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Los Negritos de San Blas "Tradición Centenaria"

martes, 7 de septiembre de 2021

Datos, hechos y sucesos históricos de la Atalaya y sus tierras (Primera parte)

En este lugar se encontraba el Castillo de la Atalaya de Pelayo Velidiz. Estaba situado en un promontorio al sur del término municipal de Montehermoso y era custodiado por los Caballeros de la Orden de Santiago.

Esta orden religiosa y militar que surge en el siglo XII en el Reino de León, fue fundada en el año 1.145 durante el reinado de Fernando II, se les llamó Caballeros de Cáceres.

A día de hoy ya no queda ningún resto de su existencia, solo sabemos de el por los documentos históricos que avalan su presencia y que lo sitúan como uno de los puntos más estratégicos de esta zona del Valle del Alagón.

A finales del XII se documentan la Atalaya de Pelayo Velidiz y la Villa de La Rinconada que estaba situada en la desembocadura del Arroyo de Aceituna en el río Alagón, en la zona conocida como Boca del Arroyo.

La Villa de La Rinconada se abandonó aproximadamente a últimos del siglo XV, principios del siglo XVI, al mismo tiempo que desaparece el Castillo y el poblado de La Atalaya.

Además existían otras dos aldeas cercanas que con el paso del tiempo fueron abandonadas, hay que recordar que por esa época eran muy frecuentes las epidemias por paludismo.

A partir de entonces las gentes de la Villa de La rinconada y el poblado de La Atalaya comienzan a asentarse en una pequeña aldea situada entre un monte de encinares que habían formado unas pocas familias y que con el paso del tiempo acabaría convirtiéndose en el pueblo de Montehermoso (Montefermoso).

A continuación se exponen una serie de datos, hechos y sucesos históricos de la Atalaya y sus tierras desde el siglo XV. 

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Año 1411. La comendadora María Ramírez de Guzmán y la comunidad de freilas del monasterio del Sancti Spíritus de Salamanca conceden una carta de exención a los que se avecindasen en tierras de Palomero y La Atalaya.

Año 1418. Fernán Sánchez, visitador enviado por el maestre de la Orden de Santiago, autoriza el contrato de arrendamiento otorgado por la comunidad de freilas del monasterio de Sancti Spíritus de Salamanca y su subcomendadora Beatriz Alfonso, a Gonzalo Martínez, vecino del Casar de Palomero, de todas las rentas del monasterio en los lugares del Casar de Palomero y La Atalaya, y las casas que tienen en Casar y Plasencia, por un periodo de dos años y renta anual de trece mil maravedís.

Año 1422. Los vecinos de La Atalaya y el concejo del Casar de Palomero, en su afán por amarrar los privilegios antiguos piden al alcalde del Casar, Alfonso Pérez, que otorgue un traslado de las escrituras de exención que les habían concedido las comendadoras Inés Alfonso, Leonor Pérez y María Ramírez de Guzmán y la comunidad de freilas del monasterio de Sancti Spíritus de Salamanca, señoras de estos lugares, el 5 de noviembre de 1388, el 5 de junio de 1392, el 38 de marzo de 1397 y el 6 de julio de 1411.

Año 1466. María González de Valer renuncia a la encomienda, y Mayor Coello es elegida nueva comendadora del monasterio de Sancti Spíritus de Salamanca, ésta a la vez nombra a Fernando Nieto mayordomo de la villa de Casar de Palomero y la dehesa de La Atalaya, propias de la encomienda de Sancti Spíritus.

Año 1471. La comendadora del monasterio de Sancti Spíritus de Salamanca nombra a Marcos Alfonso, freile de la Orden de Santiago y capellán del monasterio, para que tome posesión como mayordomo de la villa del Casar de Palomero y la dehesa de La Atalaya.

Año 1493. El 21 de julio los Reyes Católicos desde Barcelona, a instancia de María Flores, comendadora electa y las freilas del monasterio de Sancti Spíritus de Salamanca, ordenan al corregidor de Salamanca Diego de Mendoza que investigue la ocupación violenta del Casar de Palomero, La Atalaya y otros lugares de la encomienda del monasterio llevada a cabo por Juana Zapata, obligándole a restituir las rentas tomadas y a reponer la justicia ordinaria.

