Lo
primero que quiero decir es que todas las personas que menciono en este relato
tienen mi más absoluto respeto y cariño, y las expresiones que aparecen son
parte de nuestro acervo cultural formado por nuestra habla popular y los usos,
costumbres y tradiciones que se nos han ido transmitiendo de generación en
generación. Una vez dicho esto, vamos al asunto del relato en cuestión.
Hablamos
de la década de la 70, sería por el año 1972. Como era habitual en aquella
época había domingos gordos y domingos maletos. Los domingos gordos
eran fiesta, en los maletos apenas había y la gente de las huertas no subía al lugar (pueblo).
Pero
bueno, “a lo que te voy”, que era
fiesta, por tanto domingo gordo. Y sé que era este día porque entre las vecinas
sentadinas a la puerta se escuchó:
- Vaya rebumbeu que hay ehti domingu
chacho, no deja de pasal genti. -
El rebumbeu venia más que nada porque unas
mozas no dejaban constantemente de pasar dando vueltas y vueltas mientras unos
mozos las seguían con la intención de ligar. Ellas reír, ellos correr detrás y
correr delante cuando estas se daban la vuelta.
Yo
jugaba a los tintos, en la puerta tía Máxima, tía María, tía Inocencia, tía
Crescencia y la Remedios (su hija), tía Eugenia, tía Juana y mi tía Chon. Esto
si eran buenas tertulias y no las que vemos en televisión.
Como
por aquel entonces era la calle de la marcha, pues el paso era continuo y el
ambiente muy movido. El paso a La
Picaraza era muy concurrido.
- Allí vienin otra vez lah mozacah. - Dijo tía Inocencia refiriéndose a las chicas
que no dejaban de pasar.
Lah mozacah (o sea, las
chicas), más reír al pasar. Los mozos a lo suyo, correr y correr como tontinos. Yo recuerdo a una de ellas
mascar y mascar chicle, tanto que parecía que se le desencajaba la mandíbula.
Eso lo tengo grabado, y aquellas faldas recortas, muy recortas, de pliegues y
de colores.
Las
vecinas proseguían con sus debates y de como “la juventud ehtaba to ehcurrumpia.” Yo a los tintos, jugaba solo
hasta que aparecieron otros niños.
Y
volvían las mozas o mozacah a venir
calle arriba entre risas y cantalenas.
Y las vecinas movían la cabeza mirándose.
- Allí vienin lah lichonah garumbah otra
vez. -
Dijo
una de ellas al verlas venir. Esta expresión la decimos más o menos cuando
alguien está dando muchas vueltas “dah
mah vuelta que una lichona garumba (o lichón).
- Y que fardah mah recorta tienin señol.
-
Y
cierto que eran recortas, en eso me fijé bien, también como dije antes en los
pliegues, yo seguía a lo mío jugando vestido con mis calzonas de cuadrinos
blancos y mis zapatillas abiertas, el niki creo que era de color azul clarino.
- Se leh va a oreal bien el buderu dioh
mío.
- Sonó bien fuerte y recio.
Con
perdón y sin que nadie se ofenda, el
buderu es la parte donde termina la espalda que hace de unión con las
piernas y que sirve para sentarse en una silla a descansar. Dicho esto, y
aclarado el termino prosigo.
Las
mozas, aquellas mozas se revolucionaron como las gallinas cuando van a entrar
al gallinero y jarrearon para la
plaza, pero por poco rato ya que al momento volvían para abajo y los mozos,
pues los mozos detrás como bobinos.
Mi
tía decía por lo bajo - No leh digaih ná
que se moh alborotan mah. - Viendo venir lo que se avecinaba.
Y
entonces entre la esquina de tía Crescencia y la casa de tía Juana se pusieron
a bailar. La Remedios aplaudía sentada en su silla, mi tía Chon y tía María
miraban para abajo avergonzadas, ellas no estaban acostumbradas a aquellos
bailes y más con tan corta indumentaria. Mi madre que llegaba de casa con su
silla a sentarse y se encuentra el panorama.
