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Los Negritos de San Blas "Tradición Centenaria"

domingo, 29 de noviembre de 2020

Los dulces de la misa de la boda

Fotografía de la representación de una boda típica montehermoseña en el mes de mayo de 1981


Este episodio lo viví cuando acudí de niño junto a mis padres a una boda en Montehermoso, y lo recuerdo muy especialmente por aquel pantalón de cheviot que me había comprado mi madre y que no me gustaba por lo que picaba. Parece que estoy viendo a los músicos con el tambor, el acordeón y el saxofón y unos cuantos de niños que íbamos detrás de ellos diciendo - Tun tun, la boa, tun tun la boa - Nosotros reíamos y aplaudíamos con emoción, al lado unas mujeres mayores nos reñían para que nos fuéramos. - Si estamos de boa - dije yo. Fuimos a casa del novio, luego a casa de la novia y a misa. Los niños nos quedamos jugando en las afueras y subiendo en las resbaleras de la callejina.

Allí entre juego y juego un hombre con una gorra que pasaba nos recriminó estar allí y nos dijo con muy malos modales que porque no habíamos entrado en misa. - Cuando entrés tú. - Esa fue la contestación que se llevó. Y es que el hombre era poco dado a misa y se confesaba mejor en los bares con los chatos de vino.

Salen los novios, se oye el griterío de la gente, nosotros jugando a lo nuestro. Al cabo de un rato arranca la comitiva a casa del novio. La gente “remuá” (bien vestida), las mujeres avisadas a misa más discretas (aquí está la salsa de la historia) y detrás un grupo de gente de fuera que miraban sonrientes a la gente con sus cantes y su alegría desbordada. Por cierto, aquel hombre que nos mandaba a misa también venía detrás con el cigarro en la boca “daleao” (de lado o inclinado) y tocando palmas. - Ya viene caliente como un zorro (bajo los efluvios del alcohol) - dijo alguien.

Casa del novio, los músicos animan, la gente alborotada y a la puerta aparecen un grupo de personas con ricos platos de “gruñuelos” (buñuelos), rosas, ruea y “chochos” (altramuces). La gente se hace a un lado y empiezan a venir mujeres (mayores la mayoría) a coger los deliciosos manjares. Nosotros “apartainos” a un lado, ya que nuestras madres ya nos habían dicho que eso no era para coger todo el mundo. Yo miraba aquella enorme bandeja de ruea que era como de asta y me relamía de ganas, pero ya sabía que luego daban un chocolate y allí podría degustar tan delicioso manjar.

Los de fuera estaban mirando extrañados y en eso que una mujer se arranca y fue a coger unos dulces, detrás un hombre alto, muy alto y con un abrigo de paño y unas gafas cuadradas. Una mujer al verlos alzo la voz intentando pararlos.  - ¡Cheee, cheee, chee! - Esta expresión era muy popular aquí y significaba quieto, vamos que era una llamada de atención muy seria.

Ellos no se daban por aludidos y siguieron cogiendo dulces y chochos. Ya vino la mujer del Chee, chee, chee y les dijo - Ehtuh durci son pa la genti que vieni a misa la boa. - El hombre, aquel hombre alto se miró con la mujer que venía con él y no la entendieron. Otra mujer de las de fuera les dijo que ellos también habían ido a misa y que estaban de boda invitados. La mujer que no quería que cogieran los dulces volvió a lo suyo e insistía en lo mismo. Un hombre a nuestro lado reía y decía - darlih un cachinu a ehta gentita chacho -

Entonces una mujer les dijo a los de fuera que eso era una costumbre que en Montehermoso se tenía para la gente que estaba avisada a misa de la boda, pero que no acudían luego al resto de la ceremonia, que luego estaba el refresco donde tendrían oportunidad de degustar estos dulces.

Tengo la imagen de esas personas soltar los dulces con mucho cuidado y la cara de la mujer que les regañaba retorciendo el “jozico” (hocico). Y a otro hombre muy bajito decir - Dejarluh que coman algu loh probecitu, que a lo mejol vienen de lejuh y ehtán transiu. Miral que ehtí hombrí del abrigón eh mu largu y si se moh cai pai hay que llevarlu en ehparigüela -

Y arranca la comitiva ahora a casa de la novia a convidar a las invitadas a la misa de la boda de esta. Los de fuera ya estaban avisados, así que ya sabían que no podían coger los dulces. Resuenan la batería, el acordeón y el saxofón y otra vez los niños Tun, tun, la boa, tun, tun, la boa.

- Esperen, esperen - Dijo alguien a la gente de fuera, y vino con dos bolsas cargadas de dulces y chochos que ellos en su buen hacer quisieron pagar, algo que la chica que se los dio no aceptó.

Calle arriba, calle abajo con los dulces y el hombre que les decía que les dieran de comer les dijo - Yo fui a una boa fuera y pase mah jambrí que un pavu, muchu platu, muchu platu, peru mu raletu y entre tantu teneor no sabía pandi echar manu. Esu si, hoy aquí salih tupiuh de bebel y de comel, que en esu no andamuh ehcasu - Y luego “enjilaron” (tiraron) para el refresco y allí les esperaba un buen chocolate con ruea como antesala al baile y luego a la cena. Y ya para terminar decir que casi que cobro (y no dinero precisamente) en el refresco, ya que me hice un buen “lamparón” (mancha) de chocolate en el pantalón de cheviot. Los músicos no quiero dejarlos en el olvido, eran Filiberto el cartero, Antonio Sindo y Antonio el de María.