Año 1501. Comisión al corregidor de Salamanca, a petición de la comendadora y freilas del monasterio de Sancti Spiritus de dicha ciudad, sobre que el conde de Osorno, cuya es la villa de Galisteo, y los vecinos de ésta, en donde dichas freilas tienen y poseen una dehesa llamada Castillo de la Atalaya, les han quebrantado sus derechos de propiedad y jurisdicción quemándosela y matándoles los ganados.

jueves, 2 de septiembre de 2021

De las andanzas de los montehermoseños en el mercado de Plasencia en tiempos pasados


En este capítulo empiezo con un artículo aparecido en el periódico Nuevo Día el 17 de enero de 1928. A continuación en varios resúmenes y recopilaciones de artículos, podemos saber más sobre las anécdotas, las historias y las peripecias de los montehermoseños en el mercado en Plasencia que he ido recogiendo en cientos de entrevistas realizadas desde hace 20 años y recogidas en el proyecto de investigación “Diálogos para la Historia”.

1.    Montehermoso: su presente y su porvenir (artículo publicado en el periódico Nuevo Día el 17 enero 1928)

2.    Datos y curiosidades sobre los montehermoseños y montehermoseñas en el mercado en Plasencia

3.    Sobre la incomunicación de Montehermoso

4.    El comercio y los viajes de las montehermoseñas

5.    Los montehermoseños en el Mercado de Plasencia

6.    Historias y peripecias de los montehermoseños en el mercado en Plasencia

 

Intereses provinciales

Montehermoso: su presente y su porvenir

Cuando contemplo a esos valientes y sufridos labriegos de Montehermoso, inundando todos los martes nuestra ciudad, medito en lo que ese pueblo será en el día en que, saliendo de la incomunicación actual, pueda suplir sus pacientes bestias de carga por la tracción mecánica para el fácil transporte de sus productos ricos y variados.

Y entonces cuando los poderosos camiones rujan sobre los puentes del Jerte y el Alagón, será cosa digna de admiración y júbilo contemplar a las duras e intrépidas montehermoseñas, tan lindas, esbeltas y recatadas, permaneciendo en su hogar y dedicadas a lo que más les interesa: la educación y la vigilancia de su prole y el trajinar fecundo dentro de la casa.

¡Hoy no pueden realizarlo, las infelices!...Ese aislamiento brutal y vergonzoso en que vive, desde que el mundo es mundo, el honrado pueblo, les obliga a cultivar sus predios y a acudir al mercado, arrostrando a la naturaleza en todas las estaciones, sin pensar en el termómetro, y siempre ¡siempre en pos de sus bestias, cargadas hasta el pescuezo inexorablemente.

No pocas veces, esas mujeres admirables, ya famosas en España, nos traen a sus retoños de la edad más tierna, medio envueltos entre el pimentón y asomando en las alforjas sus caritas ya curtidas, bajo el gorro multicolor y abigarrado…Arriban a la ciudad en la noche del lunes y, en tanto que disponen su mercancía en el puesto que les asigna el municipal de turno, el hijito amado queda junto a un poste, bien envuelto entre las pesadas mantas y chupándose los dedos con indiferencia enternecedora…

Ellas van y vienen, tasan y discurren, forman sus tertulias junto a los costales y con sus gorros artísticos, su negro pañolón cubriendo media faz, sus cortas faldas y sus brazos ocultos en el “gasu-peto”, producen al escaso turismo de nuestras tierras un asombro y una estupefacción inenarrables…

Esas mujeres montehermoseñas han servido, por su belleza y su indumentaria, por su soltura y su garbo, de modelo a los artistas más eximios y los más sabios pinceles se han recreado en sus esbelteces y colorines.

Todo esto es, aparentemente, poesía, belleza, originalidad y arte; pero en el en el fondo, es una realidad que entristece y acongoja y aunque lo lamentas en los artistas y el turismo, sería de desear que, andando el tiempo y en plazo breve, el pueblo de Montehermoso, abierto a la corriente y con fácil salida por los cuatro rumbos  y en especial con Plasencia, que es y será siempre su centro de gravitación, se transformase de modo tal que sus hijas, casadas y casaderas, pudieran saborear un día y otro día las delicias del hogar y el calor de los llares, al cuidado de sus hijos y sin la terrible preocupación de correr tras el mulo y de la carga, vadear los ríos y enfrontarse con los horrores de la canícula, con la crudeza de los cierzos y con las terribles inclemencias invernales…

En el día en que Montehermoso deje de estar incomunicado, acaso desaparezcan la falda corta y el gorrillo vistoso de sus mujeres; pero tened por seguro que, dado las riquezas variadas de sus predios y la laboriosidad de sus hijos, ese pueblo será un legítimo orgullos de la región extremeña, como fervientemente y por ser justicia lo deseamos.

