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Los Negritos de San Blas "Tradición Centenaria"

sábado, 10 de febrero de 2018

De Los Antruejos (Carnavales) y las bromas del guasón escarmentado


Ahora que comienzan los Carnavales (Antruejos), bien viene recordar antiguas tradiciones que se celebraban en Montehermoso. Y es que, aunque actualmente la fiesta haya perdido todo su encanto tradicional, antiguamente eran muchos los rituales que acompañaban a esta ancestral celebración pagana.

En los tiempos actuales, se organizan desfiles y comparsas, y la gente se disfraza de una forma original y divertida, pero muchas personas echamos de menos los ritos tradicionales.

Las cuadrillas de mayores que animan con sus bailes y canciones populares las tardes de carnaval, poco a poco irán desapareciendo, y solo algunos enamorados del folclore mantendrán viva esa tradición.

La Asociación de Amas de Casa ha logrado conservar con mucho empeño el Jueves de Comadres, una costumbre muy enraizada en la localidad en la que las mujeres se reunían y elaboraban dulces, buñuelos y caramelos artesanos que hacían las delicias de los más pequeños. Actualmente vemos como más mujeres (amigas o familiares), se unen para participar y disfrutar de este momento tan entrañable y saludable.

Y quién no recuerda aquella época del mono de trabajo con la careta y la cayada, un disfraz muy socorrido que mucha gente usaba. Con el paso de los años eran los niños los que lucían este atuendo asustando a la gente con sus bromas y gracias.

Sobre los ritos y tradiciones en los antiguos carnavales preguntaba en el año 2004 a varias personas mayores que contaban que antes no había dinero para hacerse trajes como ahora, y la gente se disfrazaba con cuatro trozos de tela y sabanas viejas. Que la gente se divertía bailando y cantando al son de pandereta y tamboril desde por la mañana, para luego continuar por la tarde hasta bien entrada la noche.

Comentaban del jolgorio que se preparaba en Los Antruejos cuando venían por las calles La Osa, La Vaca Pendona, Las Antrojás, Las Caritas y Las Carantollas, de las luchas entre ellas y del susto que le daban a la gente. Esta es una de las tradiciones que intento rescatar del olvido, para que no desaparezca el gran legado cultural que atesora Montehermoso y que se ha mantenido de generación en generación. Quedando con el paso del tiempo relegado al ostracismo y apostando por fiestas importadas que poco o nada tienen que ver con nuestro acervo cultural.

Las Estudiantinas, otra tradición arraigada en los antiguos carnavales montehermoseños, eran grupos compuestos por hombres o mujeres vestidos con trajes llamativos y con diversos instrumentos, que eran guiados por un jefe y que interpretaban canciones con letras graciosas de motivos picantes y de denuncia política y social.

Muchos pueblos extremeños trabajan en la recuperación de estas tradiciones, hay muchos ejemplos de La Vaca Pendona del que hablaré en otra ocasión, o de La Vaca Tiznada en el Carnaval Canchalero en Aceituna. Y el Carnaval Hurdano, por el que tanto ha luchado la Corrobla Folklórica y Etnográfica “Estampas Jurdanas” y que tanto ha contribuido a su divulgación, Félix Barroso Gutíerrez. 

Volviendo a las entrevistas que realizaba a las personas mayores en el año 2004, y revisando mis notas, encontré entre las historias que me contaron una de un mozo que pretendía a una moza desde hacía dos años y que los padres no daban el visto bueno a la relación, ni por supuesto la hija pretendida, a la que este individuo no le hacía nada de gracia por ser hombre grosero, maleducado y fanfarrón, y por ser poco dado al hábito de la limpieza y el aseo.

Quien contaba la historia hablaba de que la pretendida era una tía suya, y que la madre (su abuela) era una mujer muy recia (de carácter fuerte) y valiente. El padre (su abuelo) era hombre parco en palabras, pero también de espíritu fuerte y genio reservado que siempre recordaba con un cigarro en la boca.  Aunque no era mucho de vociferar, cuando se exaltaba tiritaban hasta los ratones de la troje.