- Madre señor mío, que pasa aquí ehta
nochí. - Exclamó. Tía Inocencia sonrió meneando la cabeza y con
su gracia habitual soltó lo siguiente. -
Aquí viendu como lah mozah se orean el panderu hermana. - El panderu viene a ser lo mismo que el buderu, y el buderu ya lo expliqué antes.
Lo
que tenía que ocurrir, ocurrió. Lo que tenía que pasar, pasó. Las mozas cuando
las mujeres estaban algunas riendo, otras sorprendidas y otras avergonzadas, se
levantaron la falda. Y ahora si orearon pues eso, lo que antes ya conté.
Las
vecinas gritaron, rieron, algunas miraron arriba. - No os extrañéis tanto de la
juventud que ya son muy modernos. - Dijo la Remedios, ella vivía fuera y estaba
más preparada para esto.
Las
vecinas reír y las mozas a orear. Tía Inocencia no paraba de mover la cabeza
para adelante y para atrás diciendo -
Maire, maire, maire hermana. - Los que la conocieron saben perfectamente
como era y pueden imaginársela.
Mi
tía Chon y tía María se santiguaron y miraron para otro lado. Mi madre no
paraba de reír desencajada y a duras penas podía decir - Callarvuh muchachah, callarvuh, que mientrah mah le digaih mah se
revolucionan. -
Yo
chiquino miraba de reojo, aquellas nalgas, eran seis pares, o sea seis mozas
desarboladas. Al cabo de un rato pararon y siguieron cantando, ya cuando parecía
tranquila la cosa una levanto la falda a otra y allí enseño bien enseñado
aquello que ya mencioné antes. Y entonces yo me quedé mirando con la boca
abierta aquellas nalgas rosas con los ojos como platos y eso que era bien
chico.
- Ira comu mira el chicu, si se quea
clisau (ensimismado), no
quita oju el joiu. – Dijo tía Inocencia. Yo coloraino como un tomate.
Mi
tía ya no soporto más y me llamó - Juan Jesús, venti pa casa. - Y pa casa
me metió no me fuera a dar algo.
Luego
se fueron y al rato aparecieron otra vez los mozos a buscarlas. La Remedios al
verlos les dijo - Lo que os habéis
perdido chicos. Aquí a todas las mujeres nos han enseñado y oreado bien el
pandero. -
Ellos
como ignorantinos salieron corriendo,
al cabo de un rato volvieron y preguntaron -
¿Lah habéih vihtu? -
-
No, no lah hemuh vihtu. - Contestaron las mujeres, y así se
tiraron un buen rato corriendo para arriba, corriendo para abajo con no buen
resultado.
Aquello
luego dio para mucho comentario. Y 35 años después lo comenté con tía Inocencia
y mi madre y nos reímos un buen rato a costa de las mozas que una noche nos
orearon el pandero. Y menos mal que la ropa interior en aquel entonces no era
como la de ahora, porque si no las vecinas salen corriendo.
NOTA
FINAL
Ante
la cantidad de mensajes recibidos referentes a la originalidad de nuestro
vocabulario y de las expresiones como tía, aclarar que no significan vínculo
familiar alguno, aunque la amistad y solidaridad entre las vecinas era como si
fueran familia. Está expresión popular de tía Inocencia, tía María o tía
Eugenia la hacíamos siempre de forma respetuosa hacia las personas mayores.
Aunque no decíamos señora o señor, para nosotros el decir tía Crescencia o tío
Vicente era siempre una señal de respeto. Sólo cuando me refiero a mi tía la
nombro como "mi tía Chon". Cuando dicen hermana, lo hacen de forma
amistosa, no por ello implica parentesco alguno. A las más jóvenes se les decía
la Tere, la Rosi, la Puri, o en este caso la Remedios. El "Maire, maire, maire hermana" puede utilizarse para
mostrar asombro, miedo, o una situación graciosa. ¡Madre,
madre, madre hermana! Y lo de muchachas, bueno, pues ellas que eran muy
graciosas y las recuerdo algunas veces
oírlas decir - Callarvuh y na máh
muchachah. - Y eso que ya eran bien entraditas en años.
Con
todo mi cariño y respeto a mis vecinas de la infancia.