 

M. Revilla Castán

Periódico Nuevo Día. Diario de la Provincia de Cáceres, 17 de enero de 1928

Datos y curiosidades sobre los montehermoseños y montehermoseñas en el mercado en Plasencia

            Siempre se habló de que la incomunicación ha sido el motivo de que Montehermoso conservar tan arraigadas sus costumbres y tradiciones, pero obviamos algo, y es que esto era algo muy común en varios pueblos de Extremadura. Por otro lado el comercio de los montehermoseños abarcaba hasta Portugal, zonas de la provincia de Ávila y Salamanca. También de pueblos de las Comarcas cercanas, Hurdes, Sierra de Gata, Tierras de Granadilla, Jerte, La Vera, El Ambroz y la ciudad de Coria, etc.

Por tanto, más que la incomunicación, lo que realmente contribuyó a la conservación del folclore, fiestas, costumbres y tradiciones populares, era la idiosincrasia de sus gentes, el arraigo y pertenencia a un sentimiento colectivo que respetaron y cuidaron de generación en generación.


Sobre la incomunicación de Montehermoso

1 Yo no creo que fuera el motivo de conservar tradiciones, había más pueblos incomunicados como el nuestro. Además hay constancia de que los montehermoseños viajaban a Bejar, Baños de Montemayor a vender peces y a comprar paños, a las Hurdes y Sierra de Gata a cambiar o vender productos. También iban a El Payo a vender patatas y a Navasfrias y Fuenteguinaldo. Y por supuesto acudían cada martes al mercado de Plasencia.

1 “La historia a través de la indumentaria tradicional. Origen, mitos y leyendas en torno a la gorra de Montehermoso”. Conferencia en la I Jornada sobre Indumentaria Tradicional de Extremadura.


El comercio y los viajes de las montehermoseñas

2 Hay que recordar que los modelos que se realizaban antiguamente en Montehermoso eran iguales a los de otras zonas de Extremadura y otras provincias de España. Sombreros de cama de liebre redondos y gorras de casquete bajo, con poco parecido al modelo actual que creo Ana García Ruano. Las montehermoseñas debido al exito de las gorras, iban a comprar paja trenzada a las mujeres de Aceituna, donde varias de ellas se dedicaban a trenzar pajas para las gorreras de Montehermoso, que las compraban a las mujeres de este pueblo que se encuentra a pocos kilómetros de distancia. También nos encontramos que en algunos pueblos de Ávila antiguamente iban a comprar trenzas de paja de centeno para elaborar sus originales gorras. Esto se producía en la época en la que la industria de la confección de las gorras en Montehermoso era un negocio floreciente y al no tener suficiente centeno sembrado, optaban por ir a comprar la paja ya trenzada.

“Aportación a la memoria histórica de la indumentaria tradicional de Montehermoso”. Memoria histórica de Plasencia y las Comarcas, 2019. https://montehermosocultural.blogspot.com/2019/11/aportacion-la-memoria-historica-de-la_65.html.

Los montehermoseños en el Mercado de Plasencia

3 Los paisanos que tenían pequeñas huertas en las Vegas del Alagón y en las inmediaciones del pueblo, acudían cada martes al mercado de Plasencia a vender sus productos, atravesaban el río por los diferentes vados y cuando el caudal subía lo cruzaban en La Barca situada en El Galapagar.

Algunos montehermoseños, principalmente hombres, salían por la tarde después de comer y cargar la mercancía. Muchos tenían que ir andando porque no podían montar, ya que solían llevar los serones cargados con las verduras, hortalizas o la fruta de la temporada. Los productos más delicados los llevaban encima, caso de las lechugas, pimientos o tomates, y las sandias, melones y ajos abajo, cuyas “ristres” eran muy apreciadas en el mercado. En otras ocasiones utilizaban para el transporte banastas, cestas y también llevaban sacos. En verano las caballerías iban con cajas llenas de deliciosas brevas o higos en mitad del aparejo.