Por aquella época eran vísperas de Los Antruejos y los mozos y mozas se esmeraban en preparar sus atuendos para esos días, eran tiempos en que las bromas se sucedían y era costumbre tirar por las puertas y ventanas, tejas viejas, tiestos con tierra, pucheros con agallas de roble o bacinillas con todo tipo de sustancias o líquidos malolientes, los más osados como el mozo del que hablamos acostumbraba a rellenarlos de orina y otras cosas que no quiero mencionar.

Y precisamente la casa de esta familia siempre sufría las consecuencias del susodicho, que en venganza marcaba la esquina de la casa, cual perro marca su territorio.

La mujer harta ya de que cada año recibiera bromas tan groseras decidió averiguar quién era el autor que cometía semejantes actos.

En una ocasión lo comentó con una vecina y esta se lo dijo a su marido para que intentará averiguar algo al respecto, ya que sospechaban de ese hombre y no quería que el padre la pagara con el que primero pasara por la puerta.

El vecino estaba un día en la taberna y vio entrar a este individuo con cinco amigos más. Allí entablaron conversación entre vino y vino, y sin darse cuenta vociferaban sobre las bromas que iban a cometer una noche.

En tono soez y bravucón, el mozo presumía de sus andanzas y de que ya tenía preparada una buena trastada, porque los padres no lo querían por yerno en casa. Este año es el tercero decía, y de aquí ya no pasa, esta es la mía. Creyendo que a base de bromas pesadas los padres le aceptarían, más no sabía lo que le esperaba.

El vecino apuro el chato de vino y se despidió del tabernero como si no hubiera escuchado nada. Entonces partió raudo hacia casa y avisó a la familia de la que le esperaba.

Los padres ya avezados y prevenidos, decidieron darle un buen castigo y esperaron al tal elemento y sus correspondientes amigos. Cuando cayó la noche y la oscuridad era la dueña de las calles, los mozos salieron dispuestos a gastar sus pesadas bromas. Iban por varias calles ocultándose entre penumbras hasta llegar al lugar elegido.

La luz del candil asomaba por el resquicio de una pequeña ventana y el resplandor de la lumbre por una gatera indicaba que estaban en la cocina. Tocaron de forma solemne el portón y al momento se abrió lentamente y chirriando estrepitosamente. Esto los desconcertó un poco, pero al momento el mozo aprovecho y metió un enorme cencerro que hizo sonar de manera estruendosa para asustarlos a todos, seguido de unos cuernos de vaca preparados para la ocasión.  

Las risas fanfarronas no paraban y cuando se preparaba para lanzar al interior de la casa una bacinilla con los elementos que anteriormente habían pasado por la boca, digeridos por el estómago y expulsados por salva sea la parte, después del proceso de digestión.

Salva sea la parte: f. eufem. Coloq. U. para referirse a una zona del cuerpo que se prefiere no mencionar.

Seguimos donde lo dejamos, porque creo que ya todos sabemos lo que contenía la bacinilla y no hay que dar más detalles, ya que me parece poco elegante y educado.

¿Portón abierto, risas, bacinilla en mano…y ahora qué?

Pues que de la oscuridad salió de repente una enorme tranca de la puerta y se estampo en la cara del guasón. La brasa encendida del cigarro en la penumbra indicaba que había sido el padre de la chica el autor de semejante trompazo.

No había terminado de reponerse del trancazo y tocarse el hueco de los dientes que le saltaron, cuando de una ventana de arriba emerge una cobija negra que increpaba sin parar y que vació encima de este mozo una bacinilla llena hasta arriba, empapándole con un líquido amarillo, filtrado previamente por los riñones y posteriormente expulsado por otra parte del cuerpo humano.

“Ala pallá Judinganuh, esu pa que volvaih a jadel judiáh”.

Que traducido sería algo así:

“Ala para allá bichos malos, eso para que no volváis a hacer diabluras”.

Los amigos salieron a la uña y el mozo empapado de lo que ya sabéis y sin dientes, se fue camino a casa con un buen escarmiento y la lección bien aprendida.

En los días de carnaval, ni salió a la calle y desde entonces no volvió a gastar bromas pesadas. Y si ya le costaba echarse novia con dientes, ahora melluco (sin dientes) y siendo el hazmerreír del pueblo, más le costaría.


Moraleja

Si quieres echarte novia,
procura no ser faltón.
La tranca en la puerta espera,
los dientes cayendo al son.
La bacinilla cae rebosando,
melluco por fanfarrón.