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Los Negritos de San Blas "Tradición Centenaria"

miércoles, 8 de enero de 2020

Los Reyes Magos que venían borrachos


Aquella fría noche del sábado 5 de enero de 1974, estaba impaciente y nervioso. Yo tenía 10 años y aunque nunca fui caprichoso de regalos (me conformaba con poco), esa noche estaba dispuesto a espiar a los Reyes Magos cuando entraran por el balcón. Reconozco que sentía cierto temor, más cuando escuche a una vecina decir – Esta noche vienen tres hombrones con las coronas a traer a los niños que se porten bien los regalos.

¡Dios mío! Tres hombrones pensé yo. Que susto madre mía si los veo subir al balcón.

Y con esas me fui a la cama y no dejaba de pensar. Las botas ya estaban en el balcón, solo esperaba que no se les ocurriera llevárselas a los reyes.

Las horas pasaban y no pegaba ojo. Así que me decidí a abrir la puerta del balcón. Lo hice con mucho cuidado para no meter ruido. Después de un buen rato pasando frío, me metí para dentro. Solo veía los tejados con una buena helada (pelona, como que decimos aquí).

Vuelvo a la cama. Ojos como platos. Venga pensar y pensar, y nada. Me vuelvo a levantar y a salir al balcón. ¡Y nada! Mas frío, y más helada.

Ya el sueño empezaba y también quizás el desengaño. ¡Hala!, a echar otra vez!

Me dormí y soñaba ya de madrugada cuando me despertó un sonido de pasos de caballos. El corazón se agitó y boté de la cama. Ya están aquí los reyes, pensé. Ahora no se escapan.

Aquel sonido retumbaba en la noche “taca tatáca, taca tatáca, taca tatáca. ¡Ya está! Esos son los caballos de los reyes.

Salgo al balcón y miro nervioso, y veo un hombre montado en un caballo y detrás un mulo con aperos que bajaba calle abajo. Vaya chasco. Otra vez a la cama, se ve que no era mi día. Digo, mi noche.

Vuelvo a los sueños, los pies “helainos” de frío de tanto estar a la intemperie. Ya entrando en calor me dormía cuando de repente siento voces. Me quedo un rato quieto y siguen las voces. Risas, algunas palmas y canciones. ¡Huy madre! Ahora sí que sí. Serían los pajes, digo yo. Y vendrían contentos.

Salgo de nuevo y agachado para que no me vieran y espero a que se acercaran. Después de un rato de cantar y cantar, aparecen por la calle de la plaza tres hombres en la penumbra. Había estado escuchando un rato como cantaban el Achilipú, Te estoy amando locamente, Acalorado…(de las que me acuerdo, vamos).

Uno gritaba – semos los reyes, semos los reyes, sacal los zapatos. –

Aquello me desconcertó, reyes cantando y sin camellos, sin pajes, ni coronas. Eso, y más viendo cómo se tenían que agarrar los tres porque si no se caían…bueno, es que los vi caer varias veces.

Luego se pusieron a bailar los tres un pasodoble (ahí fue una de las veces que se cayeron), y terminaron cantando lentos. Por el amor de una mujer y Tomamé o dejamé.

Recuerdo a uno decir que le iba a pedir la mano a la novia. Otro le decía que la mano se la tenía que pedir al padre. Y otro decía que eso no era para los de pueblo, que se hablaba con los padres y punto.

Era ya tan tarde que algún gallo ya cantaba tempranero, pero ellos seguían y seguían con su conversación. Al cabo de un rato empezaron a andar calle abajo y al llegar al Bar Pistón uno gritó – José abrimos. – Pero José el vecino y dueño del bar no abrió. Más adelante en el Bar Barato se sentaron a la puerta dos de ellos, mientras uno salió a tocar las puertas gritando – semos los reyes, semos los reyes, sacal los zapatos. –

No sé de dónde, pero salió una voz que dijo – Como salga pa fuera vos estampo contra la pared. – estaban borrachos, sí, pero corrían que perdían el culo.

El gallo a lo suyo, cantar y cantar, y yo me metí para dentro asustado y desconcertado por lo visto.

Al despertarme por la mañana baje a desayunar y ya ni me acordaba de reyes ninguno. Mi madre me dijo, ¿no has visto si te han dejado algo los reyes? Y entonces fui a ver, el regalo seguro que os suena a muchos, era una escopeta de plástico con un tapón de corcho. Los que tuvimos la infancia en los 70 también recordamos las pistolas de plástico, con la estrella de sheriff, el sombrero (también de plástico). Y como no, aquellos indios y pistoleros con sus caballos.

Total, que esa fue mi aventura en una noche de reyes. Pero queda la guinda final. Por la mañana los amigos salimos con los juguetes, recuerdo que el tapón de corcho lo encajé en un tejado, no llegó ni a mediodía. En uno de los descansos un amigo dijo. – Anoche me levanté y vi a los tres reyes. – Y entonces yo extrañado pregunté – ¿No vendrían cantando? –Sí, contestaron dos a la vez. Entonces mi desconcierto y desesperación fue total. Había visto a los reyes sin traje, sin corona, sin pajes, ni camellos, y con una “Tajá como un piano” (Tajá = Borrachera).

A partir de entonces no volví a salir al balcón.