Cuando se juntaba un grupo, iniciaban el camino contando anécdotas e historias antiguas para hacer más llevadero el camino. Los más jóvenes conversaban entre ellos sobre las mozas que pretendían, la familia de la pretendiente, y la disposición que podrían tener los padres a que se emparejaran con sus hijas.

Una de las historias más curiosas relacionadas con los viajes de los montehermoseños a Plasencia es la de “Tía Matea Galana”, que se vestía como un hombre y se ponía un cigarro en la boca. Esto lo hacía para que no la conocieran, ya que temía que, al ser mujer, pudieran hacerle daño o meterse con ella. Cuentan los testimonios que cuando se encontraba de noche con alguien en el camino solía poner una voz fuerte y varonil y con el cigarro en la boca decía “Buenas noches”. Con el paso del tiempo la gente se enteró de esta circunstancia y luego la esperaban para que viajara con el grupo y le decían “Venga vamos Matea” y entonces empezó a viajar tranquila.

Al pasar Carcaboso, a la altura del actual cruce de Pradochano, cogían una trocha (atajo) que salía a la izquierda, para luego más adelante llegar hasta una laguna. Pasaban dejando a su derecha el Camino de Los Pajares de San Pedro, la Dehesa de San Pedrillo El Raso y la Dehesa de Berrocalillo. Y a su izquierda, San Pedrillo de Arriba y la Dehesa de Los Palacios.

Luego cogían otra trocha hasta el Puente de San Lázaro y desde allí a La Puerta de Coria para llegar a la plaza. Ya bien entrada la noche descargaban la mercancía y dormían en mantas o sacos, utilizando muchas veces los serones como improvisado colchón. Por la mañana se lavaban la cara en los bares y después de un café, un buen trago de aguardiente para soportar el duro día que se les venía encima.

Con el paso del tiempo dejaron de dormir en la plaza, ya que no estaba bien visto. Aunque eran muy madrugadores y antes de “clarear” ya estuvieran arriba, a esas horas ya había gente por la plaza. Entonces empezaron a quedarse en las posadas, una estaba ubicada en la Plaza de Abastos, se llamaba La Cisterna, allí dormían en mantas y sacos de paja. Durante el mercado dejaban las caballerías en la calle Trujillo a poca distancia de la plaza.

Con el transcurrir de los años, toda la gente que quisiera vender en el mercado tenía que alquilar unas “romanas” para pesar la mercancía que traían. Era en alquiler y al terminar la jornada se devolvían, esto se hacía para evitar que nadie que vendiera en el mercado adulterara las medidas de peso.

Al acabar el mercado, de nuevo aparejaban las caballerías y ya más ligeros de peso podía ir montados y si el día había sido bueno, los mozos lo celebraban cantando. No sin antes haber regado el estómago con unos tragos de vino o aguardiente.

“Menos mal que venían juntinos, que si no el mi hombre no llegaba a casa, porque para una vez que vino solo, se cayó de la mula por venir un poco “pintojo” del vino que bebió en la taberna al terminar”.

Esto comentaba una mujer mayor sobre las peripecias de aquellos tiempos. Contaban los placentinos que era muy habitual ver a un grupo de mujeres vestidas de negro que se situaban en los portales del ayuntamiento. La mayoría de ellas eran viudas que vendían huevos y que se reunían juntas para viajar hasta Plasencia.

3 “Los montehermoseños en el cuadro "Extremadura. El Mercado” de Joaquín Sorolla”.  https://montehermosocultural.blogspot.com/2017/10/los-montehermosenos-en-el-cuadro-el_26.html

Historias y peripecias de los montehermoseños en el mercado en Plasencia

         Siempre he destacado el respeto y aprecio que los placentinos tenían por la gente de Montehermoso, toda la gente con la que me entrevisté me hablaban en general del buen trato, y me contaban algunas historias vividas y otras que le contaron sus antepasados.

Los señores y las señoras de Plasencia nos trataban con mucho respeto. Al llegar al puesto nos daban los buenos días con mucha educación y compraban sin regatear precio.

