas y el abundante alumbrado y el río al medio; nos viene a la mente algunas de esas acuarelas que alguna vez con deleite hemos visto de las encantadoras rías gallegas, con sus soñadoras aldeas, besadas por algún afluente del Miño, o por el Miño mismo, porque este paisaje cautiva nuestra atención y más cuando vemos aquí y allá, como un pequeño ejercito dispersos, las hortelanas con el típico sombrero montehermoseño, con vivos colorines y con el espejito que parece ojo de ciclope, mirando al que mira.

Y aquí empiezan los inconvenientes; como el camino se está arreglando, el “auto” no puede pasar por él; Cecilio tiene la costumbre de dejar allí su “auto” y en caballerías transporta a los viajeros hasta Montehermoso; como yo no puedo montar en caballerías, porque soy muy mal jinete y además en este mundo he conocido ya muchas bestias y estoy harto de ellas, porque sé lo que dan de sí, renuncio a montar y Cecilio que tiene un alma muy grande, hace que pase el “auto” por la barca y con él me conduce hasta la llamada Cuesta, desde cuyo sitio ya es imposible andar más con el “auto”, y los cinco kilómetros que quedan los ando cuesta arriba, que si no es muy pendiente, es lo suficiente para que mi rostro sea bañado con abundante sudor.

Anduve muy despacio, porque era la manera de llegar más pronto y menos rendido; en los cinco kilómetros me senté cinco veces y fumé cinco cigarros; esto da la medida de lo que tardé en llegar a Montehermoso.

Lo primero que se ve de frente, es una ermita y al lado izquierdo la plaza de toros; veo los rótulos de las calles y me agradan. Fíjese el lector en los nombres de las principales calles de este pueblo original y típico, y verá que los que hayan tomado el acuerdo de dar esos nombres, pensaron en grande, mejor dicho, en las grandezas humanas, en los genios que con sus vidas ejemplares fueron honra de la Humanidad.

“Oído a la caja”, como se epigrafía una de las más leídas secciones de este periódico.

Nombre de las calles tal como las copié:

Daoiz y Velarde, Pizarro, Cervantes, Bravo Murillo, Martínez de la Rosa, Obispo López, Moreno Nieto, Gonzalo de Córdoba, Galeno, Quintana, Libertad, Sócrates, Valdegamas, Hernán Cortés, Colón y Cisneros.

Coincidirás conmigo, lector amable, en que estos nombres revelan ya la noble contextura espiritual del pueblo que con ellos ha sabido rotular sus calles.

¡Cuantas buenas cosas tienen los pueblos de nuestra provincia, y a veces qué poco son conocidas!

Y Montehermoso tiene aspectos muy interesantes que en otros artículos trataré.

 

CAYETANO MOLINA

Miajadas, 29 Mayo 1930.

 

Nuevo día: Diario de la Provincia de Cáceres: Año V Número 1157 - 1930 Junio 02