En alguna ocasión dejaban propina a alguna viuda, sobre todo si la venta no había sido buena a causa del mal tiempo. También a los niños les regalaban algunas golosinas.

Una mujer viuda de Plasencia que tenía muchos hijos iba siempre a comprar a última hora y con escaso dinero que tenía cogía un “poquino” de fruta y verdura. Cuando una montehermoseña desde su puesto observó su conducta varios días de mercado, la llamó y le llenó la cesta con productos que fue recogiendo de los otros paisanos y paisanas que se apiadaron de aquella pobre mujer. “Somos pobres (le dijo la montehermoseña) y hemos pasado muchas calamidades, no tenemos mucho, pero usted tiene menos y muchas bocas que alimentar”. En una ocasión aparte de llenarle la cesta, le dieron peces y un buen trozo de tocino cuando se enteraron de que estaba enferma con una buena pulmonía y era el hijo mayor el que venía con otro más pequeño a hacer la compra.

“Después de venir aquel pintor con barbas a Plasencia (se referían a Joaquín Sorolla), cada dos por tres venía un retratista (fotógrafo) que les pedía sacar una foto a las mujeres, a lo que se quejaban en algunas ocasiones porque tenían que estar mucho rato quietas y no podían vender nada, y claro, en los retratos no había ganancia” .

“Vinieron varios pintores a hablar con las mujeres, querían siempre que se pusieran las mejores ropas y la gorra más nueva.  Si quieres que te cante, la gallina por delante. Esa fue la contestación que se llevó alguno (la gallina se refería al dinero). Alguno las pintaban tal y como estaban con la ropa de diario.

Más de un fotógrafo quedó impresionado por la belleza y lozanía de aquellas recatadas montehermoseñas ataviadas con aquel traje y aquella original gorra de paja de centeno. “Huy madre, más de un fotógrafo se quedó embobado mirando a las mujeres. A las viudas les costaba posar porque para ellas eso era un poco vergonzoso, ellas eran honestas y decentes. Eso era más cosa de las solteras”.

En una ocasión un fotógrafo le dijo a una mujer que se quitara el pañuelo de la cara para hacerle una foto, creyendo que era una mujer mayor. Al descubrirse se quedó tan deslumbrado por su belleza, que se le cayó el foco para sacar la foto. A otra mujer vestida de negro le pidieron otro día que se quitará el pañuelo para verle la moña, a lo que la mujer se negaba en principio, pero que gracias a la intermediación de otras mujeres hizo. Al terminar le dijeron “Gracias por todo señora”, a lo que ella respondió entre risas “de señora nada, señorita y moza lozana”. Las mujeres que estaban al lado rieron a carcajadas, tanto que hasta los portales retumbaban.

El municipal de turno se encargaba de colocar a los vendedores en los puestos, y a las viudas, la mayoría de ellas hueveras, las ponían todas juntas junto a los portales. Juntas estaban vendiendo, y juntas venían a Plasencia y así se marchaban al pueblo al terminar la jornada.

Al mercado llevaban frutas, verduras y hortalizas de temporada, todos los productos de la huerta y pequeñas fincas se aprovechaban y se recogían para la venta y así poder ganar unas perras para sacar adelante a la familia. A veces iban por otros pueblos lejanos y si no había dinero de por medio, hacían intercambio. Berzas, lechugas o pimientos por granadas, nueces o castañas.

Los niños sentados en las alforjas, las aguaderas o los serones, mirando el rebullicio de gente en el mercado. En los días que había mucha crecida se quedaban con algún familiar o conocido. Cuando vadeaban el río de noche con la luna llena reflejada en el agua, decían que parecía un queso. Siempre gastaban alguna broma para hacer más llevadero el cruzar el río. Los había que lo cruzaban en la Barca junto a sus caballerías.

Los montehermoseños eran recios, nobles y valientes, hombres de piel curtida y manos fuertes, acostumbrados a las penurias del campo. En los duros días de invierno, no faltaba el trago de aguardiente para entrar en calor. Tío Jacinto Sartén era muy popular, siempre se ponía al lado de los campanilleros de la familia Iglesias, que también eran muy conocidos en Plasencia y los pueblos de alrededores.

Las montehermoseñas también eran muy trabajadoras, nobles y valientes, bueno, si cabe mucho más todavía, porque al trabajo del campo se unía la ardua tarea de criar a los hijos. Algunos ejemplos como tía Rafaela Garrido o tía Marcelina Domínguez, sin olvidar a tía Matea Galana que era una mujer fuerte y valiente y cada martes acudía sin faltar al mercado en Plasencia.  - ¿No tiene miedo al camino? – (le dijo en una ocasión un señor al verla como descargaba la mercancía ella sola). - Quien se atreva a ponerme una mano encima o intentar robarme algo le rompo el pescuezo -. Esa fue la contestación que se llevó.

Ya para terminar, os contaré que en una ocasión un forastero que vino a Plasencia muy trajeado y con gran bigote, al ver descargar la mercancía se acercó a un grupo de mujeres en plan guasón y les dijo - Pobres bestias, lo que pasaran en el camino, espero que les den bien de comer luego - Las mujeres lo miraron sorprendidas y enojadas, ya que ellas a sus bestias (mulos, caballos y burros) los trataban con mucho cariño, ya que era su único medio de transporte, por lo que una le dio una buena contestación. - Estas bestias son nobles y fuertes, y comen hierba y heno hasta tupirse. Además están mejor alimentadas que usted, que está muy gareto (delgado), transio (mustío) y descolorio -. No dijo más el trajeado con bigote y salió pitando que perdía el culo ante la risa de todos los presentes.

Nos esperan más capítulos y más historias que iré desvelando con más tiempo y detenimiento.

Sobre las andanzas y las historias de los montehermoseños y montehermoseñas en los días de mercado en Plasencia he hablado en varias ocasiones en diversas charlas y conferencias en Cáceres, Plasencia y Montehermoso. También escribí varios artículos “Los montehermoseños en el cuadro Extremadura. El Mercado de Joaquín Sorolla” que aparece en el catálogo editado con motivo de la exposición “Extremadura en la mirada de Sorolla. 1917-2017”. Museo de Cáceres, Junta de Extremadura. 2017. “Lazos culturales y comerciales entre la ciudad de Plasencia y Montehermoso. Aportes históricos desde mediados del siglo XIX”. Memoria histórica de Plasencia y las Comarcas, 2018. “Los montehermoseños en el cuadro “Extremadura. El Mercado” de Joaquín Sorolla” en mi Blog Montehermoso Cultural. http://montehermosocultural.blogspot.com/2017/10/los-montehermosenos-en-el-cuadro-el_26.html. “Aportación a la memoria histórica de la indumentaria tradicional de Montehermoso”. Memoria histórica de Plasencia y las Comarcas, 2019. https://montehermosocultural.blogspot.com/2019/11/aportacion-la-memoria-historica-de-la_65.html. “La historia a través de la indumentaria tradicional. Origen, mitos y leyendas en torno a la gorra de Montehermoso”. Conferencia en la I Jornada sobre Indumentaria Tradicional de Extremadura. Montehermoso, 2 de febrero de 2019.

Aparte de otras publicaciones en redes sociales en los que hablaba de las peripecias y aventuras de la noble y valiente gente de mi pueblo Montehermoso en una época difícil y de comunicaciones complicadas.

 

BIBLIOGRAFÍA

Sánchez Alcón, Juan Jesús “Los montehermoseños en el cuadro “Extremadura. El Mercado” de Joaquín Sorolla”. Extremadura en la mirada de Sorolla 1917- 2017. REGIONAL DE EXTREMADURA, EDITORA.

Sánchez Alcón, Juan Jesús “Lazos culturales y comerciales entre la ciudad de Plasencia y Montehermoso. Aportes históricos desde mediados del siglo XIX”. Memoria histórica de Plasencia y las Comarcas, 2018, pp. 121-146.

Sánchez Alcón, Juan Jesús “Los montehermoseños en el cuadro “Extremadura. El Mercado” de Joaquín Sorolla”. http://montehermosocultural.blogspot.com/2017/10/los-montehermosenos-en-el-cuadro-el_26.html

Sánchez Alcón, Juan Jesús “Aportación a la memoria histórica de la indumentaria tradicional de Montehermoso” I Jornadas de Indumentaria Tradicional en Monthermoso. https://montehermosocultural.blogspot.com/2019/11/aportacion-la-memoria-historica-de-la_65.html